David Ferrer

Club Diógenes

David Ferrer


Cuando fuimos los mejores

14/12/2022

Cuando fuimos los mejores es un gran himno, mucho más que una canción, de Loquillo. Es difícil escribir esto si se tienen veinte años pero fácil si se sobrepasan los cuarenta o si posees un rosario de grandes vivencias. El rock está lleno de estas íntimas tragedias: «más dura será la caída» y «malos tiempos para la lírica» se cantaba también por entonces. Hasta ahora: no es difícil escuchar a adolescentes que están cansados de la vida, que añoran los tiempos del cole y de la guardería y a quienes un pequeño obstáculo les parece una tragedia griega. Pobres, lo que les queda. Pero a diferencia de esas faunas que pueblan las redes sociales, uno siempre ha creído que es mejor apuntarse al vehículo más bello aunque resulte perdedor y desconfiar de los que apuestan por caballo ganador aunque luego sea rana.
Vayamos al asunto. Cuando fuimos los mejores. Hablo de Ciudadanos. No creo que haya sorpresas y, para desgracia de este país, lo considero un partido amortizado, liquidado y enterrado. No es un caso nuevo sino repetido tras aquel CDS que nos ilusionó a los adolescentes con la «mili de tres meses y basta» o una UPyD que se deshizo como un azucarillo en cuatro tardes. Por eso, yo propongo que se haga un acto solemne de clausura de Ciudadanos, que se saque pecho, voz y bandera y se cante sin despecho «Cuando fuimos los mejores». Después la cosa podría acabar con unos refrescos de naranja en un bar limpio y aséptico y volver cada uno en silencio a su madriguera. Que es lo que hacen las personas nobles que no quieren ni desean aferrarse por décadas a un cargo.
Nunca he militado en un partido político, en el sentido activista. Tampoco en Ciudadanos, de quien fui simplemente un afiliado, que pagaba la cuota, porque siempre consideré, pese a los cantos de sirena, algo bonito estar en un sitio sin dogmas por donde transitaban buenas gentes como Savater o Andrés Trapiello. Pero aquello era demasiado bonito para ser cierto. Había una limpieza en las formas, había gente guapa, sin los dogmas de la derecha o de la izquierda y sin las mochilas pesadas de los viejos partidos. Desconfío también de la gente que dice que tiene convicciones arraigadas, que no ha cambiado su pensamiento en años, que es socialista o popular de toda la vida, o que se consideran deudores de don Pelayo o, en el otro extremo, del moro Muza. Pobres. Qué cansancio. Puede que se hicieran cosas mal, que algunos pactos eran imposibles o inconvenientes y algunas estrategias no comprendidas. Pero viendo lo que ha venido, no cabe duda de que los errores han sido pelotillas de un jersey frente a los trasquilones y los vestiduras rotas que nos han proporcionado los otros partidos. 
Ahora ya todo ha acabado y queda el recuerdo semejante al que tienes con esa tienda o ese bar frecuentado que un día apaga, baja la persiana y cierra para siempre. No volveré a pagar la cuota de un partido y hasta es posible que deje de votar un tiempo. Tampoco pasa nada. El voto es como un alquiler, tiene caducidad. Yo algunos años voté a los mejores. Y ya está.

ARCHIVADO EN: Ciudadanos, Loquillo, Rock, UPyD