Sonsoles Sánchez-Reyes

A otra luz

Sonsoles Sánchez-Reyes


Don Claudio (II)

25/01/2024

Se cumplen en este 2024 los 40 años de un día que siempre permanecerá en la memoria de Ávila: el del fallecimiento de Claudio Sánchez-Albornoz, ocurrido el 8 de julio de 1984.

En la mañana siguiente al deceso, se abría la capilla ardiente en el Gobierno Civil. El ministro de Cultura, Javier Solana, recibía allí oficialmente el cuerpo de Don Claudio, que había sido revestido con la toga de catedrático, con el birrete entre sus manos. Simultáneamente, el Ayuntamiento de Ávila, reunido en un Pleno extraordinario bajo la presidencia del alcalde Mario Galán, acordaba por unanimidad declararle hijo predilecto de la ciudad a título póstumo (el título de hijo adoptivo ya se le había concedido durante la II República). A las 12,30 de esa mañana, las campanas de la iglesia de San Pedro doblaron por la muerte de Don Claudio, para cumplir su deseo de seguir la costumbre antigua: diez toques de campana, repetidos tres veces, en cuyos intervalos un monaguillo desde la torre pronunciaba las palabras: "Por el alma de don Claudio Sánchez Albornoz, muerto en Ávila dorando a España". Esa ceremonia se reiteró el día del entierro, al paso del cortejo fúnebre por delante del templo.

El sepelio, una impresionante manifestación de concurrido duelo popular, tendría lugar a las 12 del mediodía del martes 10 de julio, en el claustro de la catedral abulense, materializando así la voluntad del intelectual de reposar junto a "héroes abulenses de otros tiempos" y siendo la primera persona civil en enterrarse allí después de dos siglos, bajo una lápida que reza la inscripción, tomada de la segunda carta del apóstol Pablo a los Corintios: 'Ubi autem spiritus domini, ibi libertas' (Donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad).

Al funeral, presidido por el obispo de la Diócesis de Ávila, Felipe Fernández, asistieron el presidente del Gobierno, Felipe González, y el de la Junta de Castilla y León, Demetrio Madrid, así como el expresidente Adolfo Suárez, a quien el destino tenía reservado acompañar para siempre a Claudio Sánchez Albornoz en su última morada en el claustro del primer templo abulense.