Jesús Guil Redondo

Más menos

Jesús Guil Redondo


Más juezas y menos ley del ‘sólo sí es sí’

14/03/2023

Que la ley del sólo sí es sí ha sido una auténtica chapuza antológica y sin parangón ya nadie tiene la menor duda por mucho que las mentiras de los podemitas de Podemos, de su ministra de Igualdad, Irene Montero, y sus acolitas  vociferen lo contrario todo lo alto que quieran. Su desfachatez llegó hasta el punto de acusar a los jueces y juezas de ser unos machistas necesitados de reeducación. Y a los que criticaron la Ley y advirtieron de las rebajas que eran unos: intoxicadores, machistas, creadores de bulos, generadores de terror sexual. Y que no se iba a producir ni una sola rebaja. Probablemente llegaremos a las 3.000. Y a medida que las rebajas y las excarcelaciones iban en aumento, pasaron a decir que había un problema de interpretación, que el Fiscal General  resolvería el problema, que el Tribunal Supremo metería en vereda a los jueces que estaban aplicando mal la ley. Pero no fue así, y se supo de los muchos organismos: Consejo General de Poder Judicial, Consejo de Estado, Letrados de las Cámaras que en su día ya avisaron que la Ley retorcía la técnica legislativa y que podía ocurrir lo que ha sucedido. Sus mentiras, las de Podemos, su Ministra, su Secretaria General; Pam, la que hacía chistes con las rebajas, e incluso la redactora de la Ley, la jueza podemista Victoria Rosell, se quedaron al descubierto y en evidencia. La ley nace así porque a estas señoras les importaba más la propaganda y la venta de sus eslóganes que la técnica legislativa. Y digo eslóganes porque la intención de la ley nace al día siguiente de la sentencia de la Manada (por cierto, los miembros de esta fueron condenados a unas penas superiores a la de algunos homicidas), con una marea irracional que cristalizó en eslóganes como el de: «no es abuso, es violación». Lo que provocó que el Ministerio de Igualdad (por cierto curioso nombre para un ministerio, cuando la igualdad debería de ser y existir por sí sola, sin necesidad de tal alta institución) cometiera el error de unificar los delitos de abuso y agresión sexual en una sola modalidad delictiva despreciando el principio de proporcionalidad de las penas. Y castigar con mayor pena los delitos más graves y con menor pena los más leves, que es lo que debe ser en toda norma penal. Pues no parece lógico castigar del mismo modo al sobón del autobús que a quien arrastra a una mujer a un portal a punta de navaja y la golpea antes de violarla. Pero la arrogancia de estas señoras, Irene, Pam y Victoria, llegó a extremos de no hacer ni puto caso a las advertencias de los organismos ya mencionados y paradójicamente no las importó la violencia ni la intimidación. Y pasó lo que tenía que pasar, unas revisiones que, además, afectan sobre todo a los hechos más graves. Reos condenados por la antigua agresión sexual, la que ejercieron con violencia e intimidación, se benefician de que la nueva pena mínima del delito unificado del antiguo abuso sexual. Por la regla del «in dubio pro reo». Y aunque al Gobierno Frankenstein de Sánchez, a los diputados socialistas, sus acólitos de legislatura, no les gustaba la ley cedieron para dar gusto a Irene Montero y permitirla que siga jugando con el Código Penal. Pero después de 750 rebajas y 75 excarcelaciones el Gobierno y los barones socialistas preelectorales se dieron cuenta que esta cagada no solo quitaba votos a Podemos, sino que les estaba salpicando a ellos y ya por fin decidieron modificar la ley y volver al sistema anterior; una horquilla para las conductas que cuenten con violencia o intimidación y otra más leve para la que se produzca sin estos elementos.
Último apunte, el consentimiento lleva estando en el centro de nuestra legislación desde hace más de cien años como lo demuestra que ya en el Código Penal de 1995 a estos delitos se les llama «delitos contra la libertad sexual».