«Ya podemos vivir de la fotografía, no sobrevivir ni malvivir»

I.Camarero Jiménez
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Curtido en prensa y en estudios este fotógrafo ha acabado encontrando en los momentos alegres de la vida su pasión y modo de vida.Retratar tiempos de felicidad es lo que le llena y lo que le permite trabajar codo con codo con su mujer

«Ya podemos vivir de la fotografía, no sobrevivir ni malvivir» - Foto: Isabel García

A Jónathan Martín le conocemos de hace tiempo, como trabajador que fue de esta casa (de Diario de Ávila) durante algunos años de su vida. Con 42 años este abulense, de la capital, recuerda que la primera cámara de fotos que tuvo entre manos fue «allá por el año 1998 o quizá en 1999». De algún modo, a partir de ahí (y mucho ha llovido ya), se puede decir que nunca más se separó de ella y no sólo eso porque además también le unió a Susana, su esposa. Ahora los dos son un todo a la hora de tomar fotografías, especialmente de eventos, de los que al fin y al cabo nos marcan la vida a todos. Ella está más especializada en recién nacidos; él, en bodas, pero también hacen reportajes fotográficos de empresas, cenas de empresas...

Quizá cierta morriña y mucho orgullo nos haya llevado a contactar con este profesional ahora que Diario de Ávila ha cumplido su 125 aniversario pues Jonathan también formó parte de su historia, pero sin duda hay otros motivos que son los que guían a un periódico como éste y esa razón es la actualidad y el hecho noticiable y es que recientemente ha sido galardonado en los Premios Internacionales de Fotografía Wedar, que se fallaron el mes pasado en Reino Unido y que ensalzaron el valor de dos de las imágenes de boda que presentó este abulense a concurso. En su día ya dimos cuenta de aquello, además esta semana otras dos fotografías suyas se han visto premiadas, pero ahora toca charlar pausadamente de lo que a Martín le movió a la fotografía, lo que le ha hecho quedarse en ella y lo que espera de cara al futuro, así como el balance de lo ya recorrido. Aunque lleva desde finales de los 90 ligado a una cámara fotográfica a la prensa llegó en 2000. Lo compaginaba trabajando en un estudio de fotografía «haciendo fotos de estudio, de publicidad». Cuenta que «trabajamos para el Norte, para Efe, estuve en Diario de Ávila, en Gente...» Al tiempo había trabajado con otro tipo de cliente como los portales inmobiliarios «tanto antes de la crisis como en los primeros años de esa crisis». 

Tiempo de curtirse tuvo hasta que llegó un punto de inflexión que el estima fue en torno al 2010 porque «¿Para qué trabajar para otros cuando puedes ser tu propio jefe?» Además para entonces llevaba tiempo trabajando con Susana, ahora su mujer, y pasaron una temporada en Londres allá por 2010. Tiempo de captar clientes, incluso «más de los esperados», y de dejar atrás fotografías que llenaban menos en lo espiritual y que tampoco estaba especialmente bien pagado, sobre todo la temporada que se decidió por fotografía de deportes. 

El caso es que de aquello nació una empresa que cierra el círculo sentimental de las personas. Jonathan está especializado en bodas; Susana le ayuda y completa, pero también está especializada en niños, fotografía de recién nacidos, de embarazadas... Ahora, cuenta, «tenemos ya varias comuniones contratadas de niños a cuyos padres les hicimos el reportaje de boda»...

Parece fácil, que lo tiene controlado y encima le premian por hacer lo que le gusta, reconocimientos que llegan especialmente de compañeros de profesión (todo un halago) pero «tras ello, hay muchas noches sin dormir, muchos quebraderos de cabeza, problemas... puesto que... ¿Qué pasa si tienes un pedido urgente y no te llega al laboratorio?» Pues eso, un quebradero.

Al final «te quedas con lo positivo» que no es otra cosa que «el hecho de que siempre fotografías momentos de alegría y de felicidad y eso lo agradezco muchísimo. Además para nosotros significa poder vivir de ello, no sobrevivir, ni tampoco malvivir».

Empresas y eventos publicitarios también tiene en agenda.

Para ello no se olvida de la formación puesto que, como todo, este tipo de fotografía evoluciona y «hay que invertir en ello, reciclarse, renovarse». Lo hacen además con profesionales, con puestas en común, «criticando las fotografías propias y de compañeros. Todo, para mejorar».  «Hace 10 años la gente estaba muy contenta con mis fotos, pero si me quedo ahí...Pues los novios actuales no me contratarían, claramente».

Al final ¿Te gustan las bodas? (preguntamos) «Claro (no duda) porque de otro modo no estaría un sábado trabajando 14 horas seguidas» y al final «es un momento alegre en el que, eso sí, tienes que lidiar con instantes de nervios porque en ocasiones te metes en su casa, en el hotel donde se visten y la verdad más de una vez me ha tocado hacer hasta el nudo de la corbata». Ya lleva hasta hilo y aguja a los enlaces porque no es la primera vez que se descose un vestido en la sesión de fotos. 

