«no puedes vivir escondido eternamente de ti mismo»

David Casillas
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Carlos Aganzo participó ayer en la Casa de la Poesía Juan de la Cruz para presentar su poemario 'Paraíso claustral', un libro en el que reivindica la necesidad del ser humano de reencontrarse con la naturaleza y vivir más despacio

Carlos Aganzo, periodista que sabe trasladar el lirismo a su profesión, poeta que sabe comunicar mucho y bien a través del verso, protagonizó la cita de noviembre de la Casa de la Poesía Juan de la Cruz, foro de encuentro de amantes de la poesía en particular y de la literatura en general, siempre al arrimo de un misticismo cercano y muy compartido y compartible, al que acudió para presentar su último libro publicado, Paraíso claustral (Editorial Vaso Roto).

En ese poemario, cuyo título vincula claramente el ansia por volver al edén con el descubrimiento de que éste, si existe, se halla en lo más íntimo del ser humano, Carlos Aganzo parte de dos poetas-filósofos de culturas y épocas muy diferentes pero plenamente coincidentes en su convencimiento de que la naturaleza y el retiro del mundanal ruido están en la base del bienestar emocional, el chino Si Kongtu (siglo IX) y el francés Bernardo de Claraval (siglo XII), para levantar su propia reflexión sobre por dónde debe ir nuestra relación con el mundo, y con nosotros mismos, para no perder la vida en espejismos muchas veces interesados.

En este libro, explicó, «hablo un poco de la necesidad, en un momento determinado, de detener el mundo y, no como diría Groucho de bajarte, sino de detenerlo y meterte de verdad en él, no sólo atravesarlo superficialmente, que es lo que hacemos todos los días, no pasar por encima de las cosas de un modo que no deja ninguna huella en nosotros mismos ni en los demás, y si deja alguna huella es un poco deplorable»; y «hablo también de la necesidad de regresar a un contacto íntimo y neto con esa naturaleza de la que formamos parte, de la búsqueda de un jardín interior que todos tenemos».

Inspirarse en esos «dos grandes personajes», añadió, demuestra que «lo esencial del ser humano no cambia ni con el paso del tiempo ni con civilizaciones diferentes, porque al comparar a Si Kongtu con Bernado de Claraval descubres asombrado qué concomitancias, qué diálogo hay entre los dos, qué manera tienen de afrontar lo mismo desde diferentes puntos de vista pero llegando a los mismos centros de las cosas; y creo que eso es lo hermoso de la gran cultura, que no tiene fin y es compartida en el tiempo y en el espacio».

También en el presente hay poetas que articulan esa misma búsqueda y hallan caminos que llevan a ese deseable 'paraíso claustral', «por ejemplo el mexicano Hugo Múgica y el esloveno, Gorazd Kocijani, pero también en esa búsqueda de la respiración de las cosas hay una escuela castellana con unos cuantos nombres importantes que siguen en la aventura que inició Jorge Manrique, siguió Juan de la Cruz y ha llegado hasta Claudio Rodríguez para alcanzar un esplendor maravilloso. Y creo, además, que Castilla, y muy concretamente Ávila, sigue siendo un faro de atención para detener a los navegantes que van demasiado deprisa y se pueden estrellar contra las rocas».

En esa búsqueda de autenticidades, añadió Carlos Aganzo, «creo que el problema es el regalo y el consuelo que suponen las nuevas tecnologías, ese consuelo y ese regalo que te permiten vivir en el mundo sin dolor, sin realidad al final, porque ese vivir sin aparente dolor es un placebo que nos cura pero nos mantiene fuera de la circulación; creo que vivimos demasiado pendientes de pequeñas tonterías que no significan nada y que nos impiden pensar en lo que de verdad es importante; pero más tarde o más temprano vamos a pensar en lo importante, porque no puedes vivir eternamente escondido de ti mismo ni del mundo por mucho que quieras, y ahí viene el choque con al realidad que los ciudadanos de nuestro tiempo estamos sufriendo, porque la realidad no es la del videojuego en la que vivimos en esta sociedad de consumo, no es la del metaverso, porque el metaverso termina, tienes que enfrentarte al mundo y para eso están la poesía, la cultura, la filosofía,».