Roberto Ponce

Hablemos de Ávila

Roberto Ponce


Soy un clásico

20/04/2023

Me lo han dicho en muchas ocasiones y, a veces, he querido hasta debatir para mostrarme contrario a esa opinión, pero creo que debo reconocerlo: soy un clásico.
Soy un clásico en cuanto a la ropa. Mi vestuario creo que es el normal para el trabajo que tengo, los actos a los que acudo y lo estimo adecuado para mostrar la imagen que, entiendo, debo proyectar. Por llevar camisa casi a diario, acompañada de un jersey y un plumas –porque vivo en Ávila capital y aquí sólo tenemos dos estaciones: la de invierno y la de tren, y la última pronto será como la antigua de autobuses– me llaman pijo. Ya si calzo zapatos es otro argumento para el adjetivo ¡y no digamos si me atrevo con un chaleco! Ese día escucho la palabra facha en varias ocasiones.
Considero que es más oportuno elegir ese vestuario para tratar con alcaldes, presidentes de entidades varias, acudir a una rueda de prensa de un consejero o cualquier cobertura informativa, sea cual sea, que no ir con una camiseta de dibujos animados y pantalones rotos mostrando la rodilla y parte del muslo. Como dice mi madre, cada cosa es para lo que es y hay tiempo para todo.
Cuando entro en las tiendas de 'moda' tipo franquicias me quedo asustado con lo que tratan de imponer(me) para vestir. Yo no me veo con ese tipo de prendas que antes desechábamos por viejas, rotas o desgastadas y que ahora, porque una persona que vive de hacerse fotos lo ponga en su perfil, es lo más copiado y deseado. Da igual el estampado, la ausencia de tela o la plataforma desmedida y ostentosa. Gustos, lo llaman.
Soy un clásico y no voy a utilizar la palabra outfit para referirme a las prendas que elijo para conjuntar mi atuendo porque esa es otra corriente de la que huyo: el uso de anglicismos que entorpece e infravalora nuestra lengua.
Hemos asumido demasiados términos de este tipo. Ya no se dice que un centro educativo organiza un seminario, lo presentan como un webinar y no comprenden que un tanto por ciento muy alto de la población no entiende qué significa eso al esconder lo nuestro con trampantojos.
A esto le sumamos el ámbito digital. En octubre de 2022 fui, con camisa, a la rueda de prensa en la que se presentaba la aplicación Bando móvil del Ayuntamiento. Antes de conocer dicha herramienta pregunté a los presentes si la información que se iba a ofrecer en ese canal se podría consultar en papel. Una persona, trabajadora del Consistorio, me respondió sorprendida ¿en papel? Eso ya no se lleva. Intenté hacer ver que, en nuestra ciudad y provincia, hay mucha gente mayor que ni usa ni entiende internet ni se descarga aplicaciones, por lo que deben facilitar la misma información en papel u otro medio en los edificios municipales, por ejemplo.
Administración electrónica, bien. Yo soy el primero que pongo en práctica la reducción de papel en el trabajo y en casa, pero ¿qué hacemos con los que no tienen acceso a ello? Pagan sus impuestos como aquellos que no sueltan el móvil, y cumplen con su cuota en las entidades que pretenden eliminar las cartas que informan de las reuniones o cualquier asunto relevante. Tienen su derecho y no están obligados a tener un correo electrónico.
Soy un clásico. También en la música. No me gustan las canciones de ahora que se basan en rimar «amol» con «amol». Me quedo con las letras que cuentan historias usando la educación y el vocabulario correcto, como las versiones de Jorge Marazu de los temas de Nino Bravo.
 

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