Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Querido Peter Pan:

12/02/2021

No puedo cuantificar la alegría que me ha dado recibir tu carta. Llenar mi corazón de ilusión y esperanza es algo que me ha colmado de un gozo infinito. Estaba deseando saber de ti. Los jóvenes de hoy, sin tiempo para cartas, ni para escribir y menos para sentir. Recibir tu folio doblado, escrito a mano con la pluma azul que tanto te gusta, es el mejor regalo de esta mañana. Que digo mañana… ¡Del día! Que digo día… semana. Que digo….
Durante tantos años volando en libertad, adoraba la sensación del aire en mi cara, sentir el fluir de mis alas, crecer sabiendo que podría llegar a cualquier lugar de mundo sin necesidad de nada ni nadie. Cuando te conocí, cuando os conocí, esa sensación continuó y me sentía aún más cerca de la felicidad extrema, sabiendo que los viajes se realizan mejor acompañada y que las idas y venidas al País de Nunca Jamás tenían un destino y un fin, al calor de la maravillosa amistad. La increíble vivencia de tener compañeros de viaje, donde no importa el rumbo, pero sí como lo vives y lo recuerdas, es lo que realmente deseo a todas las personas. Nada mejor que tener tu corazón lleno de vida y de latidos que son como una gota de agua que nunca vuelven a pasar por el mismo lugar, pero que siempre dejan una huella durante el recorrido.
La pandemia ha cambiado mucho mi vida, querido Peter. No he vuelto a ver a casi nadie de los de antes, y la vida entre cuatro paredes se vuelve agonía. Pasar de volar a estar enjaulada, creo que es lo más parecido a vivir en el bosque y envejecer en el zoo. Volar es algo que requiere entrenamiento y tengo miedo a dejar de volar y soñar. No quiero renunciar a mi sueño. Quiero seguir siendo dueña de mi destino. Si algo he aprendido de estos meses de encierro, es que todo es volátil, todo es un instante, un soplo, un aliento. Nada es eterno y la eternidad es el camino que dicta tu corazón. Que nada es bueno ni malo, que todo es según el color del arco iris con el que pintes tu día.
He hablado mucho con el Principito de este tema. Vive en la misma residencia que yo y por las tardes nos salimos al jardín a charlar y reflexionar. Cada día pone uno el tema y nunca falta una buena conversación sobre el sentido de la vida. Ahora que estamos vacunados todo es más sencillo, aunque seguimos con las visitas a cuenta gotas y eso nos martiriza a los dos. 
Encerrados, sin visitas, conectados solo por una pantalla con el mundo, estos meses me he sentido como una astronauta dentro de una nave espacial, surcando el mundo exterior imaginariamente, atravesando mares de estrellas, desiertos de meteoritos y nubes de neón. 
¡Qué meses más duros, querido Peter! Por eso tu carta me ha llevado a volver a escribir, a sonreír con la mirada, a guardar los problemas dentro de la mascarilla y sacar lo mejor de mí con las personas de mi alrededor. Les cuento historias, nos juntamos alrededor del fuego y todos quieren que les lleve a volar. Me encantaría que pudieras venir conmigo. Ya sabes que las salidas necesitan muchos monitores y no puedo hacerme cargo de todos. Así que Principito, tu y yo, seríamos más que suficiente. 
Habíamos pensado en la siguiente noche de luna llena, pero no se pueden enterar las enfermeras. Todo es un plan secreto. Nos dejamos notas por nuestros escondites favoritos: debajo del jarrón chino del comedor, entre las hojas del geranio que está en la ventana del pasillo de la enfermería, en la página 23 del libro de Celia y en la 93 del Mago de Oz. La biblioteca es nuestro punto de encuentro, porque allí susurrar no levanta ninguna sospecha. Aunque es cierto, que miran por encima de las gafas de pasta cuando ven que nos juntamos más de 15 en la misma estantería.
A todos les digo que será fácil con tu ayuda, mi querido Peter. Seguiremos el camino de baldosas amarillas. Sé que lo harán bien y que me sentiré tan orgullosa de ti como siempre. Están deseando volar y sentir el aura de libertad, que el tiempo nos ha robado. Queremos salir, entrar, vivir, cantar… recuperar la alegría que antes nos inundaba en la partida de cartas que organizaba la abuela de Caperucita y en los talleres de manualidades del padre de Pinocho.
Hoy, releyendo tu carta, recordando los buenos momentos vividos, recupero la alegría y el sentido del reinventarme. Dejaré aún más notas en los emplazamientos secretos e incluso les haré un mapa del tesoro en una servilleta vieja para marcar el punto del que partiremos la próxima noche de luna llena. Eso sí, mi querido Peter, tenemos que estar de vuelta en nuestras camas antes del primer rayo de sol que indica el amanecer y la primera puesta del termómetro en la planta primera. No queremos que piensen que nos hemos fugado, solo queremos saber cómo se siente de nuevo al volar alto, al no tener miedo, a volver a ser los que fuimos cuando el sol iluminaba nuestros días y la luna nos arropaba al calor de su sueño imborrable. Sincronicemos relojes.
Siempre tuya, Campanilla