Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Hacer la pelota

21/05/2022

En el mundo hay dos tipos de personas: los que hacen la pelota y no se les nota casi nada, y los que, por mucho que lo intenten, caen gordos por hacer la rosca desde el minuto cero. Estos segundos ya levantan cierto tufillo de rechazo porque, como el halago debilita, y ellos no paran de recurrir al mismo, ya tienen al personal sobre aviso. Y exhausto. Es la sociedad hipócrita que hemos tejido. De manera que si te dicen que eres un crack, échate a temblar. Es igual que cuando Fernando Simón dijo que no había que preocuparse demasiado por el virus ese que nos ha reventado la vida en los dos últimos años largos. Estoy convencido que sin mala intención. Como tampoco la habrá tenido cuando acaba de señalar que la viruela del mono no tendrá especial impacto. Ojito con este asunto. Pero, hablando de eso del COVID-19, eso ya parece una etapa superada para muchos, aunque, verán: el bicho sigue campando por ahí. Si bien, como ya todos llevamos en el lomo la banderilla, parece que no tenemos temor alguno. Sin miedo a nada, que cantara con una enorme tristeza juvenil Alex Ubago hace veinte años por estos lares. No aprendemos. Así somos. 
Y razón de más si nos permiten ir sin tapabocas incluso dentro de espacios cerrados y masificados. Por algo será. Y hay quien empieza a decir en voz alta que tal vez aquella pantomima de la inmunidad del rebaño de la que tanto nos hablaron, pero que nadie encontró, resulta que a estas alturas ya se puede conseguir. La verdad es que utilizar pantomima en una frase que tenga algo que ver con el COVID-19 tiene poca gracia, así que ya voy pidiendo disculpas y retractándome ipso facto. Pero, vete tú a saber. 
La cuestión es que, por mucho paripé que se haga, hubo muchas víctimas que se quedaron por el camino, muchas familias que no pudieron despedir a los suyos, y muchos que tras haber pasado la enfermedad arrastran, tanto tiempo después, secuelas de diferentes tipos y de complejo diagnóstico. 
Por no olvidar que, en general, todos los que pasamos el trámite sanitario -mejor o peor, pero seguimos en el reino de los vivos- acumulamos un agotamiento mental importante. El que paró, paró en condiciones, pero el que siguió remando, sigue buscando la orilla aún. No estaría de más volver a tener un recuerdo a los que nos han dejado por el puñetero virus, porque ha seguido habiendo víctimas desde que, el pasado 15 de julio de 2021, se llevó a cabo un homenaje a los caídos, pero también a un colectivo sanitario que no nos merecemos (por su valor y capacidad de resolución, en general), y que dio el do de pecho en todo momento en una circunstancia sobrevenida e inesperada para todos. Recordemos aquellos primeros días de desconcierto, miedo -mucho miedo- y sufrimiento. El ser humano, por fortuna, se adapta a todo, va cribando recuerdos y suele quedarse con lo bueno, o al menos con lo menos malo, aunque esto en ocasiones pueda tener su vertiente peligrosa.
La sociedad, en general, ha cambiado. Y más de dos años después, sigo pensando que no precisamente para bien. Y ha cambiado porque mucho de lo que hoy vemos como algo meridianamente lejano, que fue el inicio de la pandemia que no vimos venir, lo hemos interiorizado sin ruborizarnos, como algunas mejoras que sí ha reportado el cambio de hábitos que ha provocado todo esto. La mayoría de nosotros hoy somos más caseros que hace dos años, y tampoco es que nos importe. A las Netflix y demás mandangas las vino San Pedro a ver… Pero si nos tiran la caña para ir a tomar una ídem, pues tampoco decimos que no, ¿verdad? Lo mejor de la pandemia es que hemos fijado unas prioridades y ya puede llover, nevar o hacer el calor que tenemos hoy por aquí, que nos da menos reparo hacer lo que realmente queremos hacer, guste o no guste al fondo sur. Como debería haber sido siempre. Sin medias tintas ni peloteos varios. Sin embargo esa simplificación de ciertos procesos, el todo vale que ha tenido lugar en algunos momentos por ejemplo en determinados ámbitos profesionales, pero también domésticos de la vida, no ha supuesto un avance en nuestro día a día. Todo lo contrario. 
Ha habido sensibilidad por una parte importante de la sociedad, pero este virus también ha sacado a la bestia que algunos llevaban dentro. Tal vez, pasado el mal trago, vaya siendo hora de que vayan pensando en domarla. Ya me entienden.