Andrés Trapiello, uno de los grandes narradores en castellano de las últimas décadas, un leonés afincado en Madrid que domina por igual la novela, la poesía y el ensayo, visita hoy Ávila para presentar su última novela publicada, Me piden que regrese (Destino), una obra en la que funde la historia reciente (se sitúa en el año 1945, en el inicio de la larga y dura posguerra civil y al final de la II Guerra Mundial) y la ficción para crear una trama intensa con la que está consiguiendo unas críticas muy positivas.
El encuentro literario, en el que Trapiello dialogará con los profesores y poetas abulense David Ferrer y Fernando Romera, tendrá lugar este viernes en el Palacio los Serrano de Fundación Ávila, a partir de las 19,00 horas y con entrada libre.
Llevaba varios años sin venir a hablar de su literatura a Ávila, y ahora 'le piden que regrese'.
Sí, hace siete u ocho años que no venía por Ávila, y ahora que me ha vuelto a invitar David Ferrer lo hago de nuevo encantado.
Sitúa esta novela en un momento histórico muy concreto e importante, ¿puede definirse la obra como histórica o le daría otro calificativo?
Yo estoy definiendo Me piden que regrese como lo que verdaderamente es, una novela de amor y de aventuras. Y es, además, una novela para todos los públicos, para toda clase de lectores.
O sea que pesa más la historia personal de sus protagonistas que el momento crucial que viven.
Es verdad que el telón de fondo de la novela es un momento histórico concreto, el final de la Segunda Guerra Mundial, y en una ciudad concreta que es Madrid. Pero no es una novela histórica, no es una novela ideológica sobre el franquismo, no es una novela de tesis. Es una novela de amor y de aventuras, y lo importante de esta historia es que, al contrario de lo que sucede con los libros de Historia, con las crónicas, con los libros de fin de estudio, que la gente no se pone nunca de acuerdo a la hora de juzgarlos, en la novela, que es la ficción, todo el mundo se pone de acuerdo.
¿Y esa búsqueda de acuerdo la ha buscado específicamente en este libro?
Sí, porque la ficción es el lugar del acuerdo, el lugar del entendimiento. En las novelas dejamos fuera nuestra condición sexual, social, política…, quedan fuera todo ese tipo de condiciones personales y prevalece únicamente el interés por el lector, buscando una especie de entendimiento con él al elegir qué se le da y, sobre todo, con qué se le emociona.
¿Las emociones prevalecen en este caso sobre las ideas o las tesis?
Sí, la literatura es básicamente crear emociones para poder llegar a todo tipo de personas. Las ideas a menudo no llegan, ni siquiera los datos, pero la pasión es algo que trata a todo el mundo por igual, todo el mundo se enamora al fin y al cabo.
Visto así, la mayoría de las novelas son de amor, hasta el Quijote por su alocada pasión por Dulcinea.
Por lo menos las que a mí más me gustan son todas de amor. Desde luego, Guerra y Paz es una novela de amor, como lo es La Cartuja de Parma o lo son la mayoría de los Episodios Nacionales de Galdós. Y Me piden que regrese es una novela de amor situada en un momento histórico muy especial.
Pero en una trama siempre pesan, mucho o poco, las circunstancias temporales que la rodean, ¿no?
Yo siempre he intentado escribir una novela que sirva a todos los españoles, que la puedan leer los de un bando y los de otro bando, y por eso necesitaba dos personajes, masculino y femenino, que representaran eso que hemos dado en llamar las dos Españas. Ambos tienen en común que son muy guapos, son valientes, son inteligentes y también los dos son iguales en el hecho de que representan muy bien a sus respectivos bandos.
Cuente hasta donde pueda…
Él es hijo de una gitana soltera que se crió en la inclusa, un hombre de extracción social muy baja que se ha hecho a sí mismo y que se tiene que ir a Estados Unidos después de haber participado en el golpe de Estado que da el Partido Socialista a la República en el año 1934, y es cuando está en ese exilio cuando le piden que regrese para hacer un 'trabajito' en Madrid. Ella es una mujer de la aristocracia, hija de unos condes, rica e inteligente también, pero de otro mundo.
¿Tienen algo más en común?
Sí, que los dos son víctimas del bando contrario. Él ha perdido a su padre como consecuencia de las cárceles franquistas, y ella ha perdido a su prometido en una checa al principio de la guerra. Pero no solamente son víctimas del bando contrario, sino que son víctimas también del propio, porque a él le pide algo el Partido Comunista que no está dispuesto a conceder, y a ella le pide algo su propia familia, que tampoco va a conceder.
Dos personas libres, aunque sea tristemente libres.
Así es, son dos personas libres que se encuentran y que van a llevar ese amor hasta donde puedan.
Pero no me negará, por lo que me desvela, que la política pesa no poco en esta historia de amor.
Es inevitable que exista en la trama una intriga política, de diplomáticos, porque la salsa de la novela no solamente es el amor, que insisto que es muy importante, sino también la aventura.
Y Madrid es el escenario perfecto en ese momento tan importante para la historia de España y del mundo.
Madrid es muy importante como escenario, y por eso he intentado presentar al lector un Madrid complejo, no solamente el de un bando. Por eso sale el Madrid del Pasapoga, el Madrid de la Gran Vía, de los teatros, del cine, el Madrid de Embassy, del Lhardy, de los grandes restaurantes, el Madrid de las cenas de los diplomáticos y los aristócratas. Ese es un Madrid, pero también está el otro Madrid más sórdido, el de las corralas, de la miseria, del extraperlo, de la carestía, del hambre. Está el Madrid de la policía y de la represión, pero también está el Madrid de la diversión, de las verbenas, de la kermés, del fútbol, de los toros. Es decir, es un Madrid enormemente complejo que yo entiendo que casi nunca se representa junto.
Escribiendo la novela Andrés Trapiello seguro que también sale el Rastro.
Sí, también sale el Rastro, aunque muy tangencialmente, entre otras cosas porque uno de los protagonistas vive allí, en la calle Cigarreras.
La novela ha obtenido en el poco tiempo que lleva en las librerías unas críticas excelentes, imagino que eso es muy satisfactorio.
Es cierto que las críticas que se han hecho de la novela son todas de sobresaliente, y estoy muy agradecido a todos los que han hablado tan bien de ella. Lógicamente eso me ha dado mucha satisfacción porque para mí significa la confirmación de que sí se pueden escribir novelas todavía, de que sí es posible contar la realidad de una manera compleja pero al mismo tiempo sencilla, y de que es necesario hacer novelas que se lean como novelas, encandilando a los lectores.
¿Se imaginaba ese éxito unánime?
Cuando terminas una novela nunca sabes si has acertado o no con ella, cada nueva obra es un paso un poco a ciegas; a veces escribes un libro en el que pones mucha ilusión y luego es acogido fríamente, y en otros casos ocurre al contrario… nunca estás seguro de cómo van a responder los lectores.
Lo cierto es que un autor deja de escribir un libro cuando ya se ve un poco vencido por él, cuando llega un momento el que dices: hasta aquí he llegado, ya no puedo más y lo dejo. Es decir, que todos los libros, más que terminarlos, se abandonan del escritor más o menos en el momento en que dice: yo ya no puedo hacer más por esta criatura. Entonces le das para publicar esperando que tengan buena suerte, y en ese sentido la de este libro ha sido una suerte muy grande, por la acogida que ha tenido por parte de los lectores y porque ya está en su tercera edición poco después de un mes de haber salido… No puedo pedir nada mejor para él.