Sostiene Pereira que no había oído hablar del escritor italiano Ferrante Pallavicino hasta hace unos días. Sucedió en la presentación que hizo, en la Biblioteca Pública, del libro cuyo título encabeza este comentario, Julia de Castro. Esta abulense polifacética conjuga, en los escenarios, sus dotes de cantante, compositora, actriz, historiadora y violinista con mucha creatividad y un punto de provocación. Ahora, añade su faceta literaria al investigar sobre la prostitución a partir del libro del autor italiano donde aporta su particular visión de un tema tabú, siempre conflictivo y hoy en el debate político y legislativo en España de tal modo que puede romper al feminismo. ¿Legalización o abolición de la prostitución? He ahí la cuestión. No vale el estado actual de alegalidad. Ni sí ni no; ese estar en el limbo mirando a otro lado.
Así es que Julia de Castro, fiel a su forma de enfrentarse a los temas, enlaza el siglo XVII con el XXI para reescribir el libro del italiano. Su pregunta clave es por qué ser prostituta está tan mal visto por la sociedad de todos los tiempos si es, según el dicho popular, «el oficio más antiguo del mundo». La historia del escritor y fraile agustino, Ferrante Pallavicino, puede aclarar algo. Su libro La retórica delle puttane, le enfrentó a la Iglesia Católica que lo prohibió y le incluyó en el Index Librorum prohibitorum, Índice de libros prohibidos. Con acidez e ingenio, sus lecciones o consejos para las putas de la época siguiendo punto por punto las normas que el jesuita español Cipriano Súarez establecía en su célebre Rethorica, de obligado estudio en las escuelas de entonces, le lanzaron al debate intelectual y a la fama. Frente a los tradicionales votos de los jesuitas, propugnó que los tres de las prostitutas fueran: lujuria, avaricia y fingimiento. Fue demasiado lejos al enfrentarse con los Barberini (la poderosa familia del Papa Urbano VIII) y con la Iglesia. Terminó juzgado y condenado. Lo decapitaron en Aviñón cuando tenía 28 años.
Julia de Castro explicó cómo su estancia en la Academia Española de Roma con una beca le ha permitido ir más allá del libro La retórica delle puttane. Por eso, además de publicarlo en castellano por primera vez, ha escrito un epílogo muy jugoso. Julia de Castro contrató a dos prostitutas para completar su información al enfrentarse con «el riesgo que implica abordar un tema tan polémico en el pensamiento feminista. El sexo es una expresión como lo es el arte... El gran reto de la mujer es el cuerpo. El placer femenino es la conquista. El placer es una amenaza, especialmente para nosotras, y me gustaría saber por qué». Como manifestó varias veces en su charla, siempre en su actividad artística se ha movido ante lo que no comprende y quiere comprender. Sigue el postulado, «Sapere aude»; atrévete a saber, de Horacio y Kant.
Los testimonios de las dos mujeres que ejercen la prostitución hacen de contrapeso al pensamiento teórico de quien no sufre las consecuencias de su «oficio», porque la mayoría de las veces se habla y se legisla sin contar con las personas más afectadas. Las dos valientes que aceptan el reto de hablar públicamente, Susana y Valerie, trabajan de prostitutas por voluntad propia. Las demás formas de ejercer la prostitución no se pueden llamar así sino explotación y esclavitud, piensa Julia de Castro. Y como dice una de las prostitutas entrevistadas, «No existe libertad absoluta para nadie en el sistema capitalista, pero podemos hablar de nuestra capacidad de decisión, cosa que no ocurre en otras profesiones». Que se lo pregunten a los millones que hay en el mundo con trabajos forzosos o a los que aguantan y aguantan «carros y carretas» para no ser despedidos.
Julia de Castro aludió a los distintos modelos que, con variantes de consideración, existen en Estados Unidos, Tailandia, Rusia, Holanda, Alemania, Suecia, Canadá y Francia. La fórmula con la que está más de acuerdo es la de Nueva Zelanda que ha despenalizado el trabajo sexual y ha tenido en cuenta la opinión de las prostitutas. No es el modelo perfecto, pero «es en el que las trabajadoras sexuales se sienten más escuchadas porque a pesar de ser una profesión eminentemente femenina, ha sido siempre contada por los hombres». En todo caso, hay que señalar que ser prostituta es el oficio más estigmatizado socialmente; que es un colectivo muy numeroso y con un altísimo riesgo de exclusión social. Por eso, es urgente y necesario exigir a los Gobiernos las leyes pertinentes para una defensa eficaz de sus derechos.
Algunas preguntas son inevitables: ¿Es posible abolir la prostitución? ¿No ocurriría como con las drogas? Su prohibición solo produce más mafias, más criminalidad, más economía sumergida, más gastos en policías, en jueces, en ejércitos y los alijos no dejan de llegar a un mercado tan lucrativo. ¿Hace falta recordar la Ley seca en USA? Si no parece posible abolirla, habrá que regularla como se hace con todos los trabajos, con sus deberes y sus derechos. Hay que pasar de una sociedad mojigata e hipócrita a otra que sea capaz de compaginar la libre decisión de ser puta con la erradicación de la explotación de las mujeres. Porque toda situación de explotación y de esclavitud es consecuencia de la desigualdad económica, del engaño, de la emigración forzosa y, en última instancia, del machismo. Si este problema como el la violencia de género perjudicara a los hombres de igual manera, ya se habría puesto pie en pared. Gracias, Julia, por tu desenfado.