Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


Si se quiere, se puede

06/05/2023

Desgraciadamente casi todos los días llegan noticias espeluznantes, que no acabamos de comprender ni asimilar y parten el corazón de cualquier persona, más cuando esos sucesos son protagonizados por jóvenes. En esta semana que acaba hoy sábado hemos visto en la televisión y redes sociales, escuchado en la radio o leído en la prensa tres terribles episodios que nos han dejado los pelos de punta.
El primero en nuestro país, concretamente en la localidad asturiana de Gijón. Allí una joven de 20 años, llamada Claudia, se suicidó tirándose al mar tras ser víctima de continuo «bullying» –acoso– por parte de excompañeros de su colegio, lo que la obligó a permanecer varios meses encerrada en cama y tomar la decisión de quitarse la vida, no sin antes dejar escrita a mano ésta muy dura carta dirigida a sus hostigadores: «Queridos acosadores. Sabéis quienes sois. Soy yo, Claudia, 'Ratatui'. Espero que todos y cada uno de vosotros sepáis el daño que vuestras acciones han hecho. Habéis cogido a una niña de alta autoestima y de altas capacidades y la habéis machacado hasta el punto de llevarla al suicidio. Me da igual que seáis hijos de famosos, que hagáis más de 10.000 seguidores en redes sociales. Dais asco. Que sepáis que habéis herido a muchas personas y ahora espero que carguéis con una muerte en vuestra conciencia, Por favor, parad el acoso, dejad a las personas ser quienes son #StopBullying. Hasta siempre, Claudia».
Las otras dos tragedias han sucedido en Serbia. El miércoles, en una escuela del centro de Belgrado, uno de sus alumnos, de 13 años, entró en el centro pistola en mano y mató al guarda de seguridad antes de dirigirse a su clase donde tiroteó a diestro y siniestro asesinando a ocho alumnos y dejando heridos de gravedad a otros seis compañeros y a una maestra. Fue detenido en el patio del colegio por la policía. Ayer otro jóven de 21 años protagonizó un nuevo tiroteo asesinando a 8 personas y dejando otras catorce heridas, de ellas siete en estado crítico. El autor también fue detenido. 
Tres sucesos que se suman a otros muchos, también graves, aunque no con estos resultados mortales en los que, por motivos que pocos llegamos a entender, sus autores son adolescentes –también menores– quienes, quizás, no encuentran otra mejor manera de «divertirse» que no sea haciendo daño a otras personas de su misma edad o parecida.
Estamos cansados ya de que se repitan estas malas acciones cuyo objetivo es intimidar, someter, amedrentar y consumir, emocional e intelectualmente, a la víctima, con vistas a poder lograr algún resultado favorable para los acosadores o satisfacer una necesidad despótica de dominar y destruir a los demás. El acosador escolar busca con sus hechos obtener el reconocimiento y la atención de los demás, de los que carece. Nunca lo hace solo, suele estar rodeado de una banda o grupo de «amigos», que se suman de forma unánime al hostigamiento contra la víctima. 
Si malo es el acoso escolar, peores son el acoso, las agresiones sexuales y las violaciones múltiples, que, desafortunadamente están creciendo en España protagonizadas por hombres muy jóvenes, con ideas sobre el sexo construidas como arma de poder y relacionadas, en buena parte, con el fin de fiesta. Agresiones que se toman como «diversión» en las que no buscan tener sexo, sino sexo no consentido. Mejor si lo realizan en grupo, se grabe con el móvil de alguno para subirlo luego a las redes y demostrar no lo «machos» sino los gilipollas que son y que, en algunas ocasiones, ha servido para detener a los autores de tan aberrantes sucesos.
Son varias las circunstancias que hacen posible esta violencia juvenil entre las que destacan un poco apropiado ambiente familiar, en el que los jóvenes puedan vivir situaciones violentas. Carencias afectivas en el entorno del joven, que pueden llevarle a ser violento. El ambiente social donde crezcan esos chicos. Los hábitos no saludables, como el consumo de alcohol y drogas. La presión social al encontrarse en un círculo de amigos donde la violencia sea la nota dominante. Las redes sociales a las que tanto están «enganchados» y donde tienen enorme facilidad de ver videos violentos, que les animan a hacer lo mismo. No poder controlar los impulsos o no poseer conciencia son motivos que, igualmente, pueden hacer que un adolescente lleve a cabo acciones violentas.
Hay mecanismos en la sociedad para eliminar esta lacra. Comenzando por la familia, continuando por los centros escolares y unas buenas políticas públicas, con recursos humanos y financieros. Seguro evitaríamos más víctimas.
Si se quiere, se puede.