Editorial

Cuidar la convivencia en los pueblos para disfrutar del verano

Diario de Ávila
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La convivencia es, por mucho que se lleve bien, una tarea algo compleja que necesita de generosidad y pequeñas cesiones de cada parte implicada

Cada verano, de forma creciente por eso de que las grandes ciudades se vuelven exponencialmente invivibles en los cada vez más calurosos veranos –y el principal referente en ese aspecto de la provincia de Ávila es la cercana, superpoblada y tórrida Comunidad de Madrid–, la población de los municipios abulenses se multiplica por mucho con respecto a su ocupación habitual, en algunos casos hasta por diez, una explosión de vida en principio muy positiva pero que también tiene unas aristas complejas que no conviene perder de vista.

Las infraestructuras y servicios de los pueblos están acondicionados más para atender a los pocos vecinos que van quedando en cada oasis de esta 'España vaciada' que a los muchos que en los meses de julio y agosto tienen el buen criterio de volver a sus raíces, crecimiento urgente que obliga a atender de la mejor manera posible unas necesidades sobredimensionadas que exigen mucho tacto, y que necesitan no sólo del buen hacer de los ayuntamientos sino también de la responsabilidad de esos visitantes, deseados aunque en masa, para que todo funcione lo mejor posible por el bien de todos.

El abastecimiento de agua, sumidos como estamos en constantes sequías que menguan reservas sin descanso, y la recogida de basuras, que igual que la población se multiplican cada estío, son quizás los dos principales retos a los que se enfrentan nuestros crecidos municipios, a lo que se suma una pérdida de tranquilidad que casi siempre es alegría pero que en algunos casos roza el egoísmo o la irresponsabilidad para con las personas mayores y para con quienes, aunque sea verano, tienen que trabajar y madrugar.

Consumir agua de la manera más responsable posible, porque el único que no se contamina es el que no llega a los desagües, y moderar la producción de residuos, ahora que los orgánicos ya no encuentran aquellos animales que hasta hace unas décadas los consumían en un reciclaje natural –cerdos, asnos, gallinas…–, serían dos medidas básicas para que todos salgan ganando, y para que ese pequeño paraíso que es cada pueblo dure así el mayor tiempo posible; y no estaría demás bajar decibelios en la mayoría de los encuentros festivos o llevarlos lejos de donde reside gente mayor y/o obligada a trabajar.

La convivencia es, por mucho que se lleve bien, una tarea algo compleja que necesita de generosidad y pequeñas cesiones de cada parte implicada, más cuando la mucha población aumenta el riesgo de roces, y quizás por eso se echa en falta alguna campaña de concienciación para que ese resurgir de los pueblos cada verano sea una luz con las mínimas sombras, para que esa fiesta del encuentro de familiares y amigos pueda durar muchos años más, alejado ese renacer estival de nuestros hermosos pueblos de cualquier tipo de tensión... en la medida de lo posible.

Parece que hasta ahora lo estamos haciendo bastante bien, pero todo lo bueno es también susceptible de mejorar.