La "Jerusalén castellana" vive su Vía Crucis

J.M.M.
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Alrededor de 2.000 personas, guiados por la imagen del Santísimo Cristo de los Ajusticiados, participaron en Ávila, en las primeras horas de este Viernes Santo, de uno de los momentos más especiales de su Semana Santa

La “Jerusalén castellana” vive su Vía Crucis - Foto: David Castro

Alrededor de dos mil personas han participado en la madrugada de este Viernes Santo en el Vía Crucis de Penitencia que se ha desarrollado alrededor de la Muralla de Ávila, organizado por el Real e Ilustre Patronato de la Santa Vera Cruz. En una mañana en la que la temperatura ha ido cayendo a medida que avanzaban las horas, Ávila ha vuelto a amanecer un Viernes Santo viviendo una de sus expresiones más simbólicas de su Semana de Pasión, con cientos de personas acompañando al Santísimo Cristo de los Ajusticiados, orando y reflexionando en un recorrido que se han prolongado durante unas dos horas. Un recorrido guiado por la narración de Auxi Rueda, jefa de prensa del Obispado de Ávila, acompañada de José María García Somoza y la hermana Alba, que ha podido seguirse en toda España a través de las emisoras de Cope en todo el país.

Apenas unos minutos antes de las 5,30 horas de la mañana, la imagen del Santísimo Cristo de los Ajusticiados salía por la puerta oeste de la Catedral de Ávila para iniciar un trayecto en el que se vivió la primera estación del Vía Crucis a su paso bajo el Arco del Peso de la Harina. En esos momentos una muchedumbre caminaba aún detrás de la imagen, en una noche templada con unos 4 grados de temperatura. El frío aún no se dejaba sentir.

Tras rebasar el arco y dejar atrás la iluminada plaza de la Catedral, los pasos de los fieles se orientaron en dirección a la basílica de San Vicente por la calle San Segundo. Resonaba en el ambiente el primero de los temas de Hakuna, grupo de música que se ha hecho viral gracias a su interpretación pop de canciones con contenido cristiano y que también contribuyeron a crear ese ambiente de reflexión junto a la lectura de las catorce estaciones del Vía Crucis.

La “Jerusalén castellana” vive su Vía CrucisLa “Jerusalén castellana” vive su Vía Crucis - Foto: David Castro

La segunda estación llegó frente a la basílica de San Vicente. Dos hileras de fieles se iban ya conformando delante del Cristo para enfilar la Ronda Vieja, en una noche despejada, donde la luna iluminaba con fuerza desde lo alto del Arco de San Vicente.

Con el inicio del descenso de la Ronda Vieja por parte del Cristo de los Ajusticiados llegaba la tercera estación, en la que Jesús cae por primera vez al suelo. La noche deja ya una de las estampas típicas del Vía Crucis, con una hilera de personas que avanza por esa ronda que desciende paralela al lienzo norte de la Muralla mientras la imagen majestuosa del Cristo, rodeada por decenas de fieles avanza lentamente. Se invita a mirar al horizonte, dejando a la derecha el monasterio de La Encarnación, donde gestó la Santa la reforma del Carmelo, y queda presente el recuerdo a las hermanas carmelitas que viven en ese convento.

Se ha cumplido media hora del recorrido y llega la cuarta estación, en la que Jesús se encuentra con su Madre. La luna mira desde lo alto de la Muralla, ocultándose entre los torreones a medida que se avanza. Es el momento de recordar el dolor de la Madre y de destacar la importancia de la maternidad, mientras el Cristo ya presencia la espadaña del Carmen, para enfilar la recta final de la Ronda Vieja, y la cabecera de la procesión llega a la avenida de Madrid.

La “Jerusalén castellana” vive su Vía CrucisLa “Jerusalén castellana” vive su Vía Crucis - Foto: David Castro

Quinta estación. El cirineo ayuda al Señor a llevar la cruz. Cae la temperatura y la presencia del río Adaja se deja sentir en el ambiente. Cero grados. Atrás quedó esa bella estampa en la que el Cristo de los Ajusticiados abandonaba la Ronda Vieja para adentrase por la avenida de Madrid, con cientos de fieles distribuidos en dos filas perfectamente definidas que le marcan el camino.

La sexta estación llega con una parada frente al Lienzo Norte. Las canciones de Hakuna siguen ayudando a la reflexión y se camina lentamente junto a la ermita de San Segundo. El frío se hace más intenso al llegar al puente Adaja, ecuador del recorrido, pese a ello el avance es tranquilo, sereno, como la noche. Séptima estación, segunda caída de Jesús camino del calvario. Ahora la luna ha cruzado a la otra orilla del río Adaja y observa desde lo alto del cerro de San Mateo.

Se aproxima la parte más dura del recorrido, la que asciende por la cuesta del Hospital Viejo, en la zona del Teso. Octava estación: Jesús consuela a las mujeres. Comienza la subida. Por unos momentos la hilera se agrupa, se une para tomar fuerzas y caminar juntos en dirección al paseo del Rastro. Y de nuevo coge impulso. El ascenso es rápido, sin pausa. Un puñado de fieles se han sumado a empujar al paso del Santísimo Cristo de los Ajusticiados, que no frena en su avance, dejando atrás el Atrio de San Isidro, llegando al Arco de la Santa. La marcha no para hasta superado ese punto. Llega el momento de tomar un poco de aire, al tiempo que se destaca la nutrida presencia de jóvenes y niños que también participan de esta expresión de fe que vive Ávila.

Novena estación. Tercera caída de Jesús. Apenas se ha recuperado mínimamente el resuello y la marcha se reanuda. Son las siete de la mañana. Aún es noche cerrada y se llega al Arco del Rastro. El avance del Cristo empuja a la hilera a caminar por el paseo del Rastro. El Palacio Episcopal queda a la izquierda; a la derecha, el Valle Amblés, que se atisba aún en la tiniebla de la noche.  

Décima estación. Jesús es despojado de sus vestiduras. La marcha se ralentiza en el tramo final del Paseo del Rastro y la hilera se parte. La cabecera avanza hacia la plaza de la Catedral, mientras que los que caminan junto al Cristo continúan en el Rastro. El avance se vuelve lento. Llega la undécima estación y después la duodécima, en la que Jesús muere en la Cruz, con la imagen frente al Arco del Alcázar. Tras la muerte, el silencio. Resuena la música de Hakuna, sin letra.

Las primeras luces del alba se vislumbran en el horizonte. Décimo tercera estación: Jesús en brazos de su madre. La gente empieza a entrar en la plaza de la Catedral, mientras el Cristo continúa en la calle San Segundo, caminando lentamente. A las siete y media de la mañana se inicia la reflexión de la décimo cuarta estación, en la que Jesús es sepultado. En ese momento el Santísimo Cristo de los Ajusticiados llega al Arco del Peso de la Harina donde aguarda antes de adentrarse en la plaza de la Catedral.

Amanece. La luna observa ese instante desde una atalaya privilegiada que mira a la plaza de la Catedral, aún plena de luz. Es el momento de las palabras del administrador diocesano de Ávila, Jesús García Burillo, que deja una última reflexión: "Sobrecogidos después de las tinieblas, anhelamos la luz".

Una última parada frente a la última cruz del recorrido, que preside la plaza de la Catedral, para que después la imagen del Santísimo Cristo de los Ajusticiados, arropada por cientos de fieles, se disponga a culminar su recorrido donde la comenzó, en el interior de la Catedral de Ávila.