«El fuego estaba encima»

M. Espeso
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Con café, dulces y apoyo recibieron en el polideportivo de El Barco a las cerca de 200 personas que salieron de Palacios de Becedas a las 6 de la mañana al toque de campanas • «No se podía respirar, los efectivos se portaron de miedo», dijeron

Incendio originado este sábado en Solana de Ávila. - Foto: ICAL

SERENOS, aunque con signos de cansancio y con esa intranquilidad del que, aunque sabe que lo peor ya pasó, no puede verlo con sus propios ojos. Así encontramos a la veintena de residentes en Palacios de Becedas que todavía pasaban la mañana en el polideportivo de El Barco de Ávila, después de que, al filo de las seis de la mañana, cerca de 200 tuvieran que dejar atrás sus viviendas porque un repentino cambio del viento reactivaba y dejaba el incendio que llevaba horas arrasando la zona a las puertas de este anejo de Becedas, a apenas unos metros, llenándolo de humo. Otros, los más jóvenes, decidieron quedarse de guardia, para ayudar y evitar por todos los medios que las llamas llegaran al pueblo.

«Parecía que estaba controlado pero a las cinco de la mañana estaba en la falda de la sierra y fue acercándose al pueblo», explicaba en el polideportivo Conchi, una madrileña que veranea en Palacios. «A las seis tocaron las campanas y la Guardia Civil nos avisó para que saliéramos; el pueblo se había llenado de pavesas, algunas encendidas, y no se podía respirar; había gente mayor y nos poníamos mascarillas y pañuelos húmedos».

Al igual que otros de los desalojados, coincide en señalar el esfuerzo de los efectivos desplazados al lugar. «Se portaron de miedo, había veinte camiones, uvi móvil..... estuvimos muy bien atendidos; sin ellos el fuego se hubiera metido en el pueblo, muy cerca se quedó», subrayó. También destacó la colaboración de decenas de vecinos de la zona, de núcleos como Medinilla, Gilbuena y Junciana. «La plaza estaba llena, aunque no dejaban que estuvieran en primera línea».

Con el susto todavía en el cuerpo llegaron a El Barco de Ávila. Poco después de las 6 de la mañana se abría el polideportivo. «Les hemos dado agua, leche, dulces, lo que querían, y también avisamos al bar más próximo para que abrieran», explicaba el alcalde de la localidad, AgustínGonzález, quien por la mañana conversaba con los desalojados junto al delegado del Gobierno, José Luis Rivas, y el delegado de la Junta, Francisco José Sánchez. Allí explicaba que la Cruz Roja tuvo que atender en un primer momento alguna urgencia por oxígeno.

A medida que avanzaba la mañana y que Palacios quedó fuera de peligro, los vecinos más animados fueron regresando a sus casas.

Carmen, su marido y uno de sus hijos, habitantes del anejo, prefirieron esperar mientras rememoraban las peores horas de una madrugada sin dormir, viendo «llamas impresionantes». «La gente estaba nerviosa porque veía que no podía hacer nada; los nervios te comen, ver a un chico joven era como ver al señor» porque «eran los que podían ayudar; mi otro hijo se quería quedar hasta el final», comentaba. El desalojo se produjo en coches particulares. «Los teníamos todos ya preparados desde las once, porque el fuego estaba encima y sufrimos mucho cuando se fueron las avionetas», añadía, para criticar después que «el pueblo no está preparado; no hay cortafuegos».

«Es un pueblo pequeño con mucho pasto que prende, y el viento lo complicó todo», comentaba otro vecino de Madrid con ganas ya de volver a su casa de Palacios.