Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


La hostelería no se salva

06/10/2020

La pasada semana los hosteleros de Ávila –mascarillas rojas y altavoz en mano– se concentraron bajo el lema «salvemos a la hostelería», en plural, ante la difícil situación que están atravesando por efecto de la pandemia y por las decisiones normativas adoptadas. Ávila es a la hostelería lo que los abulenses son a la Santa.
La Hostelería, como el comercio (la construcción en la crisis anterior) no se van a salvar, aunque sería más exacto decir que no se van a escapar de los daños colaterales del virus, porque salvarse o no depende no solo de las ayudas que reciban –para eso han protestado–, sino de otras medidas que si están en su poder revertir, pues precio (6 euros por dos vinos, aún con tapa, en Ávila es caro) y atención al cliente (aprendices y corre turnos no garantizan un buen servicio), solo dependen del sector. Los empresarios del sector –no todos y excepciones aparte– están provocando que la hostelería de Ávila comience a estar fuera del mercado actual y esto es un riesgo para una salida positiva.
«Que viene el lobo» ha sido  consustancial con la clase empresarial abulense sea cual sea el sector de actividad. En esta ocasión a este sector no le falta razón, pero a la vez que se cuestionan decisiones políticas (medidas contradictorias y limitativas COVID inentendibles, subidas de impuestos municipales y nacionales, ayudas convertidas en  más deuda, etc.), quizás y solo quizás ha llegado el momento de hacer tabla rasa y reflexionar con la mirada puesta en el futuro. Para ello hay que partir de la expresión latina do ut des (doy para que des). 
La voz de auxilio lanzada por el sector al unísono tiene su sentido, es entendible y debiera ser oída, pero en lógica correspondencia el sector está obligado a hacer más y mejor ciudad. Tienen argumentos cuando han afirmado en su protesta que «sin hostelería Ávila se muere». El pulso de una ciudad se mide por la vitalidad de sus calles, sus negocios, sus gentes, y esto hace tiempo, no es de ahora, que desde lo público se ha dilapidado y desde el sector privado se ha desperdiciado. La propia inercia interna, el egoísmo propio –sálvese quien pueda–, los cambios de vida y costumbres (la pandemia los ha multiplicado) son elementos de esa «muerte». 
Por si todo lo que está aconteciendo no fuera suficiente, tradicionalmente octubre es casi el mejor mes en cuanto a las estadísticas de «turistas», gasto en hospedaje y gastronomía. Ello es así pues Ávila solía acoger las pruebas físicas de los aspirantes –varios millares– a entrar en la Escuela de Policía. Este año no vendrán todos pues lo harán en otros siete destinos además de Ávila (era previsible y los políticos locales han estado «contemplativos», sin pujanza, ni influencia alguna ante el Ministerio correspondiente). Esto si se debe preocupar a la hostelería y a otros pues abierta esta puerta (acaso en otros destinos no hay pandemia) nada garantiza que se vaya a cerrar para próximas convocatorias. Lo ganado hace años tiene todos los visos de que este input se va a perder. 
Llega octubre y tras la Santa (15-O) y la tradicional hibernación de Ávila, este año bares y restaurantes –sostenidos en ERTEs– se confinaran por efecto del virus hasta marzo o más allá. Algunos no volverán a abrir aunque la raza empresarial siempre resurge. En mayo escribí que sin llenar la barra del bar (el maligno para la autoridad) no se volvería nunca a la normalidad. Salir se va a salir y conviene no olvidar que el cliente siempre tiene razón.