Mariano de la Puente

Percepciones

Mariano de la Puente


Sindiós

12/02/2023

Con motivo de la visita de el Papa a la República Democrática del Congo y a Sudan del Sur, el país más joven  de África, desgajado de Sudán del norte, hay que recordar que ambos mantienen conflictos y millones de desplazados. Trece, de los cincuenta y cuatro países que tejen el mapa de África, mantienen hoy guerras abiertas o conflictos soterrados. Todo el continente fue una colonia de Occidente hasta la década de los cincuenta del siglo XX y muchos conflictos  proceden de los caprichos europeos al hacer la cartografía. 
Se nos antoja que, en algún caso, al trazar la frontera debieron dejar al camello de un lado y al camellero en el otro, o sea caos y desorden, lo que se conoce en castellano como: un sindiós. Miren el mapa con detenimiento y reconocerán fronteras absurdas, dibujadas con tiralíneas, únicamente por el interés económico y estratégico occidental. Un continente herido por el colonialismo, que tiene el mismo numero de habitantes todo él que China, con una extensión que supera en más de tres veces la del gigante asiático. 
Recordé que los países visitados ahora por el Papa mantenían desde hace tiempo conflictos, uno, incluso, se había partido; recordé y  recuperé un libro titulado: «guerras olvidadas», de González Ochoa y Montes Pascual, editado en 1997, con la esperanza de ver si habían evolucionado a mejor los conflictos de hacía 25 años. Daba cuenta, por aquel entonces,  de cuarenta y dos países de todo el planeta, enzarzados en guerras de mayor o menor intensidad, y ya entonces los autores denunciaban en su prólogo que apenas una decena de estos despertaban el  interés de los medios de comunicación. Se pueden ver los informes de ACNUR, Naciones Unidas o Acción contra el Hambre, por citar alguna fuente para ponerse al día. 
Tristemente, veinticinco años después de la publicación de aquel librito pocos han evolucionado positivamente y la mayoría mantienen conflictos, están anclados en la miseria o se han convertido en estados fallidos. Desplazamientos, hambrunas, desarraigos y escasa o nula presencia en los medios de comunicación. Se han convertido en conflictos cronificados o menores y sólo las grandes confrontaciones parecen interesar al mundo. Viajes como el del Papa sacuden las conciencias.
Los nacionalismos tribales, desavenencias de frontera, la explotación y esquilmación de sus riquezas y el desorden y caos dejado tras de si por los colonialistas fueron el germen de la mayoría de las hostilidades de hoy.
Son menos frecuentes los conflictos entre estados, pero son numerosas las disputas menores que se siguen librando al modo tradicional. Estas serían las hijas de un sindiós menor.
El siglo XXI añade a las viejas disputas los nacionalismos y nostalgias de algunos sátrapas ávidos por recobrar los viejos imperios.  Los humanos, en su afán autodestructivo, dirimen ahora sus choque al modo que los expertos denominan guerras blandas o de baja intensidad, en las que la tecnología, la economía y la comunicación son el armamento. Se diría que la auto aniquilación es el objetivo buscado permanentemente por nuestra especie.
El novelista Houllebecq señala en su último libro: ¿de qué se trata, conquistar territorios o mercados? Sin duda, la rivalidad económica se añade a la militar a fin de causar el mayor estrago cuando no la aniquilación total del adversario.
Volviendo a África, nada nuevo descubrimos al recordar que las grandes potencias a través de fondos de inversión de China o de los Emiratos Árabes compran grandes extensiones de terreno para producir consumibles destinados a sus nacionales, tan viejo como el hombre: la explotación. 
La FAO (organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación) denunciaba en 2009 lo que podría suponer para los autóctonos estas prácticas ¿es esta práctica un sindiós?
Y otro sindiós para no olvidar el enfrentamiento entre estados o mejor la guerra de Putin. Asistimos estupefactos como algunos buenistas siguen defendiendo, en el caso de la invasión de Ucrania, que habría de explotarse mas la vía diplomática. Recordaremos al viejo clásico Clausewitz, quien escribía algo parecido a que la guerra es la continuación del fracaso diplomático. Y la guerra no quita que siga la diplomacia, pero de otra manera. Putin no ha evolucionado, le gusta la guerra, aunque cada vez está mas rodeado de si mismo: la nada. Este sindiós ya es de gran calibre.
Las democracias  occidentales, y Europa principalmente, siguen haciendo la digestión de la caída del muro de Berlín; perdieron un referente, nada modélico, y un adversario, y bastante tienen con tratar de mantener la Democracia ante tanto sujeto en cuyo advenimiento algunos depositan una confianza inmotivada y desmedida, léase los Trumps, Bolsonaros y especímenes similares, o sea: los mesías políticos.
Pero es peor la situación del otrora adversario de Occidente, que busca un lugar mirando al pasado y sigue anclado en su sueño imperialista. Cómo le encantaría resucitar a los zares o convertirse en uno de ellos ¿verdad Sr Putin?
Nuevas potencias como China autoproclamadas para un papel importante en la política y estrategia mundial muestra junto a sus capacidades sus debilidades. Está en tela de juicio por como afrontó la pandemia con un giro incontrolable; o comprobando en las barbas de su vecina Rusia, qué puede pasar si comete una ligereza hacia Taiwán. 
Recordando todos estos avatares percibimos y repetimos que el mundo es un sindiós. 
Rusia destroza las zonas residenciales en Ucrania y corre en ayuda de la destrucción de zonas residenciales ocasionadas por un terremoto en Turquía. Terremoto que también ha destruido Alepo, esa zona que Rusia golpeo con crueldad  en la reciente guerra ¿también irá allí?
Mientras diversos países  ofrecen su ayuda de manera inmediata para aliviar los muchos desastres que nos inundan, otros se entretienen en lanzar globitos meteorológicos, que eufemismo, sobre el cielo del adversario y se indignan por que estos lo derriban. 
Oiga sería para reír si no fuera por todo lo que hay en juego: el planeta, la Democracia y nuestras vidas.