«El populismo ahora es el de la ultraderecha»

B.M
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Gaspar Llamazares es un referente en la política de izquierdas y también desde un punto de vista intelectual. Quien fuera coordinador de Izquierda Unida sigue ligado al mundo político pero también al del análisis con libros como el que ahora presenta

«El populismo ahora es el de la ultraderecha» - Foto: David Castro

Hablar de tiempos de catástrofes en un momento como el actual no podría ser más oportuno. Y las catástrofes, y otras muchas cosas, con su relación con la política, son lo que aborda el político de izquierdas Gaspar Llamazares en su nuevo libro 'Sumar en tiempos de catástrofes', el cuarto de una serie que analiza una década de populismos, encadenamiento de catástrofes e incertidumbre social y que presentó en Ávila de la mano de la asociación político cultural Cámbium.

En un momento como el actual parece más que nunca importante hablar de 'Sumar en tiempos de catástrofes'.

Es una tetralogía que tiene que ver con lo que podemos denominar la década populista. Y culmina con 'Sumar en tiempo de catástrofes', intentando explicar el reto que tienen las democracias y los sectores de la izquierda para enfrentar un tiempo tan complicado, lleno de catástrofes, de emergencias, de actitudes de agravio, para revitalizar la democracia mediante el diálogo y el acuerdo. Sería la parte nuclear del libro, que empieza con una parte muy descriptiva de lo que ha sido el encadenamiento de catástrofes durante la última época, que es cualitativamente diferente a cualquier época anterior, las repercusiones de ese encadenamiento en la sociedad y en particular en las clases medias de la sociedad desarrolladas provocando una sensación de agravio y de nostalgia. Y luego, lo que significa la respuesta política populista frente a las dificultades de la época de las catástrofes y también frente a la polarización social o la crispación social. 

Y la tercera parte viene a plantear como lo estamos viviendo en nuestro país, de forma muy clara en los últimos años, con una representación cada vez más fracturada, polarizada, no solamente en el Parlamento, sino en la justicia o en el propio seno del Gobierno. Y, por último, los retos que tenemos frente a esas catástrofes, no contraponer las soluciones de emergencia a la participación democrática. En ese sentido, un llamamiento a la también sensibilidad y a la inteligencia de combinar las medidas de coyuntura con una mirada larga, estratégica, fundamentalmente basada en el diálogo y el acuerdo más amplio. 

Se habla de un ambiente de incertidumbre social que favorece los populismos. ¿Cómo se llega a esta situación y qué se puede hacer ante ello?

Tendríamos que remontarnos a los años 70 del siglo pasado para marcar sus inicios. Sus inicios son la ruptura del pacto social que se produce en Europa que da lugar al Estado del Bienestar. Esa ruptura, con las políticas neoliberales o ultraliberales, es el caldo de cultivo de la situación de malestar. Y a ello se suma a lo largo de los últimos tiempos, lo que podemos llamar la crisis de legitimidad de la democracia, que produce esa ruptura del pacto social. Es decir, si realmente la democracia no puede mejorar la vida de la mayoría y se ve ante la impotencia de recortar derechos y de únicamente hacer propaganda política más que política, la situación de malestar empeora, empeora el malestar social, el malestar político y la antipolítica. De ahí surge la solución fácil, el populismo, que no es otra cosa que intentar dar alternativas simples a problemas complejos, intentar enfrentar a sectores de la sociedad entre sí y con un enemigo exterior, el racismo o el enfrentamiento de géneros, la negación del machismo. Es decir, todas estas cuestiones que están apareciendo en los últimos tiempos y que se han agravado en las últimas fechas con lo que podemos denominar la ruptura del cordón sanitario con la extrema derecha. Eso era algo que había mantenido la democracia europea, pero en los últimos tiempos ese cordón sanitario se ha roto y la ultraderecha cada vez domina más el espacio político. Podemos decir que el populismo ha cambiado de bando. El populismo ahora es el populismo de la ultraderecha y es el populismo de la oposición, no solamente la oposición a gobiernos progresistas, sino la oposición a la misma democracia. Es el principal riesgo que tiene la democracia. Porque si el populismo de izquierdas interpelaba a la democracia por sus carencias, el populismo de derechas interpela a la democracia porque la considera un régimen débil. Entonces, lo que intenta es sustituir la democracia por el autoritarismo. 

Hablando de esto, parece que las tentaciones autoritarias están más presentes de lo que parece.

Sí, parecía que una vez derrotado Trump o con la salida del primer ministro británico... pero no es así. La crisis de los representantes del populismo no ha significado la crisis del populismo. Muy al contrario, el populismo está muy presente, también en el ámbito de la política internacional, porque si existe un embrión de democracia en la política internacional son únicamente los organismos internacionales, con todos sus defectos. La nueva geopolítica es la geopolítica de la fuerza, de la guerra fría comercial y la guerra caliente tradicional y considera que el derecho internacional, las resoluciones de Naciones Unidas son perfectamente prescindibles. Lo estamos viendo hoy en Ucrania y lo estamos viendo hoy también desgraciadamente y trágicamente en Palestina. 

