José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


El rodaje

30/06/2023

El actor persigue el Arca por polvorientos caminos egipcios, robada por nazis en un camión militar. Primero a caballo, saltando luego a la cabina, recibe disparos, puñetazos, es arrastrado por el suelo enganchado con su látigo a los bajos del vehículo, sin perder nunca su inconfundible sombrero. Por supuesto, consigue deshacerse de los malos, se hace con el Arca y acaba escondiendo el camión tras un simulado puesto de fruta. Una de las mejores escenas de acción, cine de los de antes sin ordenador ni superhéroes. Luego, la calma: el dolorido protagonista y su antigua novia —maravillosa Karen Allen—, rencontrada y rescatada al principio de la película, viajan con el botín en un barco carguero. Mientras le cura las heridas, y mirándole al espejo, ella dice: «No eres el hombre que conocí hace diez años». La respuesta es parte de la historia del séptimo arte: «No son los años, cariño, es el rodaje».
Mientras escribo esta columna tengo claro con quién estaré la noche del día de su publicación. Como son ustedes grandes cinéfilos, estimados tres lectores, ya lo sabrán. Han Solo en el Halcón Milenario, el blade runner Rick Deckard, John Book, policía entre los amish y, sobre todo, el profesor Henry Walton Jones Junior, conocido por propios y extraños como Indiana Jones. Un viejo amigo al que conozco desde hace muchísimos años. Yo tenía catorce cuando él buscaba el Arca de la Alianza; cómo no, en nuestro añorado Tomás Luis de Victoria. El templo al que acudíamos a postrarnos, absortos, ante las propuestas de dos genios llamados Lucas y Spielberg. Además de obras impecables en lo técnico y visual, nos ofrecían aventuras, retomaban el cine de acción que siempre ha llenado salas, que nos hacía contener la respiración y salir con los ojos brillantes, tarareando las que no sabíamos que serían eternas melodías de John Williams.
Si añadimos a Harrison Ford en el personaje, todo encaja. Solidez y estabilidad que, con un rictus de la boca, se convierten de pronto en ironía, osadía y controlada locura. Humano y vulnerable, pero sin reto difícil ni pelea pequeña. Con sentido del humor y capaz de debates académicos, un tarambana en lo amoroso al que siempre retornan pasadas conquistas. Un carpintero actor que ha rodado innumerables kilómetros vitales y, aun así, sigue siendo el mismo chiquillo de ochenta años que apela a esos otros que en nosotros siguen viviendo. No es el mismo de hace diez años, ni de hace cuarenta y cuatro cuando le veía disparar su pistola láser junto a Luke y Leia. Yo tampoco lo soy, todo fluye, todo avanza. El rodaje, a veces en zepelín, a veces arrastrado en camioneta, nos deja dolores, magulladuras y a un desconocido saludando al miramos al espejo. Pero siempre nos quedará un látigo por restallar, un sombrero que calarnos con gesto entre cansado y retador, una mano buscando el revolver frente al malo que agita su cimitarra, una chica a la que besar, un tesoro que perseguir, solo para darnos cuenta al hallarlo de que el auténtico grial es su búsqueda. Porque la vida es la primera y mayor película, la aventura que protagonizamos, aunque a veces hagamos un descanso en ella para recrearnos en las de Indiana. Porque no son los años. Feliz rodaje.