Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


Fin del año

29/12/2020

Cuarenta y ocho horas quedan para finalizar el año –volveremos a tomar las uvas de la suerte– y es inevitable hacer antes algún resumen de lo acontecido pues del nuevo año ya habrá días en el calendario y visto lo visto con el que acaba mejor no adelantarse. Lo sucedido se puede resumir recordando que comenzó obligándonos a llevar guantes de látex –ya ni nos acordamos– y termina imponiendo una mascarilla que no es un complemento a la vestimenta de temporada, sino un accesorio intemporal. 
El año veinte veinte en Ávila comenzó con subida de impuestos que se intentó camuflar llegado el virus con un aplazamiento –no condonación– cuando llegó la pandemia, pero la subida se quedó y se arrastrará con los incrementos correspondientes a un nuevo año, donde habrá de todo, menos la liquidez necesarias en hogares y empresas (180 familias en la calle). Sin un presupuesto municipal aprobado para el veinte veintiuno –insólito cuando cualquier presupuesto puede estar sujeto a reformulaciones a lo largo de los próximos meses– lo único cierto es que se mantiene la presión fiscal sobre los abulenses sin que se traduzca los ingresos impositivos, ni la deuda pública municipal en progresos, ni desarrollos, ni crecimientos, ni mejoras sustanciales.
Ávila sin embargo  ha cambiado en estos últimos trescientos sesenta y seis días, pero precisamente no lo ha hecho ni en la dimensión,  ni en la extensión, ni en la profundidad deseada ni por sus habitantes, ni por mucho de sus turistas. Ha sido el año en que se supo que el peaje de la autopista –hay consenso en que es el lastre de la economía local– puede que se elimine en 2029, como ya estaba previsto por otro lado a pesar de los aplausos de los dirigentes capitalinos.
 Con la crisis del coronavirus, nueve años de espera –sumen el impedimento ferroviario– no hace más que ahondar en un aislamiento económico mayor y más fulminante de lo que ya se venía percibiendo y al que se le suma una acelerada digitalización –dilema comercial– que ya está asestando un golpe mortal a un débil sector servicios que venía enmascarando los datos en las estadísticas de crecimiento. Se aferran a un plan de «terrenos» mal llamado de fomento, pero la imagen que está empezando a dejar ver la capital, en sus calles, plazas, comercios y edificios, tras el paso del virus comienza a parecerse a la del paso de un verdadero huracán y eso que en Ávila el viento solo era frío y de norte.
Se ha querido ver, por el equipo de gobierno local, en el teletrabajo que originó la pandemia una oportunidad para atraer población a Ávila, pero de momento no ha pasado de una propuesta oportunista y propagandística. Se desconoce cómo se va a afrontar el regreso de los turistas –único baluarte económico–, pues un cartelón en Madrid y unos cientos de folletos o cuñas publicitarias no van a ser suficientes ante la dura competencia que se avecina y menos  si no quedan hoteles, ni  bares, ni restaurantes donde pueda disfrutar el visitante.
Se alegará en descargo de este mal año abulense que la pandemia impidió todo y pudiera ser así, sino se tuviera en cuenta una inconfundible idiosincrasia y una gestión insuficiente de unos dirigentes superados hasta en lo ordinario. Enfocada esa gestión en mirar siempre hacia atrás o hacia otros, reitero una cuestión que he escrito en otras ocasiones –el virus no estaba presente–, si Ávila tiene actualmente los dirigentes más apropiados y la política más oportuna para afrontar el año nuevo, año postcovid. Fin del año, por fin.