Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


Desmontando a Sánchez (y IV)

19/05/2023

Y en la suma de disparates auspiciados por nuestro indiscutible presidente, destaca el descontrol que tiene sobre parte de su ejecutivo, al permitir que la ministra Ione Belarra -una insigne gestora- dijera, también sin inmutarse como su jefe,  que «hoy toca recordar que el fascismo, el machismo y el odio no son opiniones que puedan tener cabida en una democracia» (19-4-21) y que su grupo político –Podemos–, en lugar de afrontar los problemas diarios de los españoles –esa «gente» a la que han venido a salvar–, pueda obligar a las escuelas oficiales de idiomas que enseñen también catalán, vascuence y gallego «por causas de enriquecimiento cultural y sensibilidad hacia otros territorios».
Llegados a este punto, y dejándonos muchos temas en la hemeroteca, podemos decir que Sánchez, el evangelista fracasado que ni se inmuta ante la humanidad social, está en el principio y el fin de las calamidades que se han propagado por todo el territorio español sin que se atisbara una luz que iluminara su camino: ya sabemos los españoles que es un incomprendido.
Ha sido capaz de entregar el Estado –un bien de todos los españoles– por mantenerse en el sillón de La Moncloa y ha sido y es el único presidente español que ha considerado que la política y el Estado son su patrimonio; de ahí que en cinco años sólo haya convocado un debate sobre el Estado de la Nación, haya legitimado la violencia política, instaurado la cultura de la cancelación, aplaudido el movimiento woke y, sin limitaciones, haya provocado la degradación de la Administración, de las instituciones públicas, judiciales, penales y sociales, además de pretender silenciar a la oposición porque, según sus palabras, genera mucha desinformación y hay que combatirla. ¿Qué mejores muestras de cómo proyecta su tiranía autoritaria que cómo ha dejado por el camino numerosos personajes de su propio partido?
El proceso de borrado de lo que ha significado España y lo que fue hasta hace apenas veinte años, se inició claramente en 2004, cuando José Luis Rodríguez Zapatero accedió al poder tras unos atentados terroristas inimaginables para todos los españoles. Sánchez vino a certificar que una pandemia es válida para que desaparezcan miles de personas, que los mayores son prescindibles, y que una guerra le ayuda para tapar todas sus vilezas; especialmente, sintiendo la muerte de un etarra criminal y olvidándose de todas las víctimas. Los errores de gestión de cinco años no se tapan diciendo que «la derecha ha tomado el camino que le marca la ultraderecha» porque quien realmente ha asumido las directrices marcadas por la extrema izquierda, nacionalistas y radicales filoetarras es el propio Sánchez.
La guinda del pastel político del presidente es la creación de un «Comité de la Verdad» que estará en manos de un «Foro contra las campañas de desinformación» que queda adscrito al Departamento de Seguridad Nacional de La Moncloa en junio de 2022. La rimbombancia del nombre y espacio de control pretende decir que, a partir de la fecha y escudándose en la guerra de Ucrania, se busca combatir los bulos y la desinformación en un país democrático como España; o lo que es lo mismo, como ya entramos en la esfera preelectoral, tienen que controlar los medios y todo lo que generan.
Control, control, esa es una de las grandes obsesiones de Sánchez y sus mariachis. De nada sirve que su exministra de asuntos exteriores Arancha González Laya dijera en su momento: «Aquí no se trata de limitar la libertad de expresión, pero sí se trata de limitar el que se puedan vehicular falsedades a través de los medios de comunicación que falsean el debate público, que manipulan a nuestra población y que pueden causar un gran quebranto a nuestra democracia». Vigilar a los medios –y si pudieran, cerrarlos, como le gustaba siempre decir a Pablo Iglesias– es una debilidad especial de la izquierda, sobre todo de los comunistas. Por eso, desde el primer día de gobierno decidió comprar mediante subvenciones a todos los medios proclives a sus intereses. Y así está el mundo de la información española.
La memoria que no tiene Sánchez, la verdadera memoria democrática, la debemos tener todos los españoles de bien y defenderla siempre a la hora de decidir el futuro de España.