Nos engaña miserablemente el Gobierno cuando dice que el IPC, que los allegados llaman inflación, ha subido así como un uno por ciento, más o menos, en el último mes, el último trimestre o en algún otro periodo acotado por la estadística, porque todos los españoles sabemos, por la experiencia diaria, que la realidad es que los precios no han subido ese poquito que se hace oficial, sino que en realidad no dejan de bajar, y mucho, de mes en mes, de año en año.
Yo, sin ir mas lejos –alguien dijo con no poco tino que a partir de cierta edad el único viaje recomendable es aquel del que si hay cualquier problema puedes volver andando–, he visto esa mentira en muchas ocasiones, y me siento en la obligación de compartirla y defenderla, pase lo que pase.
El otro día, también sin ir más lejos porque ya puestos no voy a contradecirme, acudí al supermercado, llené el carro hasta por encima del ras –quizás infringiendo de esa manera las elementales normas de seguridad– con patatas, harina y arroz pero también con langosta, aceite de oliva virgen extra, jamón ibérico 100% y otras delicatessen varias, porque yo lo valgo, y resulta que cuando pasé por caja me salió no a pagar sino a devolver. Discutí por esa desvergüenza, pero no conseguí que me cobrasen nada, y me fui para casa con más dinero, mucho más, del que había salido.
Con todo lo que me van pagando cada vez que voy a comprar he adquirido un coche eléctrico y otro a pedales, una cortina de humo, un reloj de patata, un bombín y un bombón, un chiste malo y uno bueno, un atolón de secano y un desierto de regadío, un libro de autodesamparo, un manual de autoagresión por mala exrrecomendación, un tontín telefónico, dos pisos, unas uvas pasas y un poco más de aceite de oliva virgen extra… y me ha vuelto a salir a devolver.
Vamos, que no se qué hacer con el dinero ni con la mentira de que los precios están subiendo. Que alguien tenga la valentía de decir la verdad, que no es otra que la de que el IPC está en caída libre, porque esta bajada de precios tan continuada en el tiempo ya no hay quien la aguante.