Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Titanes y titánidas del mundo

01/07/2023

La obsesión de ciertas personas por el Titanic me sigue fascinando.  Aparte de mi admiración total por los músicos del Titanic a los que les dedico odas y largos días de trabajo, no sé muy bien el motivo de tanta adoración y magia alredor del barco. Seguramente sea desconocimiento o que me gusta la vida sobre la línea de flotación, pero me cuesta entender tanto empeño por seguir descubriendo los restos del barco. Ojo, que me he leído todas las noticias, pero no me ha dado por dedicar mi vida a ello. 
Cartas enviadas por pasajeros, pulseras de oro, un violín, abrigos de la época… el sinfín de elementos que se han recuperado o se quieren conseguir, ha llevado a la locura de hacer cosas impensables por tener una reliquia, una nueva noticia o simplemente visionar los restos a los pies de las aguas gélidas que llevaron a la muerte a más de mil quinientas personas. Lo que envolvió el zarpar del glamour, quedó en el naufragio de almas que no pudieron llevar consigo las piezas más preciadas de una época, y quedaron enterradas en las profundidades del océano.
El Titanic de antes, el Titán de ahora. Muchos días ante la pantalla o pegados a la radio para saber las últimas noticias de otro indestructible que quedó en el mismo minuto y resultado más de cien años después, y que permanecerá cubierto de materia para la eternidad.
Tantos Titanic han sucumbido a las olas del mar, a la vida marina, al agua salada… que cuesta trabajo pensar que los Titanes que cruzan el Mediterráneo no tienen la misma cobertura mediática que los que abrieron rutas hace ciento once años para conquistar Nueva York. 
En estas semanas donde hemos aprendido lo que es una implosión y los efectos de la presión del agua en los submarinos, quiero pensar que también hemos aprendido qué es naufragar en las costas de Grecia, Italia o España. En estos días donde hemos aprendido que un paseo a ver el Titanic cuesta doscientos cincuenta mil dólares, quiero pensar que también hemos aprendido cómo empeñan su vida y lo poco que tienen las personas que decidieron saltar el charco y cayeron en manos de las mafias. En estas horas, donde seguramente haya una persona con o sin chaleco montado en una barquita, quiero pensar que aún nos queda un ápice de humanidad y que no bajaremos la mirada al ver el telediario de las 15. Porque mirada que retiramos para no hacer sufrir al corazón, es un nuevo olvido. Significa no poner en destino, las necesidades básicas que seguramente harían que nadie pusiera en riesgo su vida, para ser un nuevo tripulante de los otros Titanic en pleno siglo XXI.
Titanes y Titánidas del mundo que quedasteis recluidos en la oscura profundidad del Tártaro. Dioses y diosas del Olimpo, con Zeus a la cabeza y relegando a Cronos como Titán mayor del reino. No os olvidéis de la luna, el sol, la naturaleza, los océanos y las profundidades de la tierra. No dejéis mares por navegar ni sueños por conquistar. Porque mientras tanto, los sueños seguirán surcando mares en un barquito de cáscara de nuez, adornado con velas de papel, que se hizo hoy a la mar para lejos llevar, gotitas doradas de miel. Dulce miel para un almíbar sin rumbo fijo. Agrío destino para quien busca la ansiada libertad.