«El libro ya escrito pertenece a la soberanía del lector»

David Casillas
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Luis Landero uno de los grandes escritores de las últimas décadas, autor de piezas maestras como Juegos de la edad tardía o El balcón en invierno, ganador de premios como el Premio Nacional de las Letras Españolas, regaló a Ávila su magisterio

«El libro ya escrito pertenece a la soberanía del lector»

Cuando recibió en solemne acto el Premio de las Letras Teresa de Ávila en reconocimiento a la excelencia de su obra narrativa, el 11 de octubre del año de gracia de 2022, Luis Landero tuvo conocimiento de que una abulense apasionada por la literatura estaba llevando su afición por la lectura, con afán de buen proselitismo, por varios pequeños pueblos de la provincia de Ávila en forma de clubes de lectura. Almudena Hernández, la 'agitadora' cultural en cuestión, había acudido aquella jornada al Auditorio Municipal de San Francisco por su admiración por la literatura del homenajeado, y para su sorpresa Luis Landero la buscó, charló con ella, le mostró su admiración y gratitud por la tarea que llevaba a cabo, le animó a seguir haciéndolo… y le dijo que si tenía oportunidad acudiría algún día a uno de esos encuentros. El aprecio y el respeto previos por el escritor se amplió, y lo fue también a partir de ese momento por la persona.

Parecía promesa fácil de cumplimiento difícil, de esas que suelen lanzarse en momentos de euforia que luego caen en el olvido o la dejadez. Pero Luis Landero, demostrando tener palabra y, sobre todo, ser coherente con su prédica de que la literatura nació del pueblo y al pueblo pertenece, cumplió con el compromiso verbal hecho en aquella jornada grande para él, y el día 18 de enero pasado acudió a Martiherrero para participar en el taller que allí tiene lugar, para sorpresa, primero; alegría, de inmediato; y agradecimiento, para siempre, de Almudena Hernández y de los participantes en ese encuentro literario, que en su mayoría, igual que en el resto de pueblos, son mujeres.

El encuentro, en el que Landero regaló al auditorio con generosidad y humildad su magisterio en el mundo de las letras, contó con el apoyo de la Diputación Provincial en la persona de su presidente, Carlos García, institución que aprovechó la ocasión para recordar que su compromiso con la cultura en el mundo rural abulense está muy vivo

Los participantes en el club de lectura de Martiherrero vivieron con intensidad y emoción su presencia, muy motivados, alguno casi no se creía que un escritor de su exitosa trayectoria les hiciese ese «honor».

Me alegro si así fue, y lo agradezco, pero tengo que añadir que la gente en esas iniciativas te motiva a ti también. No podemos olvidar que un escritor se debe a sus lectores, porque lo más sagrado que hay para un autor son ellos, y si tu ves que alguien te lee con agrado, e incluso hasta con una cierta compasión, no cabe duda de que estás en deuda con él, y si puedes tienes que corresponderle.

¿Entiende que estos encuentros para compartir la literatura son importantes, que ayudan a la cultura de verdad?

Sin duda ninguna. Para mí los clubes de lectura son muy importantes, y si me invitan a participar en alguno y yo puedo, voy sin falta. Yo soy más bien sedentario, me cuesta moverme, pero me encanta participar en estas iniciativas porque estoy convencido de que son muy interesantes y de que aportan algo o mucho a la cultura popular, y por eso hago por los lectores lo que haga falta.

Además de que estos clubes son una buena cantera de lectores.

Sí lo son, porque lo forman gente que está de principio entregada y que suele ir a más. Yo creo que los clubes de lectura son uno de los mejores inventos que se han hecho en este país en los últimos años, porque esto es relativamente moderno, antes no existía, y resulta muy satisfactorio ver que en pueblos pequeños de Castilla y León o de Extremadura existen esas iniciativas porque hay gente con voluntad de hacerlo. Estos proyectos son muy importantes, y creo que las autoridades tenían que apoyar esas iniciativas de gente que se reúne para leer y para relacionarse a través de la lectura, porque eso tiene muchos beneficios.

Su principal razón de ser es la lectura, pero también hay mucho detrás de ella.

Claro, porque estos clubes ofrecen no solamente un acercamiento a la lectura sino que también es importante en ellos el hecho de reunirse, de hablar, de socializarse, y todo ello dinamiza culturalmente a un pueblo. En resumen, que aunque la excusa sea la lectura, es mucho más que eso.

¿Casi como un ágora de la antigua Grecia?

Exactamente, un lugar donde la gente se reúne para hablar, para compartir ideas. Y luego esas personas cuando llegan a su casa, cuando van al bar, cuando hablan con otras, cuando van con otras amigas, y digo amigas pues casi todas sus mujeres, comparten esas experiencias, las multiplican, y eso es maravilloso.

