Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Contigo la luz

04/11/2023

Contigo salgo de las aguas violetas del Mediterráneo, tirando de un caballo blanco, tan solo ataviada con un sombrero de paja. Contigo juego con un barco blanco en la orilla de un mar más tranquilo, pero más oscuro. También corro por ese límite entre lo azul y lo amarillo, miró al añil infinito, paseo vestida de blanco, con sombrillas y elegantes sombreros. Contigo vuelven los barcos de la pesca y los bueyes los arrastran hasta tierra firme; la luz se filtra por las parras bajo las que cosemos una vela de mil colores infinitos, larga como el patio donde reímos mientras nos afanamos en la tarea. Contigo siempre es Valencia, pero no solo Valencia. Coloreo de esmeralda la cala de San Vicente en Mallorca o salto entre los riscos de Jáeva. Me refresco bajo un toldo en Biarritz tras unos días en el rompeolas de San Sebastián, después de echar una siesta sobre el prado verde, tan mullido que no sé si estoy en las nubes.
Contigo La Granja es el fuego del otoño, el lugar donde la belleza se consuma y la luz del mar se transforma en oro. Paseo entre los árboles que arden para empezar de cero en primavera y sus copas amarillas y rojas iluminan el cielo. Contigo siento sus llamas traspasar mi piel y dejarme su mensaje otoñal. Allí, y contigo, salto a la comba con unos lazos rojos atados a mis trenzas. El rey Alfonso XIII posa con su mejor uniforme. En La Granja las fuentes y, contigo, los reflejos en el agua. Reflejos de la Alhambra, del Alcázar de Sevilla, reflejos que llevarás hasta tu casa madrileña, llena de fuentes.
Y flores. La pasión de tantos pintores que impiden que su belleza se marchite. Contigo rosas, lirios y almendros en flor. Naranjas en tu comedor, jardines en plena floración. Lilas y hortensias. Y, entre tanta flor, un artista que dio nombre a una lámpara y a la joyería más famosa del mundo. De su mano, toda la alta sociedad americana, que acudió a la que, en su momento, se convirtió en la exposición más exitosa en Nueva York y que hizo que todo aquel que era alguien en aquella ciudad quisiera tener un retrato tuyo, como ya había pasado antes en España. Hasta el presidente de los Estados Unidos, al que los americanos solo recuerdan porque tuvo que poner retretes más grandes en la Casa Blanca para poderlos usar.
Contigo, en Nueva York, un paseo por la España más tradicional y alegre. La península en catorce cuadros que empiezan con la muralla y la fuente del Pradillo y acaban en Huelva, frente a las costas de Portugal. Contigo los bolos en Euskadi, la romería en Galicia, la pesca en Cataluña. Contigo el palmeral de Elche y una procesión en Valencia. La fiesta en Sevilla, los toros y la Semana Santa. El mercado en Extremadura. Contigo nuestro país es mucho más que catorce cuadros, pues todos los bocetos que realizaste, llenos de trajes regionales, danzas y oficios, reflejaron lo que el tiempo amenaza con destruir. 
Contigo Velázquez, siempre Velázquez, nadie como el pintor sevillano. Contigo tu familia, tu apoyo, la gran protagonista. Contigo la eternidad de tu nombre, Sorolla, escrita en cien años y  en el sueño de tu pintura. La posibilidad de viajar sin moverse, en el tiempo y el espacio, la belleza que te arrolla y te envuelve. Contigo la luz, incluso cuando los tiempos que vivimos son la más absoluta penumbra.