Sonsoles Sánchez-Reyes

A otra luz

Sonsoles Sánchez-Reyes


Sobre ruedas (y II)

21/03/2024

En la primera etapa de la V Vuelta Ciclista a España, el 11 de mayo de 1945, se instaló en el paseo del Dos de Mayo de Ávila el control de aprovisionamiento y descanso de los corredores, a cargo del corresponsal de la Agencia Logos en Ávila, personal de la Casa abulense de bicicletas T. Velázquez y representantes del Ávila C. de F. Los corredores recibieron bolsas con un bocadillo de jamón, queso, membrillo, una naranja, un plátano, una cerveza y agua, dispensadas por señoritas de la Sección Femenina con trajes regionales.
A la 1:20, antes de lo previsto, llegó el primero al control el portugués Rebelo, que se adjudicó la prima de 150 pesetas del Ayuntamiento de Ávila. Hubo otras primas, ofrecidas por casas comerciales. Entre los primeros corredores en hacer su entrada estuvo Delio Rodríguez, que se alzaría con el triunfo de la Vuelta Ciclista ese año. Tras los 10 minutos de descanso, reanudaron la carrera a Salamanca. 3 horas después llegaron los primeros corredores a la ciudad charra, ganando la etapa Julián Berrendero, el campeón de las Vueltas de 1941 y 1942, seguido de Dalmacio Langarica, que sería el ganador de la del año siguiente. 
El 7 de mayo de 1946 comenzó la VI Vuelta Ciclista a España, de nuevo con el multitudinario paso por Ávila en su primera etapa, con las Policías Armada, de Tráfico y Urbana velando por el orden. Miguel Gual fue el primer corredor que pisó la meta abulense, a las 14:30, tras 4 horas de carrera, correspondiéndole las primas concedidas por el gobernador civil y el Ávila C. de F. El contenido de las bolsas entregadas a los corredores en el control había mejorado respecto al año anterior: el bocadillo era de ternera, el queso de nata, el plátano y la naranja estaban ya pelados, y se daban varias cervezas.
En la tribuna de autoridades estaban, entre otros, el presidente de la Diputación, Enrique de Lis Louis, y un representante de la Alcaldía de Ávila; el delegado provincial del Frente de Juventudes, que regaló Yemas de Santa Teresa a los corredores santanderinos, sus paisanos; y el padre Nieva, que obsequió con un ponche a los navarros como él.