Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Justicia ambiental

13/08/2022

Cada 7 de agosto, se conmemora en Colombia, la batalla de Boyacá, de la que hace bien poco celebraron su segundo centenario. Es la fecha elegida para la toma de sus presidentes. Posesionados los mismos, hace unos años ya no hay reelección. La novedad es que, por vez primera en la ya no tan joven y bicentenaria república gobernará de iure la izquierda. Pero esta izquierda no es la de hace dos décadas que convulsionó en América Latina, salvo quizá en dos grandes países, Chile y México. Hoy éstos son gobernados por Boric y Obrador. Petro, contra el pronóstico de las clases dirigentes y los extractos sociales más fuertes y vigorosos, ganó las elecciones presidenciales y regirá los destinos del país de valles y altiplanos, costa y selva vertidos hacia dos océanos y uno de los motores económicos y sociales de América latina, pero hoy fuertemente dividido y polarizado. 
Consolidar la paz, recuperar el conocimiento y la capacidad económica y sobre todo la confianza en las instituciones, revertir la brecha social y la pobreza, diluir la corrupción y la desigualdad y una decidida agenda ambientalista a la que llaman justicia ambiental amén de proteger a las minorías es un reto mayúsculo para el otro alcalde, congresista y repetido hasta la saciedad, guerrillero del M-19.
Petro no es un radical de izquierdas como se la ha tratado de definir ab initio de su carrera presidencial, el pragmatismo debe imponerse, de ahí el nombramiento de ex ministros para carteras claves y que formaron parte de gabinetes conservadores y liberales en el pasado. La agenda social y ambiental son bastiones sobre los que hacer girar su acción de gobierno. Una acción que ha puesto a las minorías y  a la transición energética huyendo de combustibles fósiles y todo lo extractivo como epicentro de su política.
Pero Colombia es un país en ebullición y convulsión con un fuerte descontento social y económico. El fracaso de la presidencia saliente en lo social y la polarización en las calles marcó esta presidencia y la acción del gobierno Duque. El progresismo debe tomar distancia del pasado y de los excesos y demagogias populistas y bolivarianos que marcaron la agenda las dos últimas décadas y fueron un fracaso en la región a la vez que un retroceso.
Hoy la pregunta que empieza a despejarse sigue llena de incógnitas, ¿está preparada Colombia y su ya presidente para este nuevo en teoría progresismo o está irremisiblemente condenado al lenguaje de la demagogia y el populismo sin ideología más que el de confrontación de clases y contentar los capitales que muñen los bastidores? Nadie olvida que otro de los retos del nuevo inquilino del Palacio de Nariño es Venezuela, la inmensa frontera humana y geográfica lo es también política y económica, militar y social con cientos de miles de venezolanos hoy desplazados al país vecino.
Una nueva o pretendidamente nueva izquierda que ya no es heredera de los Castro ni de sueños bolivarianos rige hoy en América Latina. El rumbo es incierto. Pero todos saben que la cerrazones fracturan.