Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


Sánchez y España

18/03/2022

Es intencionado el título, anteponiendo primero al presidente y después a la nación. Sí, porque esta es la mejor manera de encuadrar la fotografía de España.
¿Qué piensa Sánchez de España? ¿Qué pretende hacer cada día al levantarse? ¿Cuáles son sus motivaciones para dedicarse con empeño a ellas? ¿Cómo decide abordar los problemas que tenemos? ¿De qué manera organiza a su consejo de ministros para que las decisiones sean unánimes y busquen el bien común de los españoles? ¿Cómo afronta el presidente Sánchez el ninguneo internacional?
De entrada, nada nuevo hay en el horizonte; solo actúa para que los puntales que le sostienen en Moncloa no se caigan.
Me inquieta el modelo educativo que se implantará en los manuales escolares. Los alumnos de la ESO dejarán de hablar de España y profundizarán en la «España plurinacional». Los alumnos de Bachillerato descubrirán que la II República fue un «proceso reformista y democratizador». Y me imagino que también aprenderán que el único presidente de la democracia española que salvó a España de la quiebra fue Pedro Sánchez.
Resulta increíble a estas alturas de la vida comprender que el grupito de personas que forman el Consejo Escolar del Estado manifieste que resulta «complejo» que en España nuestros jóvenes puedan estudiar la Historia común, sobre la que se ha construido un gran país. Es comprensible, porque las mentes que dirigen la educación en la Comunidades Autónomas entienden que cada cortijo tiene su propia historia y que no se debe mezclar con las vecinas porque así pierden identidad. ¡Triste, pero cierto!
La degradación de un país se sustenta en el abandono de la formación y cultura de sus ciudadanos. El resultado de un caciquismo político, provinciano y absurdo, que solo pretende consolidar a quien lo promueve en sus poltronas, será la ignorancia de los españoles, que serán más maleables y su fracaso les abocará al aislamiento, al silencio existencial.
Pero no son más que algunas de las cuestiones que se abordan en el día a día de un país, a las que podíamos añadir otras.
Estar y no estar en la Unión Europea es una situación que nadie acierta a comprender. No colaboramos con otros países para ayudar a Ucrania, pero sí queremos que esos países nos ayuden para recibir fondos europeos para nuestra recuperación. Sánchez sigue asociado a los comunistas pero no entiende que Joe Biden no le llame para sus reuniones internacionales.
Con lo que está sucediendo a nuestro alrededor, me pregunto, ¿qué es lo que quiere Sánchez para España? La respuesta es simple: nada. Solo piensa y mira que su sillón se encuentre en el lugar en donde lo dejó el día anterior. También me gustaría saber qué piensa el presidente cuando, con la que está cayendo, su partido presenta en el Congreso un documento en el que se recoge un plan urgente en caso de conflicto que asume el apoyo económico siempre que sea con «enfoque de género» y que preste «servicios de salud sexual». 
Como es hombre de dar tumbos, el presidente se saca de la manga un «pacto de rentas» en el que, entre otras acciones propone a las empresas «moderación en sus márgenes y beneficios». Eso está muy bien, pero mejor sería reducir su Gobierno, reducir su sueldo (que han subido en un 2%) y reducir los miles de millones de gastos superfluos de sus ministerios.
Ni siquiera piensa en dar un golpe de timón en su política para erigirse en el partido que lidere España en un gran pacto con el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, alejándose de la tenebrosa sombra de sus compañeros de viaje. Si tuviera agallas y pensara en España, ahora que la guerra miserable que están padeciendo los ucranianos y que ha dejado al descubierto el ideario frankenstein que le arropa, sería oportuno que, por una vez, tomara el control real de la situación y enfilara el barco español hacia aguas más tranquilas.
Sánchez lleva mucho tiempo tapando sus vergüenzas. Los medios le ayudan a eso. Al presidente le gustan especialmente las cortinas de humo para hacernos creer que su responsabilidad no es la que le atribuimos, que todo es culpa de otro y que él pretende buscar salidas para que los españoles vivamos con tranquilidad. ¡Mentira!