Eloy Sánchez Sánchez

Soñemos despiertos

Eloy Sánchez Sánchez


No, no seremos Premios Nobel

21/02/2023

En la vida no todo son sonrisas, es una obviedad. No merece una medalla llegar a tal conclusión, no se trata de un hallazgo teórico en cosmología física, tampoco he revelado el paradigma de los agujeros negros. No es el descubrimiento del siglo. ¿O tal vez sí? Nos hemos criado en un mundo «hiperpositivista», no en el sentido jurídico de la palabra (que también), sino en un entorno en el que constantemente recibimos mensajes positivos y creemos poder cambiarlo todo. Como diría algún que otro tradicionalista: «nos hemos endiosado». Se anima a las personas a lanzarse a una piscina que la mayor parte de la temporada se encuentra cerrada por obras. Pocos son los elegidos que disfrutan nadando en ella, poquísimos los que se mueven en la misma como Michael Phelps, nadie alcanza su palmarés. No, yo tampoco seré Nobel de Literatura. Siendo realistas, no creo que mi prosa sea comparable a la de Camilo José Cela o Mario Vargas Llosa. 119 galardonados, 11 en lengua española y ningún joven idealista con orígenes castellanos que lucha por abrirse un hueco en el mundo de la abogacía. Soy consciente de mis limitaciones, por muchos libros de autoayuda que consuma puede que mis obras nunca sean premiadas ni reconocidas. No omito el riesgo ni soy averso al mismo, tampoco pierdo la esperanza. Siempre he creído que la vida eran pequeñas ilusiones, así me lo enseñaron mis padres. Ellos me educaron en la cultura del esfuerzo, en forjar un futuro a base del sacrificio y la constancia sin perder de vista una meta realista y alcanzable, con humildad y honestidad. Como en aquella película de Will Smith «En busca de la felicidad» vivimos persiguiendo sueños. Por muy pequeños que parezcan, alcanzamos un objetivo que nos sirve de aliciente para seguir ilusionándonos. Ahora bien, no lograr la perfección o no poder alcanzar un objetivo complicado no debe ser una vergüenza. La mayoría no tenemos un físico de diez, ni nuestros abdominales saldrán jamás en Men's Health. ¿Y para qué acomplejarse? Que absurdo sería dejarse guiar por estereotipos que deforman nuestra realidad. Tan absurdo como hacer de un par de frases de Mr. Wonderful nuestra filosofía de vida. Lo reconozco, a mí también me motiva escuchar historias de superación o frases de guerreros, pero no por ello me alejo de la realidad. No se me dan excesivamente bien las matemáticas, dejé la física de lado a los 16 años, o mejor dicho, la física me dejó a mí. No creo que mi capacidad intelectual sea suficiente para doctorarme en Física Cuántica. Sin embargo, más de un coach o experto opinólogo me animaría a convertirme en el nuevo Albert Einstein y si a ello le sumamos la presión de los deformados cánones de belleza y éxito, terminamos por generar una frustración para la que no estamos preparados. En este paradigma, el éxito o el fracaso en la vida depende del número de ceros en tu cuenta corriente, tus likes deben estar a la altura del influencer de turno y si quieres algo, puedes conseguirlo. Frente a estas idealizadas expectativas solo cabe hablar del encanto de lo vulgar. Un buen amigo mío me recomendó «The Office» una serie norteamericana ambientada en una oficina que terminaba con una suerte de moraleja: «Hay un montón de belleza en las cosas ordinarias». Una frase final que reconozco haber googleado porque aunque para muchos talibanes del optimismo la memoria llega hasta donde uno desea, mi memoria no me permitía recordar con exactitud una frase que escuché hace años. Es normal, es lo bonito de no ser autómatas. Lo común es equivocarse, lo más normal del mundo es fracasar. Normalicemos el fracaso sin renunciar a la ambición, desdramaticemos nuestras equivocaciones. No dejemos de ilusionarnos. Porque hay un montón de belleza en las cosas ordinarias y espóiler: la mayoría no seremos Premio Nobel.