¿Y hacerlo en los pequeños pueblos tiene un valor o un significado especial?

Que esa actividad de promoción de la lectura y todo lo que ello conlleva ocurra en la biblioteca de una ciudad está muy bien, y hay que cuidarlo aunque sea más fácil, pero que tenga lugar en el mundo rural es una tarea que requiere mucho más esfuerzo y que por eso tiene más mérito. Y para que eso sea posible hace falta alguien como Almudena, una persona voluntaria que da ese paso adelante y decide convocar a un grupo de vecinos para leer juntos, para pasar un buen rato en definitiva, porque esto de la lectura tampoco hay que tomárselo como una cosa solemne, sino al contrario, como una cosa gozosa y divertida.

¿Entiende que la cultura no tiene que ser sólo esfuerzo intelectual sino también disfrute?

Lo uno no quita lo otro, y ambos pueden ir de la mano. Hay que entender que la literatura es disfrute y es también inquietud, una actividad que te llena el alma de desasosiegos y de preguntas, que te enriquece en el sentido que decía Ortega de que «leer es ensanchar el corazón».

¿Quizás a modo de eucaristía laica?

Algo así podría decirse, porque es una actividad compartida respecto a algo que se pone en común, y además tiene las dos enormes ventajas que ofrece la palabra. Es decir, que leer es un acto de soledad y de lentitud, dos cosas de las cuales estamos muy necesitados hoy día, especialmente de esta segunda, y leer, por fuerza, te entrena en el sosiego, en la concentración, y en la soledad; pero además, y esa es la segunda ventaja, todo eso que has recibido de la lectura lo compartes con otros, hablas, te relacionas y eso significa un enriquecimiento que tiene incluso algo de solidaridad.

Usted ofrece muchas cosas a quien vive sus libros, ¿también aprende cosas de sus lectores, sobre todo en contactos como éste?

Siempre que hablas con alguien aprendes algo, mucho o poco, y en el caso que me dices te abre también un poquito alguna puerta. No podemos olvidar que el libro pertenece al escritor mientras lo crea, pero una vez escrito pasa a la soberanía del lector y él es el que manda y decide, y lo que él diga es indiscutible, sobre todo si te da razones para ello.

Es importante la opinión del lector, que te diga si lo que escribes la emociona o le resulta aburrido, porque el escritor no se puede leer a sí mismo, es como el cuchillo que no se puede cortar a sí mismo, porque el factor sorpresa, que para quien te lee está intacto, desaparece para ti una vez que lo has escrito.

Todo un acto de democracia.

Podría entenderse así, porque cuando se pone a leer es el dueño y señor del libro que tiene entre manos, es el soberano y puede opinar lo que quiera de él, y si luego comparte esa opinión con los demás pues resulta más interesante, porque en esa puesta de puntos de vista en común se afina mucho mejor.

A andar se aprende andando, ¿a leer se aprende leyendo?

Sí, a leer también se aprende, y los lectores a veces necesitan aprender a leer, necesitan mejorar la lectura, igual que los escritores necesitan mejorar la escritura. Y se mejora en ese arte de la lectura hablando con otros, viendo cómo han leído los demás lo mismo que tú has leído, cómo los demás han visto cosas que tú no has visto, haciéndose partícipes unos a otros de sus respectivos hallazgos, y todo eso en conjunto es magnífico.

¿Si los clubes de lectura no existieran habría que inventarlos ya mismo?

Por supuesto que sí, antes existían los talleres, pero entiendo que son mejor los clubes desde el punto de vista que es más fácil participar en ellos porque nadie tiene por qué escribir, y eso en parte es bueno, abre las posibilidades de participar.

La pena es que no participen más hombres en ellos.

Sí, y hay que llamar la atención sobre ello. Es verdad que siempre la mujer ha sido más lectora, y esa realidad es evidente en los clubes que funcionan en Ávila. Y además no solamente leen más, sino que también tienen menos prejuicios a la hora de reunirse, de comentar lo que han leído, de compartir sus sensaciones. El hombre en esto es más retraído, tiene otro carácter, otra manera de ver las cosas y le cuesta más.

Las mujeres, además, tiene menos prejuicios y quizás también menos afán de protagonismo, y por eso están más dispuestas a reunirse, a hablar, a reírse, a compartir opiniones.

¿Cómo valoraría la existencia de este puñado de clubes de lectura en varios pequeños pueblos de Ávila?

A mí me gustaría dar la enhorabuena a Almudena por esta iniciativa, porque es una labor admirable la que está haciendo. La conocí el día que me dieron el premio Teresa de las Letras Teresa de Ávila, me contó un poco lo que hacía y me quedé prendado de esa tarea que hacía yendo por los pueblos con sus clubes de lectura; por eso le dije que contar conmigo si le podía ayudar en algo, y finalmente vine a participar en una de sus actividades.