Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


La voz quebrada

01/05/2021

Mientras algunos periódicos deportivos recuerdan que hace una década tuvo lugar la rueda de prensa más polémica del deporte español, con el portugués Jose Mourinho de maestro de ceremonias, otros han puesto de relieve que ya han pasado doce meses desde que se le quebró la voz a la consejera de Sanidad de Castilla y León, Verónica Casado, recordando a sanitarios fallecidos como consecuencia de esta maldita pandemia que ha puesto todo patas arriba. 
Hace tres años, cuando ni de lejos ella misma podía imaginar que sería quien lideraría la colosal respuesta frente al COVID-19, la WONCA, que en cristiano viene a ser la Organización Mundial de la Medicina Familiar, la reconoció como la mejor profesional del mundo, por la labor que desempeñaba en el Centro de Salud Parquesol de Valladolid desde hacía tres décadas. Pese a mi selectiva memoria, recuerdo con nitidez que en aquel momento una compañera periodista destacaba, en alguna red social, lo orgullosa que estaba del premio que “merecidamente” obtenía su doctora. Era, de hecho, la primera vez que una española se hacía con ese galardón. Ríos de tinta, colas de imágenes llenaron los medios de comunicación. Y un poco después, asumía la cartera de Sanidad en Castilla y León, en una muestra más de compromiso con su comunidad. En este caso, con mayúsculas.
Es evidente que nuestro sistema sociosanitario no es perfecto, porque probablemente eso no exista. También parece claro que se han cometido errores colosales como el de la eliminación in itinere de la vacunación de Astrazeneca hace apenas unos días. Nadie, creo, duda de que antes, durante y después de la pandemia, se han podido hacer algunas cosas mejor -la humanización real de la Sanidad es la gran asignatura pendiente-, pero ese servicio público, como el resto de cuantos aún perduran, lo prestan y reciben personas. Esto a veces se nos olvida. 
Sé que quien ha perdido a un familiar, a un amigo, o a quien en definitiva era un ser querido no aplaudirá lo que voy a decir. Lo entiendo. O aquel que no ha podido abrir su negocio hostelero por cuestiones sanitarias. Pero creo que es de justicia que alguna vez se plantee. No hará gracia al que ha tenido que viajar una hora larga para vacunarse y quedarse con las ganas de un picotazo. Lo sé. Pero quien decide se equivoca. E incluso acierta, aunque esto no lo queramos leer en las noticias. Por una vez, pongámonos en el pellejo de esa persona catalogada como política que necesidad, lo que se dice necesidad de estar con el nivel de exposición al que se ha visto abocada, no tiene, porque el desafío ha sido de órdago. Alguien reconocido, con prestigio y sobre todo con horas y horas de vuelo por su trabajo, a mi modesto entender, sí podría parecer un buen capitán de barco en este revoltísimo mar. A Verónica Casado la han criticado quienes afirman que deciden por ella, por el tono de sus intervenciones o porque su semblante se marchitaba por momentos ante las dimensiones de la ola (la que fuere). Lo que no se ha dicho es que se ha dejado la piel, que me temo que no ha apagado el teléfono durante días y noches y que ha tenido un desgaste que está a la vista. Sí se ha remarcado que no se arrepiente de nada. Ella vivía en una relativa zona de confort en su consulta y saltó al ruedo para, sin saberlo entonces, enfrentarse al peor de los astados. No conozco a Verónica Casado. Pero es de justicia recordar estas cuestiones, mucho más allá de rimbombantes titulares amarillistas como cuánto gana tal o cual dirigente, porque será de esa manera como perderemos timoneles que merezcan la pena. Seguiremos empeñados en convertir a los políticos en los malos de la película, pero llegará un momento en el que lo serán de verdad. Porque en este país el deporte nacional fue, es y será despotricar. En eso somos buenísimos. Y no es de recibo. No siempre. Ya me entienden.