Pablo Garcinuño García

Vísperas de nada

Pablo Garcinuño García


Nosotros somos los gigantes

02/07/2023

Tienes muy buena disposición, pero estás seco. Te han dado recado de escribir y tú como fumando, confuso a veces. El tiempo está después, dice Fernando. Lo que ocurre es que no te has enterado de que el después ha llegado y te ha pillado en el ahora mismo. ¿Cómo vas a salir del paso? Hombre, no sé qué decirle. Tan repentino todo. Déjeme al menos que me lave la cara un poco. Un café y escribo algo. Se lo prometo, caballero. Un café y todo solucionado.
Vas a tener que esforzarte mucho para hacer una columna decente así, a matacaballo. Contar, no sé, lo de M., que lleva unas noches diciéndote algo extraño cuando se va a la cama. Papi, ¿a que nunca miramos donde pisamos? Y cuando le preguntas que a qué se refiere te suelta que nosotros somos los gigantes. Alturas siniestras, pero cotidianas. Elefantismo, reconstrucción de la identidad, boca ligeramente abierta. Somos como un pívot del Baskonia en su cabeza.
Allí, en su cabeza, que se ha convertido en tu mundo, el tiempo se dilata y se concentra igual que las persona. Las hay que están muy pequeñas y cinco minutos después se vuelven titanes. Con los espacios ocurre lo mismo. No es aconsejable entrar totalmente a oscuras en la que se supone que es tu casa porque un día el baño está al final del pasillo a la derecha y otro a la izquierda. Es un suponer, no sé si me entiendes, tampoco hay que tomarlo al pie de la letra.
Sospechas que fuera ocurre lo mismo, que no es cosa solo de la cocorota de M. Que todos nacemos vivos y gigantes, pero que hay momentos en la vida, instantes por ejemplo de esta misma mañana, que nos hacemos pequeños. Duendes enterrados bajo tierra esperando que alguien riegue el patio para no morir deshidratados. Qué cosas tiene esta puñetera vida, ¿no? A ratos montaña y a ratos igual que bulbos. Para morirse de risa.
Mejor será que no intentes comprenderlo. Es muy complicado esto de analizar por qué la humanidad se ensancha y se achica a cada instante. Si tuvieras que decir algo delante de un tribunal, que es donde no hay que dudar, recuerda, donde hay que soltar respuestas seguras y rápidas, dirías que las causas vienen de dentro y de fuera. Que cada uno es cada uno y guarda costelaciones y agujeros negros detrás de los ojos. Pero que por ahí, por esa misma zona, también hay dos orejas por la que entran cosas, ¿entiendes? No, en absoluto.
Tienes que vernos a nosotros, ¿qué nosotros?, los seres humanos, por dios. Así, en general. Tienes que imaginar a los seres humanos, a todos, como globos. Lo que pasa es que en lugar de aire tenemos las palabras que nos dicen los demás. Y algunas hinchan y vuelas, y otras son como tuercas mariposa y pernos de anclaje, pesados trozos de ferretería que ni siquiera te dejan andar porque arman un ruido de mil demonios.
Tú quieres que M. y A. sean rascacielos. Pero ella tiene razón en lo de pisar. Tú has pensado mucho sobre este asunto y al final has llegado a la conclusión de que lo difícil es ser gigante y, a la vez, mirar por donde pisas. Pues bueno eres tú concluyendo. Poquitos te ganan en eso. Ser grande y admirar lo pequeño. Eso es lo que quieres para A. y M. Dos monstruos enormes que cambien la superficie del sol con un soplido y al mismo tiempo caminen suave por entre las semillas del cilantro.

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