Ante esta situación que plantea, ¿qué cree que puede o debe hacer la política?

Yo creo que recuperar su esencia, la esencia del pluralismo y de la complejidad. Es decir, no hay soluciones simples a problemas complejos y mucho menos en una sociedad en transición, en transición geopolítica,  política y tecnológica. En estas condiciones no hay soluciones simples, no hay puñetazos en la mesa, no hay soluciones de fuerza y lo que hay son soluciones parciales en las que requerimos no solamente de sectores que coinciden con nosotros en las redes sociales o en la opinión, sino de los sectores que no coinciden. Necesitamos ponernos de acuerdo entre los que no coincidimos. Y esa es la esencia de la democracia, ponerse de acuerdo entre los que no coinciden mediante el diálogo y la concesión mutua. Ahí es donde tenemos el reto, a nivel nacional, por supuesto. En estos momentos estamos discutiendo si vamos a un acuerdo de mínimos que permita un gobierno o vamos a una situación de prolongación de la inestabilidad, de la incertidumbre y a una crisis de gobernanza. A nivel internacional, igualmente. Si llegamos a posiciones de mínimos basadas en el derecho internacional o si cada uno en su ámbito utiliza la fuerza para solucionar los conflictos. Necesitamos reinventarnos como proyectos y como organizaciones políticas. No cabe duda de que también estamos en una situación de crisis, porque no es lo mismo responder a una situación de normalidad y a una catástrofe conocida, que responder a un encadenamiento de catástrofes y a una crisis de credibilidad entre la mayoría de los ciudadanos.  Y para eso hay que abordar una renovación de fondo de todos los instrumentos democráticos, de los partidos, de las organizaciones sindicales, de las instituciones democráticas, de la justicia. 

Políticamente en España, ¿cómo definiría todo lo que se está viviendo en el proceso de investidura, tanto la no conseguida por el Partido Popular como la que se enfrenta a Pedro Sánchez y todo lo que significa el tema de la amnistía?

No es muy diferente a situaciones complejas en otros países del mundo o a nivel internacional. No somos tan diferentes. Las situaciones de clímax, llamémosle político, las hemos vivido recientemente en Francia o Alemania. No me parece que nosotros vivamos en ninguna situación singular, vivimos una situación de polarización muy profunda de la política, de crisis de la democracia tradicional y también vivimos una crisis de credibilidad entre los ciudadanos, emergiendo la antipolítica como populismo. Lo vivimos en general y también en nuestro propio país. En su momento fue posible configurar un gobierno y mantuvo un alto grado de estabilidad cuatro años, primero el año de moción de censura más los tres años de legislatura de coalición y no hay por qué pensar que ahora no sea posible un gobierno progresista o un gobierno plural. Digo un gobierno progresista o un gobierno plural porque hay sectores que es evidente que no son progresistas. Es una posibilidad de un gobierno defensivo ante un gobierno rupturista, como podría ser un gobierno de la derecha con la ultraderecha en España. De hecho, en la Unión Europea se ha visto con alivio este plazo que nos ha dado la ciudadanía para llegar a un acuerdo. Por lo menos no será un gobierno negacionista o que busque el enemigo interno y exterior. Puede ser un gobierno de estabilidad.

Y en el contexto internacional con la guerra de Ucrania o lo que está pasando estos días con Israel y Hamas, ¿Hacia dónde nos dirigimos?

Nos dirigimos hacia una situación internacional desconocida. Hemos vivido un periodo de equilibrio de fuerzas, que fue el equilibrio de la Guerra Fría. Con posterioridad hemos vivido un periodo de monopolio de la política internacional por parte de Estados Unidos y ahora vivimos un periodo de nuevo desequilibrio de fuerzas que crea una gran incertidumbre y una tendencia hacia las soluciones simples a problemas complejos, hacia soluciones de fuerza a problemas que incluso vienen de largo. Me parece muy alarmante lo que ha ocurrido en Ucrania, el intento de solucionar un conflicto de frontera mediante la ocupación. Me parece muy alarmante lo de Nagorno-Karabaj, que significa una limpieza étnica sin paliativos. Y también ahora en Palestina esta limpieza étnica silenciosa termina en un asedio, que es lo que estamos viviendo en el territorio de Gaza, un asedio medieval prácticamente. Y yo creo que eso demuestra que la política internacional recurre a viejas soluciones a eternos problemas y habría que buscar soluciones nuevas a estos problemas que están estancados desde hace mucho tiempo. Yo creo que la mejor solución es el derecho internacional, el diálogo y el acuerdo.