El verbo vivir no se puede conjugar a medias

David Casillas
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El poeta salmantino Víctor Herrero de Miguel presentó en el Aula Juan de la Cruz su último poemario, Lo que busca la abeja, un canto a la vida en el que late un misticismo hondo y accesible

El verbo vivir no se puede conjugar a medias - Foto: David Castro

Un puñado de poemas concisos e intensos, de una belleza y una hondura que calan en el lector y le contagian de la pasión y el sosiego que encierran, llenan el nuevo libro del poeta charro Víctor Herrero de Miguel, un poemario titulado Lo que busca la abeja que este martes fue presentado en el Aula de Poesía Juan de la Cruz de la Universidad de la Mística, encuentro lírico que coordina la poeta abulense María Ángeles Álvarez.

Llena todo el poemario un misticismo que Víctor Herrero reconoce que «está cerca de san Juan de la Cruz, no en vano soy franciscano, y además san Juan y fray Luis de León son para mí los dos grandes poetas», y seguramente también fruto de esa afinidad espiritual los temas que predominan en sus versos son el amor y la vida, «asuntos universales que no sé si obedecen a un plan en el sentido de que uno quiera hablar de ello, pero en realidad de eso es de lo que a uno en el fondo le sale a hablar, lo único que le interesa y lo que cree que toca nombrar».

Esta poesía que habla del amor y el ser humano puede entenderse como «un pequeño refugio espiritual, no como un cuartel de invierno en el que resistir sino como la vida dentro de la vida», sin perder nunca la perspectiva de que la poesía «no es algo que puedas buscar sino que es ella quien si quiere te busca, y te da todo a condición de que tú no la pidas nada y te entregues del todo», una realidad que él conoce muy bien porque «tengo también con la poesía la experiencia del fracaso, la de tener la actitud no correcta de ponerte tú por encima de ella e intentar que vaya por ciertos lugares que le marcas, porque entonces no funciona».

Defendió también Víctor Herrero que «la poesía tiene mucho de intelectual y también de experiencia vital», y lo importante es «no separar ambas cosas, no hacer divisiones entre qué es sentimiento y qué es reflexión, porque en el fondo lo que hay es verdadera vida o vida que no se está viviendo de verdad, y cuando se vive de verdad todo ello confluye en la poesía para hacerla de verdad».

Porque, siguió en una amena lección magistral que quizás no era consciente que estaba regalando, « la poesía, igual que la vida, no pueden vivirse a medias, hay que vivirlas a todo o a nada... el verbo vivir no se puede conjugar a medias».

Haber sido invitado a presentar este libro en un aula que lleva el nombre de Juan de la Cruz, añadió emocionado, «es para mí un regalo inmenso; tengo que reconocer que la poesía no hace más que regalarme cosas y esta presentación es como la corona de los regalos, tanto que por un lado me sobrepasa porque uno no se siente digno de este honor, pero una vez concedido sólo queda agradecerlo de verdad, disfrutarlo e intentar hacer disfrutar a quienes me acompañen».

Tres de los poemas del libro están tocados por la especial musicalidad que les da la rima, sin que ello les haga perder un ápice de su hondura, debido a que «al contrario de otros poetas que renuncian o descreen de la poesía con rima yo no pongo esa frontera, creo que algo es poético o no es poético de por sí y que puede serlo con rima o sin rima; a veces me sale la rima, a veces no, pero no hay a priori una renuncia a ella, por mucho que primen los poemas que no la tienen».

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