Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Frentes

02/01/2024

Lo que está sucediendo entre Sumar y Podemos (nada nuevo en la izquierda española) me ha llevado a recordar algunas escenas inolvidables de 'La vida de Bryan'. Por allí aparecen el Frente Popular de Judea, el Frente Judaico Popular y el Frente del Pueblo Judaico, todos ellos con la palabra «frente», con referencias a lo «popular» y con el territorio de Judea como protagonista. Todo dicen que quieren liberar a su tierra de los romanos y lograr un futuro mejor, pero, ay, están tan enemistados entre ellos que son incapaces de ponerse de acuerdo en nada. Es más: parecen más enfrentados entre sí que con Pilatos y sus legiones. Cuando yo empecé en Valladolid en esto del Periodismo había tantos partidos de izquierdas que casi era imposible reconocer a sus portavoces cuando iban a llevarnos comunicados al periódico: PSOE, PSOE (h), PCE, PCE (i), PCE (m-l), PTE, ORT, LC, LCR, MC y quizás algunos más que ahora no recuerdo. A pesar de los años trascurridos y de todo lo que ha pasado en España desde entonces, da la impresión de que vamos por el mismo camino. Lo ocurrido en Galicia, y antes en el Congreso, así parece indicarlo. ¿Con la izquierda tan dividida, alguien piensa que peligra el gobierno del PP en Galicia, aunque ahí no precise del apoyo de Vox, que ahora no tiene representación en el Parlamento gallego? En tal sentido, no sé lo que pensará Pablo Iglesias, el gran gurú de esta izquierda a cachitos. Tal vez a sus palabras y actitud se deba el resultado del referéndum en el que los votantes gallegos de Podemos rechazaron una candidatura conjunta con Sumar pese al acuerdo inicial entre los líderes de las dos formaciones. Iglesias pidió el voto para el BNG. Aun no sabemos si ha cambiado de postura tras saber que Podemos también presentará lista. El PP aplaude con las orejas, el PSOE no entiende hacia dónde quiere ir, con su sopa de letras, la izquierda de la izquierda y Yolanda Díaz pensará como los de 'La vida de Bryan' que sus correligionarios (al menos, ideológicamente) son sus peores enemigos, los que, disculpas aparte, hacen daño. Y todo en nombre del pueblo y del progreso, ¡faltaría más!