Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Lecciones más allá del fútbol

12/03/2022

El fútbol son emociones. Así iba a empezar el artículo de hoy. Pero, es cierto aquello de que el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importante. Nada más. Quiero hablarles de mi amigo Vitaliy Sahlyan, un tipo único, al que el destino colocaba hace un tiempo en mi vida por cuestiones laborales, y que merece que le dedique esta columna y alguna que otra más. Vitaliy, como tanta gente, un día dejó su hogar para labrarse un futuro mejor. Nació y creció en la antigua Unión Soviética, en Chernivtsi, muy cerca de la frontera sur de Ucrania con Rumanía. Pero, a los 19 años, salió de allí para trabajar en Berlín, rompiendo tabiques, y posteriormente aterrizar en Portugal, donde guiaba camiones. Hace casi 20 años llegó a Juarros de Voltoya, en Segovia, donde siguió desempeñando el oficio que le daba de comer en el país vecino, como transportista. «Aquello no era lo mío», reconoce, con una sonrisa cómplice, cada vez que sale ese tema en la conversación. 
Vitaliy estudió Historia, y tiene una cabeza privilegiada. Hace unos días, leía en internet una acertada reflexión, aunque no suya: «Qué de ucranianos hablan bien el castellano, mientras hay quien lo quiere retirar de los currículos escolares de su propio país». Yo añadiría que muchos de esos que buscan desterrarlo están haciendo el ridículo, por un paletismo ideológico evidente, dado que el castellano es un idioma con un brillante futuro. Y si no, al tiempo. Vitaliy, que me disperso, está en el pelotón de habitantes del norte de Europa que sí han sabido entender esto, y maneja nuestro idioma con gran destreza.
Tras muchas aventuras –y aprendizajes– Vitaliy se dio cuenta de que, con su experiencia y conocimientos de mecánica, podía alcanzar, con las cajas de cambio de los camiones, un futuro menos movido. Dicho y hecho. Se especializa en este ámbito y, gracias a internet, se adentra en las transmisiones y se convierte en uno de los mayores expertos de Europa en ese particular tipo de engranajes. Pero no escribo, aquí, de Vitaliy por su potencial laboral. Está aquí porque es un tipo con un corazón casi tan grande como es él. Y no es un tipo pequeño…
Su país de origen está en una situación límite que, por otra parte, tiene derivas claras en el resto de Europa. Porque lo que pasa en el patio trasero del continente tiene reflejo en todas y cada una de sus ventanas. 
El alma de emprendedor que tiene no descansa y hace unos días facilitaba su camión para llevar la ingente cantidad de material que se está recopilando en tierras castellano y leonesas desde que estalló la guerra para llevarlas a la ciudad de Leópolis, en la frontera con Polonia. Víveres y abrigo se acumulan en decenas de naves y la solidaridad de nuestra tierra vuelve a ponerse de manifiesto. Como siempre. 
Vitaliy está preocupado. No comprende. Me comenta que las administraciones, e incluso ciertas oenegés, están a otra cosa: no les están apoyando. De hecho, les han dado la espalda al detallar sus intenciones, que no pueden ser más simples: queremos ayudar. Por lo pronto, él ya ha cedido un trailer, lo que le ha supuesto un desembolso importante. Me gusta la gente trabajadora y de palabra, como él. Quien se compromete. Es mucho más trascendente para un mundo de emociones que esos altos directivos encorbatados que dan la espalda a las personas cuando más falta les hace. Vitaliy es el ejemplo que yo quiero trasladar a las futuras generaciones: si quieres, puedes. Buscas la manera. Siempre hay alguna solución.
Sé que mi amigo ucraniano no desfallecerá en su empeño por respaldar a los suyos. Como ayuda en su entorno, que desde hace años es España. Lo que me preocupa es que, en un contexto como el que acontece en estos días, la incertidumbre pese más que la importancia de ayudar a seres humanos afectados de forma directa por una contienda bélica que nadie esperábamos y ya está cambiando nuestro día a día. 
Hay que ser consecuentes con nuestros actos y pensar que aquel proverbio que dice «Hoy por ti, mañana por mí», existe por algo. Porque existe por algo. Ya me entienden.