Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Pico Reja

26/02/2023

No está en el imaginario ni tampoco en ningún anecdotario. Pico Reja invita al silencio, un silencio atronadoramente sobrecogedor y compungido. Es la huella y el testimonio que las guerras, la represión, la sinrazón, la amnesia de una sociedad fracturada por el sectarismo y la división acaba pasando su macabra factura. En Pico Reja, Sevilla, ha concluido estos días una de las mayores exhumaciones de restos humanos y víctimas de la barbarie.
Reivindicar el pasado es reivindicar la verdad frente a la atrocidad y el ocultamiento, frente al olvido y el silenciamiento. Y ha de hacerse desde el respeto a las víctimas, todas, con independencia de su credo político y confesión o no religiosa. Las ideologías mataron unido a la vesania del ser humano desbocado por la locura de las siglas y las balas. Nuestra guerra civil fue una guerra de fusilados, no de prisioneros. De represión, de sacas, de fusilamientos por doquier en la sumariedad de la arbitrariedad permitida y tolerada por unos y otros. A ambos lados, en esas tres Españas, heladas todas ellas de la misma inhumanidad. La guerra nos deshumaniza y desnuda arrancando lo peor y en ocasiones, lo bueno. Como la de aquellos que salvaron a muchos de una muerte cruel. 
Hijos y sobre todo nietos de los que fueron asesinados y fusilados y sus restos arrojados a una de las fosas más grandes en suelo europeo han cerrado una desazón de décadas y que les ha acompañado y corroído durante toda su vida. Sin saber si algún día podrán tener o no los restos identificados de padres y abuelos, son capaces sin embargo de mirar hoy hacia el pasado con una sensación de paz y tranquilidad, reparación y dignidad que no habían conocido. Solo la indiferencia y el olvido matan por segunda vez. Solo los mantos espesos de silencios impostados y forzados entierran definitivamente.
No, no hagamos política ni falso maniqueísmo de lo que simplemente nos debería avergonzar. Dejemos las lágrimas que sequen pero no el olvido. Matemos el odio y el rencor, la queja y el lamento. Hace mucho que nos hemos reconciliado. Menos trincheras, menos cainismo y visceralidad. La palabra y el diálogo lo pueden todo. Dignifiquemos a las víctimas. Silenciemos a los victimarios inmisericordes. Aprendamos del pasado. 
En Pico Reja se detuvo el tiempo. Hasta hoy, después de años de trabajo y la exhumación de al menos 1786 víctimas en las que se muestran las huellas del asesinato y la represión. Pero se han exhumados muchos miles más de restos. No escuchemos ni evoquemos al pronunciar esas dos palabras atisbos de odio o de señalamiento de culpabilidad. Pico Reja es ahora un símbolo de paz, de reconciliación, de verdad y de respeto. Ese es y ha de ser el mejor y único homenaje a quién violentamente perdieron y se les robaron sus vidas, el mejor regalo del ser humano, vivir.
Cuando hoy se cumple un año de la guerra invasión rusa en Ucrania, son miles y miles las víctimas. También los asesinados por el momento impune y salvajemente. Más de ocho décadas después el patrón de la sinrazón calculada y la atrocidad del miedo siguen presente en el ser humano. La diferencia es que existen documentos gráficos donde hemos visto decenas y decenas de cadáveres y fosas. La barbarie es el principal enemigo del ser humano y la medalla de los tiranos.