Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Con «V» de vivir

21/10/2023

No. Esta vez no te voy a sorprender con el tema, ni pensarás en un conflicto que ni siquiera encuentres en el mapa. No. Esta vez no hablo de novedades ni de crisis que emergen ahora, sino que son una extensión de miles de conflictos no resueltos. No, esta vez no leeremos sobre la ansiada lluvia en Avila, ni catástrofes naturales. Pero es cierto, que podría decirse que reflexionamos sobre volcanes que explotan y sale a la luz todo lo enterrado, escondido: lava de odio y de rencor. Erupciones de todo lo que no resolvimos y es, ahora, un punto de no-retorno.
Y aquí estamos, con un cráter activo que no es nuevo. Con una batalla no resuelta. Un incendio que no se ha apagado, del que brotan chispas y ahora se ahoga en sus propias llamas. La violencia nunca llega en buen momento, pero ciertamente recrudece el panorama internacional que nos tiene en el hilo del equilibrista, ponderando los pesos para no caer del lado equivocado. Para preservar el camino de la paz, la justicia y la equidad.
Me vienen a la mente palabras como convivencia, conciliación, mediación… supongo que eso también quedó enterrado, oculto bajo una alfombra de colores, que no hizo más que esconder los problemas no resueltos de este siglo. ¿Dónde quedó la humanidad? ¿Cuándo nos hicimos máquinas de seres humanos? ¿Cómo no pudimos aprender nada de la historia? ¿Qué nos hace ser tan miserables para que la guerra nos sea indiferente? ¿Quién le dirá a esa madre que su hijo perdió la vida al ir al colegio? Encontrar sentido a la insensatez en el siglo XXI duele más de lo que hubiera podido imaginar.
Otra gran crisis humanitaria que se hace viral en redes sociales. Que la tragamos minuto a minuto sin tiempo para pensar o discernir. Que nos deja horrorizados. El simple hecho de matar ya nos condena como asesinos, seas de dónde seas, lo hagas en el nombre de quién lo hagas. La tragedia humana no sabe de nacionalidad, fronteras, ideas políticas o justificaciones. Solo entiende lo que significa el dolor ante la pérdida, ante un futuro incierto, dejando tras de sí el odio, la pena y la devastación.
Nada justifica los horrores de las últimas semanas.  No se puede justificar que la población civil vuelva a ser el foco de atención y se pueda atacar a mujeres, niños, personas de avanzada edad, heridos y enfermos sin ningún tipo de consideración. Desaparecidos, muertos en vida y asesinados en las cunetas. Una vez más, la misma sensación de que podemos tropezar más de mil veces con la misma piedra en el mismo camino recorrido cada día.
El derecho internacional humanitario existe para mantener la esperanza, para preservar la humanidad en los momentos más inciertos, para dar sentido a lo que empieza sin él. Hoy, mañana, pasado, siempre… Hay normas que deben cumplirse. No todo vale ni en la guerra ni en la vida. Cualquier tipo de violencia debe ser condenada. Cualquier víctima debe ser atendida. No me preguntes por mi pasaporte, pregúntame por dignidad.
Hoy no hablamos de la letra B. No hablamos de buenos o bandos. Hoy hablamos de la letra V, y por primera vez no es «V» de Victoria (que me perdonen mi madre y mi hermana esta vez). Hablamos de violencia, vergüenza, vejaciones… Pero también hablamos de V de voluntariado valiente que, de uno y otro lado, tratan de socorrer a las personas más vulnerables. De personas civiles, que NO son daños colaterales, sino personas que solo pretenden vivir en un mundo donde la verdad se vende cara, donde hay muchas caras de una moneda, donde dar la cara, es una virtud. Hoy hablamos de voluntad política, de valores y vínculos. Hablamos de personas que quieren soñar y volar como tú y como yo. 
Vida solo hay una. Recorrerla por el camino de la paz, nuestro objetivo. Apreciar lo bonito de la vida, nuestro regalo. Comprender que todas las personas estamos juntas en este pequeño mundo, una fortuna. Sentir que queremos pasar por este mundo con «V» de vivir, nuestro regalo.