Julio Collado

Sostiene Pereira

Julio Collado


Charanga y pandereta

08/05/2023

Sostiene Pereira que, hace unos días, acudió con E. a ver cómo montaba el escenario una de esas orquestas que han empezado a llegar a los barrios abulenses para competir entre ellos sobre quién lo hace mejor. O mejor dicho, para que las peñas o asociaciones que montan el «tiberio», se luzcan haciendo el máximo de ruido con sus charangas y panderetas bien regadas por el alcohol y por ver quién trae la Orquesta más grande. A E. le entusiasma observar durante horas la maravilla del montaje de tantos cachivaches en un camión y cómo se van transformando en un amplio escenario.  Llegaron justo cuando el trailer que transporta watios por un tubo, pantallas, instrumentos y grúas estaba llegando al jardín de Las Hervencias donde iban a inaugurar las fiestas del barrio. Era domingo y les pisaron un día de «su» fiesta a los mozos y mozas del barrio de La Universidad que la clausuraban ese día en sitio más raquítico y pobre. El camión se las vio y deseó para entrar entre árboles y verjas; pero el joven camionero era un experto y, después de sabias maniobras, llevó la máquina hasta el sitio señalado. Y comenzó el arduo trabajo de abrir las tripas al nuevo Caballo de Troya y convertirlo en un amplio escenario. La faena se les complicó y el comienzo de la fiesta tuvo que retrasarte casi dos horas. Las niñas y los niños que esperaban pacientemente para actuar tuvieron que irse llorosos; su baile se suspendió. La hora era intempestiva y el lunes había clase. Una lástima tanta espera para eso. 
Fuera del jardín, a las puertas de los bares cercanos, se oía pertinaz, desafinada y bullanguera la charanga de mozas y mozos. Estaban cerca pero tardaron varias horas en llegar al bar improvisado en el prado. Van de bar en bar y «tiro porque me toca». Llama la atención este modo de celebrar las fiestas de los barrios compitiendo entre sí para ver quien puede pagar las orquestas  más potentes y qué charanga reúne a más participantes para hacer más ruido, que no música y para molestar al vecindario, a los transeúntes y a los conductores. Si hay que parar el tráfico, se para y ya está. A ver quién es el guapo que se mete con los intempestivos cohetes de Las Vacas o el apelotonamiento de los componentes de las peñas de cualquier barrio y sus uniformes. En el parsimonioso paseo, las manos ocupadas en sostener los vasos de alcohol; en los descansos de la orquesta, sujetando los cartones del bingo. España es una timba que no descansa y aprovecha el Día del padre y de la madre y la Navidad y cualquier otra efemérides para vender obscenamente sus productos: Bingo, loterías, quinielas, dardos, tragaperras, ruletas, rascas, ONCE… y, últimamente, los juegos online que facilitan la tarea y potencian más la adicción. Este es el caldo de cultivo adolescente y juvenil. En el se educan. Escandalizarse después por el resultado es hipocresía.  
Las atracciones y actividades para niñas y niños junto con los puestos de garrapiñadas y otras mercaderías giran en torno al trailer-escenario. Son fiestas encaminadas sobre todo a dar rienda suelta a las peñas de adolescentes y de jóvenes. Y como la globalización ha llegado a todas las partes, todas las  fiestas, sean de barrio de ciudad o de pueblo, son tan gemelas que pueden intercambiarse y, si asistes a una, has asistido a todas. En todas, se compite en atraer a más gente con  más orquestas, más puestos de venta de chucherías y durante más días porque las orquestas cuestan lo suyo. Por tanto, hay que sacar dinero como sea y lo más seguro es el «comercio, el bebercio y el bingo». Es decir, se compite promocionando un consumo tóxico y una cultura estrictamente pasiva que fastidia a muchos de los vecinos cercanos a estos «reales de feria» provisionales. Ellos sufren las molestias acústicas y de higiene; en especial, los trabajadores que madrugan y los enfermos que sufren. Además de asustar a los pájaros y a los perros. ¿De verdad son necesarios 40.000 watios de sonido y 150.000  de iluminación para acompañar en el escenario a unas muchachas ligeras de ropa mientras los hombres van tapaditos? ¿Hay que alargar las verbenas un domingo hasta las tres de la mañana? ¿Y la participación de los jóvenes en la vida de la ciudad tiene que limitarse a eso mientras el Consejo Local de la Juventud lanquidece?         
En fin, este modo de hacer la fiesta, producto del consumo puro y duro, le ha recordado a esa España que retrató Antonio Machado en El pasado efímero y que dice: 
«La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero…
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito...
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza...»