La política es percepción. Un todo o nada. Así podría concretarse o más bien sintetizarse el domingo 23 de julio para Núñez Feijóo y Pedro Sánchez. Todo se ha precipitado en una innecesaria lógica política y partidista. Al lado de Feijóo un partido de nuevo cohesionado tras la travesía y emocional y sentimentalmente supermovilizado. En frente un partido desmoralizado, con percepciones contradictorias más con sensación de haber sido reducido a la mínima expresión y pulso en los últimos años. Tal vez herido. Y cuidado con quienes se pueden sentir heridos.
Arrancan 50 días tan frenéticos como extenuantes. Donde escucharemos y oiremos de todo. Donde se esconderán cartas y fintas. Amagos y el desdecirse continuamente. Cada paso puede ser también en falso. Y eso lo saben. Sobre todo quienes aspiran. El camino tiene o puede tener trampas. Y falsas acusaciones. Hay maestros en estas lides y más en un país que sufre de atonía y galbana intelectual.
Feijóo y los populares lo tienen todo por ganar. Pero, ¿hasta donde arriesgarán? Sánchez, tras cinco años en Moncloa ya lo ha conseguido todo. Más de lo que podía ser aquel fatídico domingo de 2 de octubre de 2016. A buena fe que laminó a todos sus adversarios. Dentro y fuera. También a sus ministros de Podemos que no son capaces de salir de la incredulidad y la falta de cohesión y lealtad en una coalición qie nunca ha sido en verdad tal.
Ni nada está ganado ni todo está perdido. La política es así. Caprichosa y a la vez cíclica, en ocasiones errática.
El partido popular tiene una baza, a saber, su especial movilización y aspirar a la centralidad y credibilidad que ahora mismo arroja y aporta Núñez Feijóo. Es ahí donde se ganan las elecciones. Cuidado con polarizar. La campaña adquirirá decibelios altisonantes y mucho embarramiento innecesario de acusaciones y juego sucio. Flaco favor a la democracia empero.
Dejà vu. Mayoría suficiente. Gobernar sin ataduras. También sin lazos. Aquí se equivocó Sánchez. Más Rivera. También iglesias. Y los epígonos pseudoindependentistas.
Todo o nada. España espera y la sociedad civil, una buena parte, harta. Hartazgo a veces superficial. Otras no. Demasiada vehemencia y frivolidad.
Nadie se esperaba el adelanto. Más allá de movimientos internos en un partido desangrado. Se abre una vía para el debate y la confrontación pero también para que los españoles viertan su inapelable veredicto. Soplan vientos de cambio mas también de resistencia numantina. Los números no son arbitrarios pero a veces suman. Y eso lo sabe bien el ciudadano y lo trasladará a las urnas.