Mi hijo ve porno. ¿Debo preocuparme?

Jorge Morales (EFE)
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La FAD alerta de que seis de cada 10 adolescentes acceden a este tipo de contenidos de forma frecuente, un consumo que puede iniciarse a la corta edad de entre los 8 y 12 años

Profesionales y familias exigen que estas páginas tengan un sistema de verificación de edad para poder acceder. - Foto: Adrian Ruiz Hierro

No es ningún secreto que los más pequeños de la casa cada vez tienen más acceso a los dispositivos móviles, desde el teléfono de los padres o familiares a las tabletas o incluso al portátil y al ordenador de mesa. Precisamente, esa accesibilidad hace que muchas veces los menores vean contenidos inapropiados para su edad, como lo demuestra el último estudio de la Fundación FAD Juventud, que asegura que seis de cada 10 adolescentes españoles ven pornografía de forma frecuente y añade que la edad de inicio de este consumo se encuentra entre los 8 y 12 años. Sin embargo, nueve de cada 10 padres desconocen que sus hijos e hijas ven porno.

Ahora la pregunta que surge entre los progenitores es ¿qué es lo que se puede hacer para evitarlo? y ¿cuál es el grado de preocupación ante estos hechos?

Así, expertos participantes en  el congreso Menores y nuevas tecnologías. Adicciones, pornosocialización, salud mental y conducta infractora, que tiene lugar en Tenerife, advirtieron ayer del peligro de consumirlo a edades tan tempranas, no tanto por la necesidad de satisfacer su curiosidad, sino por su alto contenido de imágenes agresivas, que pueden acabar siendo su único referente, distorsionado, en sus relaciones sexuales. 

José Luis García, doctor en Psicología y sexólogo, aboga por que los padres hablen abiertamente, con empatía y sin juzgarlos, con sus hijos, porque «todos los niños necesitan conocer una serie de hechos sexuales básicos, mínimos, para comprender su cuerpo, su desarrollo, sus sensaciones, emociones y sentimientos».

«El silencio, la ignorancia, no traen más que problemas sexuales», y si los progenitores no responden a estas preguntas «irán a buscarlas fuera», advierte García.

Esto implica un riesgo: que aprendan de un entorno con posturas imposibles, donde no hay besos, seducción ni ternura y el condón «es invisible», lo cual relaciona este experto con el repunte de las enfermedades de transmisión sexual.

Pero «el mensaje más perverso», advierte, es el de la mujer sometida a los deseos del hombre, sugiriendo que «la violencia sexual es erótica, que el chico debe ejercerla sobre la chica y a ella le gusta que la vejen, humillen y maltraten».

Otro de los estudiosos de este asunto, el director del Observatorio para el uso saludable de la tecnología EducaLIKE, Guillermo Cánovas, advierte de los efectos de la adicción al porno, equiparable a otras como al móvil o los videojuegos.

Todas ellas tienen en común la sobreestimulación: «Llega un momento en el que el bombardeo de estímulos que reciben es tal que desarrollan tolerancia y aumentan la dosis». En el caso del porno, advierte Cánovas, «no solo aumentan la cantidad de consumo o el tiempo dedicado a ello, sino también el nivel de intensidad de los estímulos».

José Luis García es contundente sobre este asunto: «Antes de darse un beso, de haber hecho la más mínima aproximación de seducción, los chavales ya están hartos de ver porno violento».

Por su parte, Cánovas aboga por afrontar el creciente consumo de la pornografía entre menores, que «por supuesto va a ir a más», desde la educación y la legislación. «Tenemos un problema desde hace muchos años, que es que no conseguimos que la industria de internet tenga que cumplir las mismas leyes que las que están fuera. No se les exige realmente un sistema de verificación de la edad para acceder» a determinados contenidos.