Mirar lo que no se ve

B.M
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A través de la Misión Euclid, se lanza un ambicioso proyecto para conocer los misterios del universo. En ese futuro conocimiento Ávila tiene mucho protagonismo y lo hace a través del trabajo de Guillermo Buenadicha y la antena espacial de Cebreros

Mirar lo que no se ve

La nave espacial Euclid de la ESA despegó en un cohete Falcon 9 de SpaceX desde Cabo Cañaveral en Florida (Estados Unidos), a las 17,12 horas del 1 de julio. El exitoso lanzamiento marca el comienzo de una ambiciosa misión para revelar la naturaleza de dos misteriosos componentes de nuestro universo, la materia oscura y la energía oscura, así como para ayudarnos a responder una pregunta fundamental: ¿de qué está compuesto el universo?  

Y Ávila se convierte en un eje principal para responder a esta pregunta con el trabajo del coordinador de operaciones científicas, el ingeniero de Telecomunicaciones abulense Guillermo Buenadicha, y también con el papel que juega la antena espacial de Cebreros. Con ellos se podrá conocer más sobre el universo a través de aquello que no se ve.

Fue la Agencia Espacial Europea la que lanzó esta misión que se basa en un «concepto muy bonito, mirar el universo oscuro, el universo de la materia oscura y la energía oscura, que es algo conceptualmente muy entretenido porque es básicamente mirar lo que no se ve», explica el ingeniero abulense. «La materia oscura es la que no emite luz y sabemos que existe porque tiene influencia en el resto de la materia, en el resto de las estrellas, galaxias y demás, estás viendo la influencia que tiene a través, sobre todo de lo que se llama lentes gravitacionales, cómo distorsiona. Y luego se sabe que hay algo en el universo que se llama energía oscura que hace que el universo crezca más de lo que tenía que crecer». Se da la circunstancia de que «lo que somos, lo que vemos, es más o menos el cuatro por ciento de lo que hay en el universo» por lo que merece la pena echar una mirada a lo que no se ve.

Mirar lo que no se veMirar lo que no se veY con esta base, lo que está mirando Euclid es el 95 por ciento del universo que no vemos y lo hace a través de una misión con un coste de unos mil millones de euros.  

La misión cuenta con un telescopio que tiene la capacidad de mirar «mucho cielo cada vez». Se trata, explica, de «un telescopio muy preciso» con el que mirar al cielo pero teniendo en cuenta «que lo que nos interesa ver, al final de la misión, es un tercio del cielo, unos 15.000 grados cuadrados, que es básicamente el cielo que está limpio de contaminación y la contaminación para nosotros es la Vía Láctea, por ejemplo. No queremos mirar hacia la Vía Láctea porque hay mucha luz. Queremos mirar el cielo oscuro. Por ejemplo, el cielo por el que está pasando el Sol, la Luna, los planetas y que van dejando polvo estelar, polvo galáctico, polvo del sistema solar». Y a partir de esta observación, el objetivo es cartografiar.

Es decir, Euclid observará miles de millones de galaxias a una distancia de hasta 10.000 millones de años luz para crear el mapa 3D más exacto y extenso del universo. Este detallado gráfico de la forma, la posición y el movimiento de las galaxias revelará cómo está distribuida la materia a través de inmensas distancias y cómo ha evolucionado la expansión del universo durante la historia cósmica, lo que permitirá a los astrónomos deducir las propiedades tanto de la energía oscura como de la materia oscura. Esto ayudará a los científicos teóricos a mejorar la comprensión del papel que desempeña la gravedad y a precisar la naturaleza de estas enigmáticas entidades.

Se cuenta con un telescopio de 1,2 metros, «muy innovador», a través del que se capturarán la imágenes y con ellas se podrán ver galaxias y ver «cómo se mueven, cómo se desplazan hacia atrás o hacia adelante, y componiendo todo eso queremos hacer un mapa tridimensional de lo que vemos, de las galaxias. Queremos ver cómo están distribuida la materia que podemos ver y queremos ver también si están distorsionadas».

Para ello se buscan las lentes gravitacionales, que es básicamente ver un elemento a través de una lente y la deformación que llega con ello. Como él mismo explica, "el problema es que esta lente yo no la estoy viendo porque es materia oscura, yo tengo una galaxia detrás" y esto significa que a partir de esas imágenes se puede inferir que hay materia oscura y cómo está repartida.

Un trabajo de seis años.   La misión se trata de un extenso trabajo para el que se cuenta con seis años y que pretende «hacer un cartografiado de todo este cielo», lo que supone extraer una base de datos aproximadamente de unos 1.500 millones de galaxias, para cada una de ellas determinando posición, forma, cómo se desplaza. En definitiva, muchísimos parámetros para terminar con una «base de datos inmensa».

