La comunidad internacional, en torno al grupo del G-20, ha armado una declaración conjunta para rechazar la guerra como instrumento en las relaciones internacionales y oponerse al «uso o amenaza de armas nucleares». «Es inadmisible», recoge el documento firmado por esta entente mundial de países reunidos en Bali (Indonesia), incluida la propia Rusia. Europa y Estados Unidos consiguen así el compromiso de los países más desarrollados del planeta de alinearse en defensa de los intereses de Ucrania y en contra de las pretensiones de Moscú de implantar un nuevo orden alejado del derecho internacional y del sistema del multilateralismo que hasta hace unas décadas de alguna manera salvaguardaban la paz y la estabilidad.
Estas intenciones no difieren de las reglas que imperaban hasta hace un año en el tablero internacional, pero que en el actual contexto de guerra en plena Europa toman relevancia, pues presionan a Putin y lo dejan aislado de sus principales socios como China o Turquía, únicos interlocutores para una futura desescalada. Aunque este tipo de reuniones son vistas con escepticismo, se trata de un gran paso hacia una relajación de la tensión entre las grandes potencias mundiales, especialmente entre Washington y Pekín, que se reconocieron «competidores» en diferentes ámbitos, sobre todo en el económico, pero descartan involucrarse en una Guerra Fría que les llevaría a un callejón sin salida.
Sin embargo, hay quienes no se fían del todopoderoso líder chino. Xi Jinping. Encumbrado de nuevo en su país, goza de una autoridad indiscutida que le confiere una visión más imperialista fuera de sus fronteras. Si bien entiende que una inestabilidad y una incertidumbre a corto plazo puede frenar aún su PIB y sus tentáculos en el Pacífico y parte de América Latina, ciertos analistas no descartan que Xi prolongue una alianza soterrada con Moscú para dañar los intereses de los países del hemisferio norte.
Quien no parece aceptar las señales de pacificación desde Bali es el propio Putin. Horas después de que se conociera la declaración, cientos de misiles volvieron a caer sobre suelo ucraniano como una respuesta al G-20 de que no cederá en su empeño de anexionarse los terrenos conquistados hasta el momento. ¿Es la hora de celebrar una cumbre de paz para que Zelenski acepte algún tipo de acuerdo? A las puertas de entrar en lo más crudo del invierno y con la mayor parte de las instalaciones energéticas dañadas sería lo más sensato, al menos, para poner en pausa el conflicto armado. Pero ambas partes no están en la tesitura de hacer concesiones, ni siquiera con la alineación de las principales naciones en recuperar un status quo que permita la resolución de una guerra que camina hacia una huida a ninguna parte.