Ricardo Guerra Sancho

Desde mi torre mudéjar

Ricardo Guerra Sancho


Obras y flecos de obra

02/12/2020

No deja de ser un comentario recurrente en la opinión bastante generalizada entre quienes de una forma o de otra sigue los pasos de las diversas obras que se van sucediendo en diferentes puntos de la ciudad. Muchas de las opiniones se repiten insistentemente de cada una de ellas, durante las mismas o al finalizar. Unas veces son de puro sentido estético en la resolución de cada obra concreta, otras son de las soluciones dadas puntualmente a la forma de resolver ciertos acabados, y otras veces son consecuencia de cómo queda el lugar y entorno de ellas una vez finalizadas, en demasiadas ocasiones sucio y casi impresentable.
Estos últimos días han incendiado las redes de comentarios y críticas la valla que se ha instalado en la acera que baja de la Avenida del Castillo al Puente de Medina, una acera muy conveniente y necesaria por lo transitada, porque el estado anterior obligaba a los numerosos viandantes a salir a la calzada de la antigua carretera de La Coruña, mucha gente que diariamente utiliza esa ruta para sus paseos. Se decidió con buen criterio realizar una acera que uniese los dos puntos citados. Pero al colocar una barandilla metálica, alta, muy vertical en su diseño y falta de estética, como manifiestan bastantes opiniones que ha levantado muchos comentarios negativos. Se podía haber optado por recrecer el pretil de piedra y cal, el que hay, que al recrecer la calzada ha quedado muy bajo, o una baranda de otro tipo, como el que existe en otras partes de la ciudad y en ese mismo entorno de la subida hacia San Miguel, de un diseño más elegante y de una estética totalmente asumida. Es increíble como una simple barandilla puede suscitar tantos comentarios… y alguno jocoso, que a todo se saca el chiste, dicen que son las vallas para los encierros, que las próximas fiestas los van a trasladas por aquí… ¡no, si no falta el ingenio!
Algo parecido ha ocurrido pocos días antes cuando se han dado por finalizadas las obras de pavimentación de la calle de la Alhóndiga, que ha coincidido con las últimas lluvias fuertes, las mismas que han puesto de manifiesto los defectos de las caídas de nivel, lo que ha ocasionado la aparición de grandes charcos que los desagües al no coincidid con los puntos más bajos, no lo han podido evitar, por eso de las leyes de la naturaleza, que el agua marca los niveles, no las líneas trazadas arbitrariamente, a sabre con qué criterios. Una obra nueva, buena y conveniente, que sin embargo nace viciada y de difícil solución si no es hacerla de nuevo. Para acentuar más esta situación anómala y las críticas, otra circunstancia viene a recalcar esas cosas que se hacen sin un mínimo de cariño y profesionalidad, esas aguas han arrastrado mucha arena que había sido echada sobre el nuevo pavimento de esos adoquines de hormigón, como ahora es costumbre, para rellenar las juntas, pero que su sobrante se debería retirar una vez realizada su labor. Eso solo propicia que la fuerte lluvia cambiara de sitio la arena y mucha de ella se ha eliminado por los desagües, a saber el daño que podrán hacer en las conducciones. Una costumbre que se repite con demasiada frecuencia esa de dejar acabada una obra sin recoger restos y dejar limpio el entorno.
Lo mismo ha pasado en zonas sensibles, por los materiales y por ser entorno monumental, como por ejemplo la Plaza de la Villa, mal empedrada desde el origen de las obras de restauración, con innumerables parches de cantos rodados, que cuando ha soportado obras, grúas, contenedores y vehículos pesados han dañado ese pavimento, y luego los arreglos malos realizados dejan mucho que desear… Acaso no hay un concepto que llamamos fianza para al finalizar toda obra con esa cantidad depositada se pueda arreglar esos daños sin que pase a cargar las arcas municipales, que luego no se hace o no muy bien. Como también debería haber unas condiciones con la concesión de la licencia para prevenir esos posibles daños. Naderías que un día tenía que contar…