Era un típico día de enero, frío, sin más, y toda España se quedó consternada al mediodía al conocerse la noticia de que el jefe del grupo municipal en el PP de San Sebastián, Gregorio Ordóñez, caía muerto en un bar a manos de ETA mientras tomaba un pintxo con sus compañeros, entre ellos María San Gil. El próximo jueves se cumplen 25 años -hoy tendría 61- de ese asesinato. Por eso mismo, el Rey, que siempre se ha volcado con las víctimas del terrorismo, quiso rendirle un sentido homenaje junto a los suyos, destacando la presencia de la viuda, Ana Iríbar, y del hijo que no conoció a su padre, Javier, que solo contaba con 14 meses.
Así, Felipe VI recibió en el Palacio de La Zarzuela a miembros de la fundación que lleva el nombre del que en ese momento era un auténtico azote para los batasunos y los etarras, y que por eso mismo lo pagó con su vida.
Después de una foto con todos ellos, el Monarca mantuvo una reunión enmarcada en el 25 aniversario del asesinato del que fuera presidente del PP de Guipúzcoa.
Al término del encuentro, Iríbar, en declaraciones a los periodistas, agradeció que el Soberano se uniera a esa conmemoración recibiéndoles en Zarzuela, así como su constante apoyo a las víctimas del terrorismo tanto como príncipe como en su condición de Jefe del Estado. Para ella, fue emocionante el acto en recuerdo de «un hombre valiente, honesto y brillante y que hizo todo lo que pudo para cambiar la sociedad en la que le había tocado vivir».
Así, hizo referencia a su hijo para subrayar que él siempre le dice que «le han arrancado los recuerdos de su padre», una situación que «nunca» podrá perdonar.
Tras revivir la dureza de los momentos a los que tuvo que hacer frente hace un cuarto de siglo, lamentó que en la actualidad «el discurso político de ETA siga presente en las instituciones», algo «deplorable» porque cree que resta credibilidad a la democracia española.
Por su parte, Consuelo Ordóñez, hermana del político y presidenta de Covite, incidió en este asunto para considerar que los mensajes de su hermano hace 25 años son perfectamente trasladables a la situación política actual. «Hemos llegado al final más diferente al que mi hermano había soñado. Estamos en el final de ETA, pero es un final negociado y se han aceptado sus exigencias para dejarnos de matar», añadió.
En diciembre de ese mismo año nació la fundación que lleva su nombre, que preside su esposa y que pretende preservar la memoria histórica del parlamentario vasco.
El legado de Goyo, como le conocían sus amigos, sigue presente, y fue un ejemplo para muchos jóvenes de Euskadi que se atrevieron a meterse en política. Algunos, como Borja Sémper, la dejaron hace poco. Otros, como Miguel Ángel Blanco, lo pagaron con su vida.