Pablo Serrano

CARTA DEL DIRECTOR

Pablo Serrano


Partidos vecinales

04/06/2023

Los partidos vecinales están de moda. Dicen todos en llamarse municipalistas, y se empeñan en asegurar que no forman parte de la tradicional división de izquierdas o derechas, apelan al calificativo de transversales, que los forman profesionales cualificados y, en muchos de ellos, con un líder que salió de otras formaciones bien por desavenencias, bien por expulsión, bien por otros motivos más difusos. El caso, es que están de moda. No hace falta más que mirar el mapa de la provincia, de la región o incluso del país. 
Tienen un elemento diferenciador con esa plataforma de la España Vaciada que, por cierto, decían los eruditos del análisis político que iba a sorprender en las elecciones. Probablemente estos partidos vecinales pueden hacer suyas algunas reflexiones y reivindicaciones de la España Vaciada, pero si han logrado un auge más rápido y progresivo no es porque prioricen un problema social general como es la despoblación, sino porque buscan demostrar que hay alguien que se preocupa de los problemas más cercanos, que en algunos casos puede ser el éxodo y las migraciones (sobre todo en el medio rural), o no. En común comparten un interés por 'lo suyo', y una reivindicación de las deudas históricas, porque si en algo coinciden las provincias en este casi medio siglo de democracia es que todas arrastran promesas incumplidas. Se trata de una apreciación del elector más o menos real, pero ese concepto está interiorizado, porque se ha prometido mucho y no se ha culminado todo lo anunciado. Aquí y en Sebastopol, no nos engañemos.
Lo que está claro es que a todos nos interesa 'lo nuestro', y más que por egoísmo, por beneficio propio. Sí, la línea es difusa, y todo se resumen en eso: al de la provincia vecina, que le den. Paradójicamente, los responsables de los grandes gobiernos dicen que no hay café para todos y para eso usan a sus complacientes servidores provinciales para hacer llegar ese mensaje. Y ahí se produce el desafío y la confrontación, porque al ciudadano no le hables de si esta competencia es de uno o de otro. El ciudadano mira al alcalde y espera que levante la voz. Todo sea dicho, parece más fácil alzarla cuando no hay responsables de la formación propia en los gobiernos superiores, aunque también hay excepciones. ¿Recuerdan un alcalde de Ávila cuando dijo aquello a su presidente regional de que «si no hay oncólogos, que los pinten»? Aquellas palabras tuvieron rápida repercusión.
En toda la comunidad de Castilla y León, estos partidos vecinales han supuesto 175.000 sufragios en un global de 1,2 millones. Algo más de un 13%, un porcentaje no desdeñable. Es verdad que en unas municipales se vota a la alcaldía, y lo que están pidiendo los ciudadanos son unos alcaldes reivindicativos para intentar paliar esa deuda histórica. Esta situación ha de llevar a los gobiernos autonómicos y al gobierno de la nación a una reflexión sobre la colaboración con los municipios independientemente del color municipal.
Esto abre muchas dudas. ¿Más allá del beneficio general, qué efectos tendrá una acción de un hipotético gobierno de la nación sobre una ciudad o una provincia donde se empiece a limar esa deuda histórica? ¿Seguirían teniendo sentido estos partidos vecinales el apoyo actual? Pues quizás sí, o a lo mejor no. Pero eso, que lo discutan en el seno de las formaciones.