"Estuve mucho tiempo negando lo evidente, y fuerzas"

E.Carretero
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Susana Rodríguez se pasó la adolescencia conviviendo con una sintomatología extraña que terminó asumiendo como normal. Antes de los 30 supo que tenía esclerosis múltiple, una enfermedad que trata de visibilizar desde la asociación ADEMA

"Estuve mucho tiempo negando lo evidente, y fuerzas" - Foto: David Castro

Recuerda Susana Rodríguez (Sa Pobla, Mallorca, 1982) que desde la adolescencia ya notaba «cosas raras». Habla, por ejemplo, de un cansancio extremo impropio para su edad después de salir una noche o de no poder mover un pie de repente. Otro verano, rememora aquellos síntomas que acabó asumiendo como normales, se lo pasó viendo doble sin que nadie pudiera dar una explicación a esa rareza. Así estuvo casi una década. Normalizando síntomas que otros jóvenes de su edad no tenían pero que en sus múltiples visitas al médico nadie supo diagnosticar y que ella trataba a base de ibuprofeno. Así hasta que en 2010 llegó el diagnóstico y «le pusieron nombre a lo que tenía». Un nombre, el de la esclerosis múltiple, que le costó asimilar a esta joven diplomada en Trabajo Social que aún no había llegado a la treintena. Tanto le costó que de hecho, reconoce, llegó a negar ese diagnóstico que llegó tras un brote que tuvo en el trabajo y que la llevó a estar hospitalizada varios días. 

«Cuando el neurólogo me dio el diagnóstico no me lo quería creer», recuerda ese momento en el que pudo empezar a poner nombre a todas esas rarezas que sufría desde la adolescencia y con las que se había acostumbrado a convivir. Un diagnóstico, reconoce, que actualmente se realiza con más celeridad entre otras cosas porque gracias a la labor que se hace desde asociaciones como ADEMA la esclerosis múltiple tiene mayor visibilidad y sus síntomas, pese a ser muchos, tantos que se la conoce como la enfermedad de las mil caras, son más reconocibles. Habla, por ejemplo, de la diplopia,  esa alteración visual que consiste en la percepción de visión doble y que ella durante años asumió como normal. «No buscaban más allá porque era muy joven», apunta a la hora de reflexionar sobre el porqué de esos años sin diagnóstico. 

 

¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?

La familia.

¿Que es lo que más le gusta de vivir en Ávila?

Es una ciudad tranquila, cómoda para vivir. Ir de un sitio a otro no conlleva grandes desplazamientos; nada que ver con lo que ocurre en grandes ciudades como Madrid. 

¿Y lo que menos?

Podría decir que el frío pero... somos de Ávila. Quizás el tema de la accesibilidad, creo que aún queda bastante por hacer en ese sentido. 

Un lugar para perderse…

Los Cuatro Postes. Cuando estoy mal o quiero estar sola voy por allí. 

Un recuerdo de la infancia…

Los veranos en Navarredondilla, el pueblo de mi padre, y en Hoyocasero, el de mi madre, cuando nos juntábamos con mis primos...

Un personaje abulense que le haya marcado.

Pilar Rodríguez (directora de teatro), que es mi hermana. Es un gran apoyo para mí y también una persona muy comprometida con Ávila y la cultura. Yo creo que debería estar más reconocida. 

El mayor cambio que necesita Ávila es...

Mejorar las comunicaciones. Ávila tiene una ubicación privilegiada, en el centro del país, pero se tarda mucho en llegar a todos los sitios. 

Ávila tiene que mantener…

Las ganas de vivir. Todos tenemos que tirar en la misma dirección. 

¿Qué le parece la ciudad hoy día?

Sinceramente, la veo igual que hace diez años. 

¿Cómo ve Ávila en el futuro?

No creo que cambie mucho. Yo, personalmente soy algo egoísta, tampoco quiero que Ávila termine siendo una ciudad grande. No me gustan las aglomeraciones. 

¿Qué puede aportar a la provincia de Ávila?

Dar visibilidad a ADEMA y a las personas que tienen esclerosis múltiple. Mi sueño sería incrementar los servicios que ofrece la asociación, pero para eso hacen falta recursos y más socios.