Adolfo Yáñez

Aquí y ahora

Adolfo Yáñez


Los niños de la posguerra

04/04/2024

Nos encontramos al final de trayecto los niños que cogimos el tren de la vida en aquellas durísimas décadas de la posguerra. Somos septuagenarios y octogenarios, por lo que, para llegar hasta aquí, nos ha tocado recorrer muchas estaciones y hemos visto subir y apearse a múltiples viajeros que permanecieron un tiempo a nuestro lado y luego desaparecieron. Ahora es a nosotros a quienes nos toca bajar. Lo estamos haciendo ya masivamente, pero sin angustia, con estoicismo, agradecidos al destino por habernos permitido disfrutar de tan dilatada travesía.
Venimos de lejos, de una España que olía aún a pólvora y en la que abundaban los miedos, los silencios y el hambre. Venimos de odios y heridas que, cuando nacimos, estaban sin restañar en un país mísero, de candiles y carburo, de racionamientos, gasógeno, braseros de cisco, casas sin agua corriente y compras al fiado. Todo, ¡ay!, todo lo seguía ensombreciendo aquella maldita guerra fratricida en la que poco antes se habían despedazado nuestros padres, pero éramos niños y necesitábamos mirar a otro lado, creer en el futuro, soñar con un tren de largo recorrido que nos llevara a la madurez y la concordia, y jugar al marro, a la pídola, al fútbol, a las canicas o a las chapas. La inmensa mayoría optamos por superar una contienda que sólo algunos se negaron a ponerle fin. Esos recalcitrantes guerrilleros de ayer, con escasos, pero influyentes fanáticos de hoy que reactivan añejos dogmas maniqueos y reabren trincheras son lo único que, pensando en nuestros hijos y nietos, nos produce cierto desasosiego en este final de un viaje vital del que nos sentimos orgullosos. 
Orgullo fue volcarnos en la utopía de alcanzar el infinito desde la nada de la que partíamos. Orgullo crear un mundo nuevo, dejando atrás analfabetismos, supersticiones y variadas lacras colectivas. Y diseñar vías a la justicia y a una paz que prácticamente nada desgarró mientras tuvimos en nuestras manos las riendas de la sociedad. Orgullo fue finiquitar la dictadura, instaurar la democracia, ayudar a la mujer a que lograse ocupar entre nosotros el lugar igualitario que le corresponde, a que pudiera formarse, trabajar, ser libre mental y económicamente, ser dueña de su sexualidad y a que quisiera al varón que quisiera querer hasta que quisiera quererlo, erradicando ancestrales dominios sobre su persona. Orgullo fue buscar sólo en libros de ciencia verdades que antaño se buscaban en mitologías ideologizadas. Y conectarnos con Europa y con el mundo. Y aceptar otras formas de existir y de pensar. Y acoger a gentes nacidas en lejanas latitudes. Y transitar del adobe al chip, del blanco y negro al color, de lo analógico a lo digital, del papel de calco al ordenador, del ábaco a la inteligencia artificial, de la peseta al euro y al bitcoin, del oscurantismo a una liberadora luz de racionalidad y autonomía en las personas…
 Cuando llegue nuestra última estación y bajemos del tren de la vida, creo que nos será lícito musitar palabras, grabadas actualmente en la fachada del Palazzo Tolomei, en Siena, que pronunciaban los cónsules romanos al abandonar su cargo: "Feci quod potui, faciant meliora potentes", hicimos lo que pudimos, que hagan cosas mejores los que ahora pueden hacerlas.

ARCHIVADO EN: Ávila, España, Cisco, Dictadura