Pero esto no es el final de la misión. Con esa base de datos se hará luego la cosmología.

Para entenderlo, Guillermo Buenadicha utiliza una sencilla analogía, la de comparar el universo con un bizcocho. «El universo que vemos ahora es el bizcocho en un momento dado. Metes al horno un bizcocho y tienes el bizcocho tal y como es en ese momento. Pero es como si solamente pudieses ver las pepitas de chocolate. El resto del bizcocho no lo ves. Ves que vives en un mundo que hay pepitas de chocolate colocadas y que se están expandiendo». El bizcocho es "el resultado de una receta" (que cambiaría según la harina o levadura utilizada, por ejemplo) y lo que busca Euclid es realmente "la receta del universo. Lo que está buscando es qué componentes se echaron o tiene el universo en su composición para hacer que esté como esté ahora mismo y sobre todo cómo va a ir evolucionando".

En todo este trabajo, el papel de este ingeniero, con su trabajo en el Centro Europeo de Astronomía Espacial de Villanueva de la Cañada, es ejercer como coordinador de operaciones científicas, teniendo en cuenta que en el centro se hacen tres cosas fundamentales para las misiones científicas de la Agencia Espacial Europea. Se trata de decir «lo que tienen que hacer científicamente las misiones, es decir, comandamos o planificamos lo que tienen que hacer los instrumentos que llevan esas misiones. Decir cuando tienen que hacer una exposición, en qué modo tienen que hacerlas.  En segundo lugar, se reciben los datos de la misión» a través de antenas (como la de Cebreros). Estas antenas mandan la información y ya en el centro se hace el procesado para finalmente llegar a tener los archivos científicos.

Finalmente, «se ponen a disposición de la comunidad científica los datos de las misiones. En el caso de Euclid, el catálogo con esos millones de galaxias, va a estar disponible en el centro, que luego puede ser consultado desde cualquier sitio del mundo». Guillermo Buenadicha es el encargado de garantizar que se cumplen esas tres partes del trabajo. «Mi  objetivo es conseguir que los instrumentos operen al máximo y lo mejor posible, que consigamos procesar todos los datos recibidos de la mejor forma posible y consigamos construir el mejor archivo posible para ponerlo a disposición de la comunidad».

Queda mucho camino para llegar a este punto, como también hay mucho recorrido detrás. La misión se adoptó como tal por la Agencia Espacial Europea cuando los países miembros (incluyendo España) decidieron poner los fondos necesarios. Ese compromiso se hizo en 2012 y han pasado once años en los que se ha construido el satélite y se ha hecho todo lo necesario para poder lanzar la misión recientemente. Se lanzó desde Estados Unidos por los problemas  por la guerra de Rusia y Ucrania y, a partir de ahí, la misión se coloca en un punto (el punto de Lagrange 2) en el que, en vez de estar orbitando la Tierra (como se piensa que haría un satélite), se va a un punto que está fuera de la Tierra y fuera de la Luna y está a 1,5 millones de kilómetros hacia fuera del Sol, de modo que está orbitando al Sol al mismo tiempo que la Tierra, lo que significa que nunca se da el caso de que la Tierra 'moleste'.

Las primeras semanas se utilizaron en llegar hasta ese punto, esperar que el satélite se enfríase, y sobre todo, el primer mes se ha hecho la fase de comisionado, probar que todo va bien. En definitiva, probar todos los sistemas, ver que efectivamente el satélite se mueve como tiene que moverse, que el control térmico funciona, que las comunicaciones funcionan. A partir de ahí comenzó otra fase, la actual, de caracterización. «Lo que estamos buscando ahora es, antes de empezar realmente a hacer las operaciones científicas, ver cómo de buenos son los instrumentos y sus capacidades y qué necesitamos», es decir, «definir muy bien cómo funcionan científicamente los instrumentos. Ya sabemos que funcionan desde un punto de vista de la ingeniería, pero ver si funcionan científicamente». Esto serán dos meses más, en los que habrá que añadir otros dos en los que también se aprovechará para caracterizar el telescopio, entendiendo como cambia el apuntado del telescopio en función de la condición térmica, «casi como probar como funciona un coche en diferentes temperaturas», explica con una nueva analogía.

Y así se avanza en una misión que durante seis años estará haciendo fotos al cielo. De hecho, se van a tomar 160.000 imágenes a lo largo de seis años, lo que supone una ingente cantidad datos que se van a generar, lo que quiere decir que, cuando llegue el momento del procesado, se utilizarán diferentes lugares, con nueve grandes centros de supercomputación que contribuyen, entre ellos uno en Barcelona. En definitiva, es un trabajo de muchos.