A día de hoy hacen en torno a 15-20 ceremonias al año pero ha habido años de 60. Así que en su haber en todos estos años rondará las 300. Ahora ese reportaje profesional también se acompaña de fotomatón, nos cuenta.

Cada boda es un mundo, pero el tiene claro que:«Me gustan los novios que exigen mucho, pero que lo hacen teniendo buen gusto».

Con tantas ceremonias a sus espaldas su visión profesional y experiencia le han llevado a creer que «es mejor hacer reportajes cortos incluso antes de que dé comienzo la ceremonia porque al final no puedes dejar a la gente e irte dos horas por ahí a hacer fotos».

De algún modo hace lo que le pide quien le contrata, pero siempre está dispuesto a aconsejar especialmente para que no sea «lo típico». Mucha gente quiere fotos en la Muralla y luego se quejan de que son típicas, pues a lo mejor «tú buscas nuevos ángulos, propones que sean en otoño...» O directamente haces un post boda, apunta. Sobre los problemas a la hora de fotografíar ese tipo de ceremonias «siempre hay quien no quiere salir, el niño que se tira al suelo, los padres de los novios que pueden estar separados... A las bodas se echa mucho tiempo, tanto que considera una boda corta ésa en la que echa 8 horas (tela), larga, de 14 (menuda jornada). 

Las temporadas van de abril-mayo hasta octubre. Entonces otro tipo de eventos llegan al relevo, las cenas de empresa. También hay gente que manda postales o imágenes familiares para felicitar la Navidad. 

Igual que ha tenido bodas grandes, de más de 50 invitados las ha tenido mínimas, sólo con las dos chicas que se casaban y dos testigos u otras que como son pocos sientan al fotógrafo a la mesa con ellos y al final eres partícipe de todo.  En cualquier caso lo ideal es que el fotógrafo pase desapercibido. A día de hoy una boda puede salir por unos 1.600 euros y llegar a los 4.000.

Fotos antes podías tirar 1.500 y entregar 1.300: ahora, de 9.000 tiradas entregas 550, «en torno al 8%». Se entrega el material en pendrive y a veces también, álbum, pero digital. Maquetado, no es de foto pegada sino digital de pliegos grandes donde van maquetadas fotos de dos en dos, cuatro, seus u otra que pueda ir grande. Tamaños de 24x30 ...

Por cierto y para terminar retomamos el motivo de la entrevista que son los premios.Dos son de esta semana, otros dos, recientes pero tiene bastantes más, como su mujer. No reportan nada en metálico, «pero sí prestigio que al final da trabajo y ganas de seguir mejorando que es muy importante».

¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?

Familia, amigos, hogar...

¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?

Sobre todo la tranquilidad, el tener todo más o menos a mano. Mas porque he vivido en Madrid, en Londres y claro son desplazamientos, atascos. Aquí lo que tenemos es calidad de vida. En Madrid tenía amigos que tardaban tres horas en ir a trabajar.

¿Y lo que menos?

Pues creo que en nuestro carácter, hay veces que nos vemos como inferiores. Hemos tenido años en los que la gente, empresarios por ejemplo buscaban fuera lo que tenían ya aquí. Es ese sentimiento de que lo que tenemos no es válido. Por ejemplo me he encontrado eventos aquí que contrataban fotógrafos de Valladolid o Madrid. 

Un lugar de la ciudad para perderse.

Me gusta mucho pasear por el centro, o por El Soto, el parque de los Patos al que vamos mucho con el niño. Y a mí que me gusta la bici pues la verdad es que tampoco tienes que hacerte muchos kilómetros para estar ya subiendo un puerto.

Un recuerdo de su infancia.

Pues fíjate, me acuerdo de las matanzas. En otro sentido, me traumatizó mucho de pequeño tener que disfrazarme en el colegio, no me gustan los disfraces. 

Un personaje abulense que le haya marcado.

Hemos tenido muchos buenos profesionales del ciclismo.

El mayor cambio que necesita Ávila es…

Yo que me muevo mucho en coche por ejemplo a trabajar a Madrid... Lo que necesitamos son buenas comunicaciones.

Y tiene que mantener…

El carácter de una ciudad pequeña como somos.

¿Qué le parece la ciudad hoy en día?

Yo la veo bien, cambiaría alguna cosa, pero la veo bien. Pero no vendrían mal más zonas verdes.

¿Cómo ve la ciudad en el futuro?

Uff, no sé, no soy un visionario y encima después de una pandemia... Hay tantas cosas que pueden cambiar.

¿Qué puede aportar a la ciudad?

Bueno intento hacer mi trabajo bien y por ejemplo cuando necesito gente pues para ello cuento con los profesionales de aquí, aunque a veces es difícil encontrar gente porque los horarios no son buenos, muchos trabajos son en fin de semana.Aún así tengo un equipo de 7 u 8 personas con el que cuento para echarme una mano y que llevan años conmigo.