Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


Desmontando a Sánchez (I)

21/04/2023

La verdad es que no hacen falta muchos argumentos para desmontar el discurso de nuestro presidente; y no sólo a quien esto firma, sino a muchos españoles. Cualquier ciudadano con sentido común se da cuenta del vacío que impera en las epístolas que lanza desde el púlpito preparado allá por donde va.
El fraude se articula en cada palabra confiriendo un evangelio que sólo los más allegados son capaces de asumir ciegamente.
Gran parte de las medidas que ha adoptado el presidente Sánchez de cara a levantar el ánimo de la juventud española, los mayores, la gente del cine, los sindicatos y otros grupos y gremios sociales contrastan con la realidad demográfica de España -todo un síntoma de la negligencia gestora de un Gobierno-: el cierre de autónomos y pequeñas empresas, la desindustrialización y, sobre todo, con el aumento indiscriminado del déficit sin que una mente preclara –¡qué bajo ha caído Calviño!– se enfrente al líder para señalarle que ese no es el camino adecuado ante tanto despilfarro. Es fraude social que deslegitima la gestión del ejecutivo
No hace mucho tiempo, en febrero, en una tierra olvidada por el socialismo histórico, el presidente señaló en una de sus homilías que necesitaba una década para reconstruir el «destrozo» causado por la derecha. Lo que nos quiere decir o recordar que España va a necesitar tres décadas para levantar el caos y el fiasco económico que nos ha dejado Rodríguez Zapatero y nos dejará su propia gestión.
El debate se incrementó a raíz de una expresión hecha por el presidente del Partido Popular cuando le indicó en el Senado que dejara «de meterse en la vida de los demás», porque su paso a la Historia –la imagen que se recordará para siempre es la de Sánchez, con Podemos, Izquierda Unida, ERC y Bildu; imborrable de la memoria colectiva española- quedará marcado por una serie de leyes que han llegado, con su autorización y apoyo, para destrozar la vida social española.
Para Sánchez, además de enfrentar a los españoles, abrir de nuevo trincheras, lo importante es marcar territorios y definir quiénes son los buenos y los malos, entendiendo que su ejecutivo –y la tropa que le ampara– es el que está en el lado bueno de la realidad, la única posible; los demás, sólo el centro-derecha, están siempre destruyendo y bloqueando su acción política redentora.
Su discurso de odio es de gran magnitud, señalando siempre al ajeno, destrozando todo lo que pasa por sus manos; empezando por la destrucción de su propio partido, lapidando en silencio a quien se sale del camino o no responde a su mandato y exigiendo respuestas al minuto a sus asesores mil.
Es el discurso de siempre. Cierto día en Granada criticó el «negacionismo político» del Partido Popular y lamentó que la derecha «pretenda construir» una España «a su imagen y semejanza» que, a su juicio, será de «resignación, tristeza y quiebra de su proyecto político» (15-1-22). En la misma fecha y con motivo de las elecciones en Castilla y León Ione Belarra declaró que «con un Partido Popular fuera de la legalidad» y «con varios casos de corrupción», la Comunidad «se juega en las próximas elecciones autonómicas su calidad democrática». Increíble, pero cierto. Así gobierna la coalición de izquierda España. Es una obscenidad la actuación de estos políticos que sólo tienen como objetivo la destrucción de España; y no se trata de alarmar, son evidencias y realidades.
Mientras esto es lo que ha hecho desde el primer día en que ocupó «su» palacio presidencial, la clase media española, la que vivía tranquila, sin sobresaltos, que se sentía partícipe de un Estado del Bienestar que facilitaba la convivencia y el desarrollo personal, el progreso familiar en el que padres, hijos y nietos podían crecer sin excesivos problemas y vivía en un ambiente de prosperidad que generaba sonrisas y esperanzas, ha pasado a recluirse en un corto espacio vital comprobando como su futuro se va por el terraplén, perdiendo poder adquisitivo diariamente.
Sánchez y sus gestores han erosionado la vida social española de tal manera que serán necesarios otros diez años para recuperar la ligera tranquilidad habida antes de su aparición.