Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


La Educación, joya de La Corona, no debería ser arma arrojadiza

23/11/2020

Aquí el que suscribe ha tenido la inmensa suerte de haber conocido tres modelos de educación en diferentes etapas de la vida. Me formé en el Colegio Público ‘Vicente Aleixandre’ de Las Navas del Marqués, para más tarde pasar al Colegio Diocesano ‘Asunción de Nuestra Señora’, de Ávila, en mi primer contacto con un concertado, y estudiar mi carrera en una universidad privada, a la que luego siguieron otras universidades para completar mis estudios de doctorado y postgrado. Este ejercicio de libertad de mis padres, el que consagra el artículo 27 de la Constitución, es el que seguramente haya modelado mi formación y mi manera de enfrentarme a la vida, el mismo que hemos ejercido con mis hijos para optar por un modelo de educación como el que reciben en el Colegio ‘Divina Pastora’ de Toledo.   
«Difundir la ilustración, enseñar lo que se desconoce, favorecer la tolerancia y disponer el espíritu para aceptar las nuevas ideas»: con estos principios, nacía en Peñaranda de Bracamonte un periódico, dirigido por Bernardino Sánchez, llamado La Voz de Peñaranda. Estos valores son los que inspiraron a sus generaciones venideras, con un buen número de maestros dedicados a la noble tarea de enseñar. Debe ser por esta razón, por la que siempre he considerado la vocación docente algo familiar, porque el primero era mi tatarabuelo y, a partir de ahí, abuelos, padres y tíos, la mayoría de ellos se han dedicado profesionalmente a la enseñanza. En mi caso, ligeros pinitos como profesor asociado y en algunos master de postgrado, y nunca diré de esta agua no beberé.  
Como profesional de la Comunicación, también he podido trabajar en el Ministerio de Educación, en los tiempos en los que se gestaba el malogrado Pacto Social y Político por la Educación, con Íñigo Méndez de Vigo al frente del ministerio, y con mi amigo y querido secretario de Estado, Marcial Marín. A lo largo de este tiempo, no perdí en ningún momento la referencia del diálogo, de la participación de los sectores a quienes concernía cualquier cambio, y así lo viví, en primera persona, escuchando decenas de sesiones en el Senado, de todos cuantos pretendían aportar su granito de arena al pacto educativo. En todo momento nos guio la libertad de elección, el respeto y reconocimiento a la figura del docente, el principio del esfuerzo y la exigencia en el alumno, buscando su promoción cualificada. 
Yo así lo había vivido en mis años del Diocesano: seguro que son cientos los abulenses que recuerdan la Generación del 98 con el acrónimo NUBARROM, que nos enseñó Jacinto Herrero; o aprendimos sintaxis a base de “El Coronel no tiene quien le escriba”, de la mano de Alejandro Rodríguez; los vectores (con v tendente a f) de Tomás Sobrino; después de haber vivido los tiempos de Tito, de Consolación Barrios, Luis Corrales y Jesús Barrena, de Arsenia y Teresa (a quien mando un abrazo enorme), Rafa, Manuel, Satur, Desi, Rueda y tantos otros, profesores que sin duda marcaron una etapa de nuestras vidas. Y me he detenido en los del Diocesano, el colegio al que muchos abulenses de la provincia quisimos ir para evitar los viajes en autobús, porque no había otra opción para quienes tenían la posibilidad de internado, y mil casos más. 
Escuela concertada en ningún momento elitista, sino una oferta diocesana como apuesta por la formación integral, frente al prejuicio y tópico que intentan inculcar desde este Gobierno que arrasa libertades. Escuela necesaria y abierta, como también lo son otros modelos, como lo fue mi paso por la educación pública, a la que se entregaron mis padres y abuelos. 
Qué sería de cientos de familias abulenses sin los centros de Pronisa, de la Casa  grande de Martiherrero y tantos profesionales dedicados a la educación especial con vocación y corazón. 
Cierto que la educación hace ahora hincapié en aspectos que a nosotros se nos quedaron un poco atrás, como un bilingüismo fuerte, apostando por el castellano como una base sólida (así había sido hasta ahora),... lo que tenga que venir, ya veremos cómo será. 
Concluyo, no sin antes invocar la necesidad de un pacto educativo; de una formación en libertades, valores sólidos y soporte de unas generaciones que guiarán este país en unos años. La educación es la joya de La Corona, no un arma arrojadiza de unos y otros; es el pilar de una sociedad que debe abrirse el mejor de los caminos, apostando por una educación pública de calidad. A partir de ahí, que coexistan todos los modelos, sin abandonar nunca el sistema de conciertos, que si no hubiera existido, para supervivencia del Estado, habría que haber inventado.