Mariano de la Puente

Percepciones

Mariano de la Puente


Vaciada y olvidada

16/04/2023

Oímos y leemos noticias estos días sobre repoblaciones en el mundo rural, tal vez la salida vacacional ha iluminado a escribidores y amantes de la naturaleza a contar historias: que si han resucitado una aldea; que si han venido unos migrantes y se han hecho cargo del negocio; que si otros huyendo de la ciudad han reabierto el bar del pueblo. Gotas de agua en un océano de abandono.
Atravesé, una vez más, Castilla y León de norte a sur. Las mismas casas, las mismas construcciones, escasas mejoras en alguna localidad y poco más: silencio y nadie en las calles. Otra vez he de referirme a la España vaciada o más bien la España olvidada, consecuencia de aquella. Empecemos a llamar a las cosas por su nombre, porque el silencio o callar no es la mejor opción.
En breve nuevas elecciones locales y autonómicas y la boca de los políticos se llenará de promesas. Hace 14 meses titulé , "Réquiem por una España vaciada". Después de estas elecciones locales y autonómicas nos despertaremos como en el día de la marmota, con la desesperanza de que todo sigue igual ¿Hemos de concluir una vez más que la España vaciada y olvidada no tiene remedio y que estará cada vez más vaciada y más olvidada?
Que los políticos no olviden, sí, esos que tienen sus despachos en las grandes ciudades y se dedican a acariciar vacas o niños, que igual les da, cuando ven que su puesto peligra.
A partir de 1950 empezó el éxodo del mundo rural hacia las ciudades. Si miramos nuestro entorno echamos de menos decenas de pueblos, en otros casos la gran urbe se comió al pueblo aledaño, como Vallecas, anexionado a Madrid en 1950. Y a modo de ejemplo, Conejeros desaparecido en el siglo XVIII y como este varios poblados en las proximidades del municipio de Cardeñosa. En la década de los cincuenta este municipio llego a tener 1200 habitantes a partir de esas fechas se inicio la gran diáspora, como en otros miles de pueblos, hoy apenas supera los 400 habitantes.
Quienes abandonaron su terruño en busca de una vida mejor en las ciudades padecieron grandes sacrificios. Con su marcha también se perdieron, en muchos casos,  las raíces, la cultura y la tradición de aquellos pueblos que quedaron abandonados.
De 28 millones de habitantes en España en los años 50, de los que la mitad vivía en zonas rurales, hemos pasado a más de 47 millones de los que el 80 por ciento viven en zonas urbanas ¿Es esto el futuro?  
Un congreso de sociología celebrado en 2021 en la Universidad de Jaén cifraba en más de 3000 los pueblos abandonados. Hoy, más de 8000 pueblos se distribuyen por todo nuestro país, y en  próximas generaciones muchos engrosarán el registro de los vaciados o abandonados.
Los que visitan o vuelven a los pueblos con motivo de vacaciones o de algún festejo tradicional comprueban el olvido, la dejadez que han inundado las poblaciones dejando sociedades envejecidas, disminuidas y carentes de los mínimos servicios. Pueblos olvidados por el desarrollismo de los Gobiernos centrales y también por los autonómicos que han copiado ese modelo centralista para las capitales autonómicas. Los daños de esas políticas ahondan la brecha social y económica, con el agravante de que los gobiernos de las Autonomías no lo han sabido o querido resolver. 
Sí, es difícil recuperar lo perdido por causa de lo que algunos dieron en llamar modernidad, desarrollismo y futuro. 
He recuperado la palabra deslocalización, que la pandemia de Covid nos puso ante los ojos. Quien pudo dejó la ciudad buscando aire que respirar y huyó, primero de la pandemia y luego del inmenso gentío. Aquellos que pudieron fugarse hacia zonas más despejadas ni lo dudaron, pero descubrieron lo que es la falta de los medios y servicios que ofrece la ciudad, de los que la España rural está huérfana. Sin duda se han introducido comodidades en el mundo rural, pero la vida en los pueblos es dura. 
La saturación de la gran ciudad hace inhabitable e insufrible la cotidianeidad, quizá sea el momento de facilitar y promover la deslocalización de las personas, y que encuentren en el mundo rural los elementos que hacen posible el Estado de bienestar.
Y sí, hay que recuperar esas escuelas que luchan por tener un alumno más que impida su cierre; hay que obligar a que las entidades financieras proporcionen un mínimo servicio para facilitar la vida económica; hay que recuperar los transportes; no molestará la Guardia Civil cuidando esos núcleos, y podríamos citar muchas más actividades que, desde luego, traerían empleo y riqueza. Soñar es gratis, pero a los políticos que elegimos para regir los destinos ciudadanos no debe salirles gratis su indolencia por los requilorios continuos que utilizan para al final no hacer nada.
La vuelta de jubilados o personal envejecido no es la solución, pues coinciden con personas también mayores y en esas circunstancias es difícil recuperar las zonas rurales que se convierten, mal que nos pese, en morideros. Y qué menos que exigir que, ya que es la recta final en la vida de esas personas, se restituyan unos servicios mínimos para recuperar la dignidad que merecen, se les debe y requieren. 
Creo que fue el gran Forges quien escribió aquello de "pienso, luego estorbo".  Debemos plantearnos estorbar lo más posible. Y para acabar en clave de humor, como dice un amigo que se autonombra "Tontarias": Antes los lugareños circulaban por caminos infestos y ahora, los belgas hacen carreras ciclistas por adoquines mientras que en Asturias se arreglan les caleyes (callejas y pasos) para el buen deambular. El mundo está loco.