Pilar Iglesias

Pilar y sus cosas

Pilar Iglesias


Abril. Vallespín. Y un sofá

15/04/2024

Parece que el sol ha venido para instalarse unos días con nosotros. Aunque hizo mejor antes que hoy ¿Te parece que nos cojamos de la mano tiernamente, como amigos que somos, y caminemos mientras charlamos de la nada y de todo? 

Lunes. 15 de abril. Cada vez que digo fecha de abril me da por cantar, con el número que sea, aquella de Celtas Cortos que gritábamos en los bares de Vallespín. Ahora convertida en una calle de silencio y algún que otro restaurante oculto al visitante. Pocas veces son las que vengo por aquí, por cosas que pasaron en mi pasado más reciente. Pero el par de veces, junto con la de hoy que hacen un trío, cuento mis batallitas como si con 80 años me viera ya.

Poco salgo. Sabes que no me gusta la noche. Nunca me gustó. No es cuestión de edad o achaques o responsabilidades. No entendí nunca la idiosincrasia de la nocturnidad y el disfraz, tanto físico como mental, al que me tenía que someter. Tanto que incluso me inventaba un alter ego, Sofía, para así dejar de ser completamente yo, si eso puede llegar a ocurrir. Poco o nada salgo, pero en mis periplos a mis lugares favoritos, me pregunto qué hacen hoy los chicos y chicas cuando quieren salir de fiesta. Así les he planteado la pregunta a algunos y la respuesta es "nada". Los veo dar vueltas por el grande, comer chatarra del BK, o por el centro comercial (que se nos ha quedado la mar de pequeño) y vuelta a comer chatarra en el MD. 

Miro a mi BB y me pregunto qué le tocará en su desvelamiento como persona. Sé que lo mismo pensaban de nuestra generación los anteriores, con sus guateques y sus fiestas de peñas. Y sé que yo me lo pasé genial en esas noches que salía, empezando en el Chico y acabando en el Calambre, admirando el graffiti que ha sido borrado de la pared, pero no de mi memoria, de Bob Marley. Y deseando no haber bajado esa endemoniada cuesta porque ahora tenía que subirla. 

Zuluk, donde discutí sobre el aborto de la gallina. La luna, donde una chica me besó. El 47, siempre oscuro. Un localito que en verano servía raciones y perritos calientes a cualquier hora. Arbore, demasiado para mí (aunque ahora ya no recuerdo si se llamaba de otra forma). Ático, donde solía estar, porque era más amable con los oídos y la vista (por aquello de tener luces encendidas). Calambre, donde entraba con mi chaquetón blanco y mi sombrero elegante y nadie me miraba, el lugar de la libertad. Y el último, al que, incluso a día de hoy, aún no he llegado a entrar. 

Y acabábamos alguna vez en la ladera del río, rehabilitada, mirando las estrellas. Y pensando cómo volver a la cima. Ávila, ciudad fortaleza. 

Si te parece, podemos avanzar, cruzar el puente Adaja, y sentarnos en un sofá pequeño con un buen café para mirar nuestra ciudad desde un nuevo punto de vista.

Porque, aunque cuento con algunos años ya, en cada paseo descubro nuevos rincones que hacen que mi pasado se acomode, mi presente sea confortable y mi futuro deseable. 

 

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