Editorial

Fin de año de adjudicaciones con la mirada puesta en un 2023 electoral

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Concluye el año 2022 y la maquinaria licitadora y adjudicataria de proyectos de todo tipo está perfectamente engrasada en las distintas administraciones. La carrera electoral que se vivirá en 2023, donde habrá elecciones municipales en mayo y donde también se perfilan en el horizonte las generales, han llevado a la práctica totalidad de las administraciones (central, autonómica, provincial y locales) a que las últimas reuniones de sus órganos de gobierno, en las que se da el visto bueno a las contrataciones y a las licitaciones de proyectos y servicios, se hayan convertido en un auténtico reguero de aprobaciones que tratan de dar sentido al trabajo realizado durante la última legislatura de cuatro años. Y Ávila, tanto capital como provincia, no escapa a esa realidad.

En esta oportunidad todo ese reguero de inversiones viene auspiciado en buena medida por esos fondos europeos Next Generation, a los que las distintas administraciones se están agarrando para llevar a cabo proyectos que, en otras condiciones, serían inviables y no estaban planificados al inicio de la legislatura. 

Evidentemente esa oportunidad no se debe dejar pasar, y más allá de ponerse medallas sobre quién ejecuta, quién gestiona o quién aporta los fondos, lo verdaderamente importante es que se planteen proyectos que tengan interés general, y que puedan beneficiarse de esos fondos, y que esos proyectos se ejecuten en el menor tiempo posible para que puedan ser disfrutados por los ciudadanos.

Venimos de una legislatura muy complicada, donde la gestión de la pandemia y la posterior repercusión que ha tenido la guerra de Ucrania, con el encarecimiento de costes de la energía que ha repercutido en todos los órdenes de la vida, han llevado a las administraciones a tener que alterar sus hojas de ruta previstas al inicio de este periodo. Lo deseable sería que una vez encauzado ese camino, esa gestión y esa planificación de proyectos no quede en un mero movimiento de los próximos meses para justificarse ante el electorado de cara a los próximos comicios. Esa actividad desmesurada que ahora parece existir debe tener una continuidad, y tanto si se mantienen al frente de los ejecutivos los mismos equipos de gobierno como si se incorporan nuevos lo deseable sería que no hubiese ralentizaciones a las que muchas veces se someten a las ciudades o a los pueblos una vez que se superan las elecciones, para avanzar después como si no hubiese un mañana en el último tramo de las legislaturas.

Al final son los ciudadanos los que tienen que valorar en su justa medida la acción de los gobiernos para mantenerles o quitarles la confianza, y en su poder de decisión en las urnas está esa decisión para reconocer si han cumplido con los objetivos que tenían fijados o hay que buscar el cambio para encontrar nuevas formas de gestionar. Y parece que ese recuerdo sólo se va a tener si se actúa cerca de la cita electoral. Pero eso no debería implicar que en muchas ocasiones quede la sensación de que los encargados de gestionar dejen todo para el último momento.